‘Desde estas pirámides, cuarenta
siglos os contemplan’ parece que dijo Napoleón a sus tropas poco antes de
emprender batalla contra el ejecito mameluco que mandaba Murad Bey. El general
francés, luego emperador de medio mundo, será recordado por esa frase durante
mucho tiempo.
‘Yo he venido a hablar de mi
libro’, dijo el misterioso Umbral, y antes que por las brumas con que disfrazó
su vida y de su magnífica obra, se ha instalado en el imaginario colectivo por ese
exabrupto televisivo.
Fernán Gómez fue un hombre de
cultura extraordinaria, pero será recordado por su ‘váyase a la mierda’ antes
que por su magnífica labor como escritor, actor, excelente director de
cine y de teatro.
A Camilo José Cela, antes que por
su premio Nobel de literatura, lo identificaremos, seguramente, por sus siestas
de ‘pijama y orinal’.
El presidente de Uruguay, cuyo
mandato acaba de finalizar, antes que por su pasado guerrillero, será recordado
por su austeridad personal y por su falta de ambición, extraordinaria por
completo entre los gobernantes de nuestros días. Así pasan los seres humanos a
la Historia, por una frase impactante o por unos hechos extraordinarios
expresados en un instante que se convierte en oportuno.
Así pasarán a la historia (esta vez
con minúscula) la extemporánea y maleducada Sra. Villalobos jugando con el
artilugio a infantiles pasatiempos en un lugar tan digno y merecedor de respeto
como el Congreso de los Diputados; el redactor del BOE que considera que el
hombre necesita la intervención divina para alcanzar la felicidad; los
destructores de las obras de arte del museo de Mosul por considerarlos
atentatorios contra la doctrina del Profeta; el señor Maduro, que confundiendo
el tono con el volumen -como afirma mi amigo Pepe Abellán-, grita al mundo
entero sus paranoias golpistas; y todos los políticos que, como él, han hecho de
su oficio una forma de vida que, lejos de dedicarlos al servicio al pueblo como
prometieron antes de auparse al macho, solo pretendían que les proporcionara
retiros dorados acunados en el seno de multinacionales energéticas.
Vivimos tiempos poco afortunados en
los que la cultura está siendo estrangulada por la ramplonería cutre de
nuestros gobernantes cuyo principal objetivo es lograr una masa ciudadana
atenta solo al pan y circo, cada vez mas inculta y a ser posible, mediatizada
por las creencias del carbonero.
Caminamos, como los cangrejos,
hacia atrás. Hacia tiempos de creencias que se imponían a las conquistas
ciudadanas como sucede en países vecinos –un poco más al sur-, en que las
normas religiosas dirigen las vidas de los ciudadanos.
Es posible que la democracia sea el
menos perfecto de los sistemas de gobierno de los que hemos experimentado hasta
el momento y es probable que permita que el pueblo se gobierne a sí mismo
poniendo a su frente a los mejores de entre ellos; es posible que en ese
sistema, las creencias –siempre respetables- tengan su sitio y que las normas
civiles –por encima de ellas- afecten a todos los ciudadanos sin distinción
alguna. Pero no es ese el camino que llevamos.
Por fortuna tendremos pronto
ocasión de revertir ese destino. Veremos si, en efecto, el pueblo es capaz de
escoger a los que mejor pueden dirigirlo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMariano, yo no tengo muchas esperanzas de que el pueblo sea capaz de elegir a los mejores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mariano. Lo bordaste. Cultura y política, un binomio muy mal avenido. Y en cuanto a la ocasión de revertir nuestro destino....Los dioses te oigan. Un abrazo
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