Encontré aquella mañana en el bar del Hogar del Pensionista, a Fernández con un aire ensimismado que no le era habitual, miraba el periódico sin verlo, mientras mordisqueaba con aire distraído su tostada. Apenas reparó en mi y tuve que hacerme presente con la discreción que pude arrastrando ostensiblemente la silla que tenía enfrente.
—Perdona
Fernández… ¿Algo nuevo?
—Estaba
recordando… todavía estoy impresionado
—Tú
dirás.
—Nada
importante, pero me causó viva impresión, quizás la falta de costumbre…
—Me
tienes en ascuas.
Quise
concederle un poco de espacio mientras solicitaba mi magro desayuno a la amable
camarera y le di tiempo a que concluyera la tostada mientras agitaba con aire
todavía distraído el café con leche. Al fin se decidió.
—El
Oratorio de Navidad
—¿Como?
—Que
anoche tuve ocasión de asistir en el Auditorio Municipal al Oratorio de Navidad
de J.S. Bach por la coral Kodáli de Molina de Segura, una delicia.
—¿No
lo conocías?
—No,
fue una experiencia impactante. ¿Tú lo habías oído?
—Hace
ya años, pero cada navidad suelo escucharlo en la tranquilidad de mi cuarto de
estar, claro que ‘enlatado’ es diferente, me pasa lo mismo con la Pasión Según san
Mateo o la Pasión Según san Juan cuando llega la Semana Santa.
—Será
porque eres hombre religioso. A mí, la música sacra nunca me ha llamado la atención,
pero anoche me pareció que la música y sobre todo aquellas voces que me
parecieron angelicales tenían poco o nada que ver con motivos religiosos, era
la profundidad de la melodía y sobre todo la belleza de las voces tan bien
conjuntadas lo que llenaba el corazón de hermosa dicha, me pareció algo
sobrenatural que me condujo casi al éxtasis.
—Te
diré que mi opción religiosa –si la tuviera- nada tiene que ver con el gusto
musical, también me gusta Wagner y no creo que ni La Valkiria ni Los Maestros Cantores de Núremberg
fueran fervientes melodías católicas, y menos la aparición del tuerto Odín en
medio del lío. Recuerda, Fernández, que los cantos corales ya están en las
primeras tragedias griegas, siglos más tarde en el Himno atribuido a san
Francisco, el Canto Gregoriano y las muchas misas orquestales que debemos a
tantos insignes compositores cuya lista sería interminable. La creencia
religiosa es una cosa y la música –por mucho de inspiración mística que tenga-,
otra. La religión y el arte en nuestra cultura judeo-cristiana siempre han ido
unidas.
—Puede
que así sea, en cualquier caso, el mérito del Oratorio es de Bach, de la coral
Kodály, de la orquesta y de los solistas que lo interpretaron. Y, sobre todo,
de lo bien articuladas que estaban las imágenes del belén de Salzillo que
ilustraban las Cantatas, fue una buena idea aparejar las dos cosas, al fin y al
cabo, eran contemporáneos.
—Me
alegra, amigo Fernández, que podamos disfrutar en nuestras postrimerías de
estos espectáculos que nos llenan el alma de calmados sentimientos, en una
época demasiado convulsa con actuaciones políticas de baja estofa que enturbian
y llenan de lodo una situación democrática y cívica de la que deberíamos
sentirnos orgullosos. Sobre todo, los que hemos padecido otros tiempos en los
que estos de libertad y bonanza económica nos estuvieron vedados.
—Mejor
no se puede decir, así es que te deseo felices fiestas.
—Y tú
que lo veas.

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