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martes, 21 de agosto de 2018

ABORTO (y II)


Algo se me debió quedar en el tintero cuando publiqué mi última entrada del mismo título hace unos días, a juzgar por la encrespada polémica que ha desatado en las redes (Vid: https://marianosanznavarro.blogspot.com/2018/08/aborto.html). Es bueno que se contrasten opiniones, más o menos fundadas, siempre que se manifiesten en el tono educado y respetuoso que debemos exigirnos unos a otros. El juicio pertenece siempre al informado lector.
Pretendía dejar clara mi posición de que en esa cuestión (la del aborto), deben opinar de forma principal aquellas que se ven abocadas, por unas u otras circunstancias, a enfrentarse con tan difícil decisión.
No entiendo el afán “moralizante” de quienes pretenden imponernos unas normas derivadas de unas creencias que solo son de obligado cumplimiento para los que las tienen por buenas. A los demás solo nos son de aplicación las emanadas de las leyes permisivas -en este caso, remachemos, defensoras de derechos- a las que podemos o no acogernos. A nadie se le obliga a abortar contra su voluntad.
No me gustaría verme abocado a participar en una decisión tan trascendental e incluso dramática como la de enfrentarse a la posibilidad de abortar. Estoy persuadido que a toda mujer que se vea en esa circunstancia ha de ocurrirle lo mismo. Para evitar que se llegue a esa situación existen una serie de medios a los que la sociedad debía aplicarse para poner en circulación: la educación sexual impartida en colegios e institutos habida cuenta de que según nos dicen las estadísticas la precocidad de nuestros jóvenes es cada vez mayor; los medios anticonceptivos y la píldora del día de después al alcance de cualquiera que los necesite; los centros de planificación familiar, en la actualidad sin dotación presupuestaria que los convierte en inoperantes…y un largo etcétera que supone prevenir antes que curar, lo que además de resultar de mayor eficacia, reduce los costes de la solución.
Y si al final de toda esa cadena de prevenciones, una mujer decide someterse a tal trance, que pueda hacerlo en las mejores condiciones médicas, sociales y legales.


domingo, 12 de agosto de 2018

ABORTO


Seguramente porque estamos en periodo de “sequera”, que aflige de forma especial a los “medios” escritos, el director de un periódico con el que colaboro esporádicamente, me solicita un artículo sobre el aborto.
Y cuando me siento ante el artilugio intentando reagrupar las ideas que al respecto tengo, me percato de que por lo delicado y controvertido del asunto, debo ser cauto, no vaya a suscitar las iras de buena parte de la parroquia. El margen entre opiniones contrapuestas, según se ha comprobado en Argentina, no es demasiado ancho.
Me percato también de que es tema en el que no es prudente aventurarse, por ser de la exclusiva competencia de las mujeres que hayan de enfrentarse a tan difícil (y sospecho que nada agradable) decisión. Si acaso, puede que estuvieran llamados a opinar, incluso que su opinión pesara lo suficiente en la balanza, los corresponsables de la situación. Y nadie más. Las diferentes y contrapuestas teorías sobre el nasciturus y el momento en que le es otorgada el alma inmortal y su categoría de persona, son todas respetables y cada una/o tiene libertad para adherirse a la que mejor cuadre con sus creencias y situación.
Sí figura en el número de mis convicciones que las leyes permisivas, a diferencia de los otros dos tipos (imperativas y prohibitivas), solo reconocen o aclaran un derecho establecido, pudiéndose amparar en ellos cualquier persona que lo desee, con entera libertad.
Me parece que el asunto debe dejarse a la  decisión de cada una de las mujeres que se encuentre en ese trance, para que en conciencia tome las medidas que crea oportunas. Y que deben dictarse la leyes necesarias que las amparen en cuanto a plazos, procedimientos, lugares, etc. Me queda claro que a nadie puede obligarse a abortar contra su voluntad.
No entiendo el afán de oponerse a tales leyes, de colectivos que predican asuntos tan peregrinos y fuera de lo “natural” como el celibato, la segregación de sexos, la exclusión femenina de puestos de responsabilidad, etc., sin que nadie se lo reproche, más allá de la respetuosa opinión a la que todos tenemos derecho. Creo que una sana forma de convivencia consiste en que cada uno haga de su capa un sayo, y que cada mujer decida con entera libertad, y amparada por el estado, sobre su cuerpo, del que es soberana.
Dicho todo lo cual, aconsejado por quien bien me quiere, decido no enviar el articulo al director pretextando un imaginario alifafe. No es prudente remover aguas turbulentas.

http://vegamediapress.com/not/16650/aborto/


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