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martes, 6 de noviembre de 2018

BIZCOCHOS Y POEMAS


Un bizcocho y un poema tienen mucho en común. Por lo menos, a mí me lo parece. Siempre que hago un bizcocho pienso que, si supiera, haría también poemas.
Para hacer el bizcocho, reúno ciertos ingredientes: harina candeal, azúcar, huevos, raspadura de limón, almendra triturada y unos cuantos arándanos para colocar por encima, distribuidos de forma aleatoria. Cuando no encuentro arándanos (son de temporada), uso pasas de Corinto maceradas en aguardiente.

(Si alguna vez hiciera un poema, tendría que buscar motivo, palabras, imágenes, ideas, y unirlas en amorosa compañía, como si fueran los ingredientes de un bizcocho.)

Una vez apercibidos los ingredientes, hago una pasta en la que todos los elementos queden mezclados de forma homogénea, igual que se hace con el primer borrador de un poema.
Coloco esa mezcla, espesa y sin forma todavía en una llanda a propósito, como podría depositar el imaginario poema en una página de papel hasta ese momento virgen.
Limpio los bordes de goterones indeseados y agito la masa con cuidado para que se adapte por completo a la forma del recipiente. Después lo coloco en el horno y observo muy de cerca cómo crece tomando forma propia, como si naciera a una vida autónoma. Igual que haría el poema.
El bizcocho, acunado en la amorosa calidez del claustro ardiente, va creciendo hasta llenar por completo la vasija y aún desbordarla ligeramente. Adquiere, poco a poco, un cuerpo y una fuerza que no tenía, algo que le es propio y que ya no debe al autor.
Cuando llega el momento de su completo desarrollo, ha adquirido su personalidad específica. Los arándanos (o las pasas) han quedado incrustados en la masa de tonos ambarinos, empedrándola de forma irregular, rompiendo la monotonía de la superficie bruna.
Lo saco del horno, lo  dejo enfriar y lo ofrezco a mis amigos. Ellos lo devoran complacidos. Como harían con un poema si supiera escribirlo para ellos.



6 comentarios:

  1. Pues a mi parecer, esta descripción queda muy poética, como ese poema que no sabes escribir. Es un placer leerte, ¡qué bien sabes romper con la monotonía de la cotidianidad!¡Cómo engrandeces lo pequeño! Un abrazo, amigo.

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  2. Gracias, Jesús, por tus generosas palabras. Como no sé hacer versos, hago bizcochos....Ja ja . Un abrazo.

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  3. Maestro, has descrito perfectamente ese lío, esa maraña de ideas que se cogen con pinzas de una punta y al tirar, pareciese que es parte de la masa sin cocer que has preparado anteriormente, cruda, blanquecina debido a la harina candeal, que posee en alguna de sus partes un color diferente porque el verso que corresponde a ese lugar es una metáfora que le aporta al poema ese sabor diferente, entre ácido y dulce, especial y diferenciador porque lo hace único. Maestro, a ver si un día, no lejano, me dejas de una vez que aprenda de esa genial forma de comparar y crear un poema con arándanos, azúcar, harina y tesón, mucho tesón... Un abrazo chillao, Mariano.

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  4. Yo tengo una gran dificultad para hacer bizcochod, aunque alguna vez me ha salido alguno muy bueno. Lo mismo me pasa con los poemas, así que debe de ser verdad lo que dices.

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  5. Ya sabes, Clares, es cuestión de hacerlo todo con atención y amor. Luego viene la capacidad. Yo, que no la tengo para la poesía, me conformo con hacer bizcochos (bajo la atenta supervisión de mi señora!). Gracias por tu visita.

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