Fenómenos
como el que ha acontecido, aunque poco frecuentes, no son desconocidos.
Santomera ya sufrió con anterioridad riadas de efectos demoledores: septiembre
de 1879 (800 muertos en Murcia y pedanías), septiembre de 1906 (31 muertos en
Santomera), septiembre de 1947 (11 muertos en Santomera). Como remedio a las
avenidas se construyó el pantano, terminado en 1966 –que probablemente nos ha
librado en la presente de mayores males-, y el encauzamiento de la rambla salada.
Para
más detalles, es interesante la página del Ministerio de Transición Ecológica
que recoge las sucesivas y numerosas riadas ocurridas en la región desde el año
1259: https://www.chsegura.es/chs/informaciongeneral/elorganismo/unpocodehistoria/riadas.html
Gozamos
en la actualidad de una gran ventaja: la predicción de los fenómenos atmosféricos,
que ayuda a que la catástrofe pueda ser anticipada, y en la medida de lo
posible conjurada. Como decían los antiguos, más cercanos a la realidad que
nuestra actual visión miope de la naturaleza, “cuando el agua viene, trae las
escrituras bajo el brazo”. Hemos edificado en ramblas, escorrentías y zonas
bajas, construido autovías y carreteras en parajes inundables con absoluto
desprecio del trazado de los cauces tradicionales, hemos obstruido torrenteras,
ramblizos y desagües naturales. Los consistorios de uno y otro signo que hemos
padecido han mirado para otro lado cuando los arribistas han construido en
medio de la huerta naves industriales sin más autorización que “el hecho
consumado”, ayudando a la degradación del medio.
Nos
sorprendemos de que cuando al cielo se le antoja soltar lastre –quizá aburrido
de nuestra insensata interacción con el medio ambiente-, lo haga siguiendo sus
leyes y no las nuestras. Nos limitamos a hacer la gracieta de dar al desastre
el nombre del santo o la virgen del día que, por cierto, poco interés suelen
tomar en el asunto.
En
Santomera, las autoridades y los grupos de acción implicados, corporación
municipal, bomberos, policía, guardia civil, UME, etc., han tenido una
actuación impecable, generosa y abnegada. Sin escatimar esfuerzos y olvidando
horas de sueño. El comportamiento del vecindario ha sido ejemplar. Los cuatro tontos autores de
noticias falsas y alguna alcaldesa de la Vega Baja desinformada e inconsciente,
son solamente actuaciones que confirman el viejo dicho bíblico “stultorum
numerus infinitus est”.
La
cuestión de fondo es si los responsables que hemos puesto al frente de la
gestión de los recursos públicos tienen los conocimientos y altura de miras adecuados
para ejercer una política eficaz al respeto. Si son conscientes de que nuestra
supervivencia y la de nuestros herederos depende de la gestión medioambiental
que hagamos y no del politiqueo partidario, trasnochado y pueblerino. Unas
palabras del director de la Confederación Hidrográfica del Segura, vertidas en
los primeros días del DANA, reconocían el mal estado de los cauces como
consecuencia de las restricciones motivadas por la crisis. Las próximas
elecciones nos brindan la ocasión de reflexionar detenidamente.
Algunos
municipios costeros han sufrido especialmente los efectos destructores de la riada.
Hasta los menos informados saben que el curso natural de las aguas es hacia el
mar, y no al revés. Si edificamos en ramblas y torrenteras difícilmente
podremos confiar en que las avenidas cambien su curso natural para respetar las
viviendas. Y si llenamos las playas del Mar Menor de toneladas de arena traída
de lugares remotos no debería sorprendernos que, en caso de avenida, el agua
las arrastre hacia el maltrecho fondo y acabe colmatándolo. Podemos maldecir a
la naturaleza inclemente, pero sorprendernos de sus exabruptos es de tontos. Máxime
cuando el cambio climático amenaza, según dicen los que de esto saben, con
hacer que semejantes fenómenos se conviertan en habituales.
Al
menos, serán predecibles y evitables en gran medida, si colaboramos con la
naturaleza y no pretendemos vencerla. Eso, como en tantas ocasiones viene
demostrado, resulta grave estulticia.
“Yo
he visto cosas que vosotros jamás creeríais” diría remedando al personaje de
Blade Runner, y como colofón dejo, este enlace con un artículo de Ángel Montiel
que conviene releer cada vez que caigan cuatro gotas.
Pues muy poco más hay que decir, porque lo has dejado muy clarito. Solo decirte que creo que los responsables no tienen ni los conocimientos ni la altura de miras necesaria y, de momento, como no cambie la situación, en los años venideros se repetirán los lamentos. Y seguiremos construyendo en zonas inundables. En Cartagena, nuestra alcaldesa, ha decidido construir en las Salinas, zona que debía proteger, pretende echarnos a nosotros de nuestras casas para construir en zona inundable, el Plan Rambla, pretende eliminar una zona del monte para construir viviendas... Bueno, sería un no acabar. En resumen, de momento esto no va a cambiar.
ResponderEliminarUn abrazo Mariano.
Lamentable pero cierto. Los politicos los ponemos nosotros, conviene reflexionar. Otro abrazo para ti, Yasira y muchas gracias por tu visita.
Eliminar