Relata Manolo Meseguer
(http://manuelmariameseguer.blogspot.com.es/2015/01/el-segundo-mandamiento-un-amigo.html),
que uno de sus conocidos musulmanes, afeaba el hecho de las portadas de Charlie
Hebdo teniendo en cuenta que en su religión la representacion de figuras
sagradas está proscrita, incluso penada por la ley en las naciones que tienen
la Sharia como código civil. Y que solo los dibujos de esos personajes ya
constituyen, a su modo de ver, una blasfemia.
A ese tenor, recuerda
Manolo la prohibición bajo pena de multa que existió -hasta no hace tanto
tiempo-, en muchos lugares públicos de nuestro país, dada la inveterada
costumbre de sus habitantes a los sonoros mecagondios
ante cualquier nimio contratiempo.
Y me llevan semejantes
comentarios, y otros muchos que en estos últimos días he leído, a la esencial
reflexión de que la blasfemia, o el simple hecho de citar el nombre de dios en
vano como dice la religión católica, ha de ser punto censurable para los
creyentes de esa religión concreta, no así para los de otra diferente y menos
para los que no tengan ninguna, que los hay.
Por tanto, y a diferencia
de los tiempos inquisitoriales de este país en los que la pureza de la práctica
religiosa era exigida a todos los ciudadanos sin distinción de opiniones ni
creencias, en el actual contexto, habremos de aceptar que sean blasfemos (pongo
por caso) los practicantes o dados de alta en la religión de que se trate y no
el resto. ¿Cómo se puede ofender a criatura alguna de cuya existencia no se
está seguro o se niega directamente? Parece un contrasentido. Y ¿cómo puede
sentirse ofendido nadie porque se nombre en vano (o de forma irrespetuosa u
ofensiva) a un dios que tiene herramientas suficientes para responder a la
provocación y no se molesta en hacerlo? Probablemente no le afectan demasiado
esos irrelevantes comentarios.
Un ejemplo, supongamos que
alguien cita en vano a Orus o a Anubis, afeándoles su mirada de halcón
peregrino al primero y su aspecto de zorro necrófago al segundo. No parece
probable que ningún seguidor de la religión egipcia vaya a sentirse ofendido
hoy, aunque durante 3.000 años fueran esas, practicas tan vigentes como algunas
de los tiempos actuales.
No se quiera desprender de
lo antedicho que apoyo o siquiera justifico la blasfemia o la falta de respeto
a otras creencias o dioses diferentes de los míos (si los tuviera). Son cosas
que considero ofensivas, de mal gusto, particularmente ociosas y perfectamente
evitables en una sociedad civilizada y respetuosa con los usos civiles, pero de
ahí a sentirse tan ofendido…