Caí en la cuenta de que era 27 de noviembre, pero ni idea de que tuviera que ver algo con el magisterio. Fernández, siempre locuaz, no estaba ese día de humor, así es que recurrí al fondo de empatía y le propuse un descanso propiciador en el banco del cercano jardín de ‘los cuarticos’.
Una vez las bolsas en reposo le di pie.
—¿Que tiene de especial el día?
—Me trae malos recuerdos, de tristes épocas pasadas.
—¿Tuyas?
—No,
de mi abuelo.
Fernández,
una vez que se pone en marcha, aboca. Es cuestión de escucha discreta.
—Era
maestro en época republicana, tenía 32 años, en la flor de la vida.
—¿Y?
—Lo
movilizaron, se tragó lo peor de la guerra. Por lo poco que supimos de él,
sobrevivió a los combates pasando toda suerte de penurias, estuvo en Brunete y
en la batalla del Ebro, acabó en la marcha hacia Francia, cautivo y derrotado. Fue a parar al campo de concentración de
Argelès-sur Mer, allí, se perdió su pista, la familia no volvió a saber de él.
Un compañero sobreviviente trajo las ultimas noticias. Puede que muriera en el
campo, o que se quedara en Francia ¿Quién sabe?
—¡Aquella
guerra estúpida!
—Fue
un disparate en el que todos perdieron. Lo peor fue después. Las familias de
los maestros ‘rojos’ fueron condenadas al ostracismo, como si no fueran
españoles igual que los demás. Años de represión sanguinaria.
—La
faena de los militares es acabar con el enemigo hasta que no quede rastro.
—Sí,
pero el enemigo era gente de su mismo país, hermanos, primos, familia, amigos.
—Entonces
no se miraron las cosas así. Era Caín contra Abel, hasta el exterminio.
—La
desgracia fue que tomaran el poder los militares.
—El
problema es que la Republica era un desastre.
—Sí,
pero era el gobierno salido de las urnas, un golpe militar nunca es legítimo, y
una vez instalado en el poder se acabaron las leyes democráticas. Se podía
haber solucionado de otra forma.
—Como
siempre, es cuestión de cultura y de información, por eso se dieron tanta prisa
en eliminar la tarea de los maestros, aquellas Misiones Pedagógicas...
—Así
tuvimos los cuarenta años de ‘paz de los cementerios’, lo que es menester es
que tomemos buena nota de ello para que no vuelva a repetirse nunca, que
tengamos memoria y no olvidemos la historia. Ya sabes ‘El pueblo que olvida su
historia…’
Un
poco cariacontecidos, recogimos las bolsas del condumio y cada mochuelo a su
olivo.
Qué triste, qué terrible y qué verdadero lo que relatas, Mariano. Memoria siempre.
ResponderEliminarGracias, Rubén. Luchemos por ello.
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