Los gobernantes
romanos en las diferentes fases políticas por las que atravesó la nación Monarquía,
Republica e Imperio, se aplicaron con tal denuedo a producir leyes que aún hoy
son la base de la legislación de muchos estados europeos. El estudio del
Derecho Romano es materia que por lo compleja y minuciosa sigue proporcionando
innumerables dolores de cabeza a los estudiantes de nuestras facultades. Después
de los romanos, siguieron los visigodos la misma tónica de abundancia
legislativa, esta vez conciliar; se cita, como ejemplo de inoperancia de la
legislación visigoda el excesivo volumen de normas reguladoras sobre los mismos
asuntos. La abundancia de leyes, como la de cualquier otra cosa, no resulta medida
de su excelencia, es preciso que sean también de calidad, es decir, justas,
oportunas y reflejo de la sociedad que pretenden regular amén de estar dotadas
del necesario presupuesto para que su implantación las haga viables. Dictar
leyes por meras razones ideológicas o represivas suele conducir a la ineficacia
y el ridículo.
Las leyes solo
se cumplen, son oportunas y culminan su función primordial de regular las
conductas de los ciudadanos cuando son justas y aceptadas sin reservas, proporcionando
a la sociedad los cauces adecuados para una adecuada convivencia.
Hemos vuelto,
por desdicha, a los tiempos de alternancia partidista en los años de Isabel II.
Puede que aquel sistema de gobierno respondiera a una exigencia histórica o a
una mera cuestión de supervivencia política, pero hoy las circunstancias
y los hombres son bien diferentes. Aquellos eran pactos entre caballeros
(especie en vías de extinción), cuyo primer compromiso era no echar por tierra
lo edificado por los adversarios políticos en el periodo anterior. Hoy
asistimos a todo lo contrario: unos y otros prometen a sus seguidores derribar
el edificio legislativo que no les parece adecuado en cuanto logren hacerse con
el poder. Así, como en una triste parodia de Sísifo y su peñasco, jamás daremos
por acabada la toma del Palacio de Invierno, nos interrumpiremos en el camino
teniendo que acatar nuevas reglas que se cambian a mitad del partido. En los
tiempos que padecemos, con unas administraciones sobredimensionadas, unos
reinos de Taifas cuyo ineficaz mantenimiento es insostenible, unos reyezuelos
locales que, en su megalomanía dilapidan nuestros ahorros en proyectos
ilusorios y ansían hacer del pueblo
ciudad, de la ciudad emporio y de la región nación, este vaivén legislativo es
solo otro más de los disparates que se ciernen sobre nuestro maltrecho
esqueleto.
Pluga al cielo
que logremos ver tiempos mejores.
Lo lamentable es que aquellos que cabalgan por alguna taifa insuflando aires de reconquista de forma tan irresponsable y sin ningún empacho, parece que les da igual soliviantar tanto los ánimos como para encender un peligroso fuego griego. Sí, ya sabes, aquél que una vez encendido ya no había dios del Olimpo que lo parase. Veremos.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Otro para ti, Jesús. Desgraciadamente, es así, pero lo único que nos queda es no perder el ánimo. Gracias por tu visita.
ResponderEliminarDifícil escapar al desánimo.
ResponderEliminarA pesar de todo, hay que seguir luchando contra él, Joaquín. UN ABRAZO.
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