Seguramente porque estamos en
periodo de “sequera”, que aflige de forma especial a los “medios” escritos, el
director de un periódico con el que colaboro esporádicamente, me solicita un artículo
sobre el aborto.
Y cuando me siento ante el
artilugio intentando reagrupar las ideas que al respecto tengo, me percato de que
por lo delicado y controvertido del asunto, debo ser cauto, no vaya a suscitar
las iras de buena parte de la parroquia. El margen entre opiniones contrapuestas,
según se ha comprobado en Argentina, no es demasiado ancho.
Me percato también de que es tema
en el que no es prudente aventurarse, por ser de la exclusiva competencia de las
mujeres que hayan de enfrentarse a tan difícil (y sospecho que nada agradable)
decisión. Si acaso, puede que estuvieran llamados a opinar, incluso que su
opinión pesara lo suficiente en la balanza, los corresponsables de la
situación. Y nadie más. Las diferentes y contrapuestas teorías sobre el
nasciturus y el momento en que le es otorgada el alma inmortal y su categoría
de persona, son todas respetables y cada una/o tiene libertad para adherirse a
la que mejor cuadre con sus creencias y situación.
Sí figura en el número de mis convicciones
que las leyes permisivas, a diferencia
de los otros dos tipos (imperativas y
prohibitivas), solo reconocen o
aclaran un derecho establecido, pudiéndose amparar en ellos cualquier persona
que lo desee, con entera libertad.
Me parece que el asunto debe
dejarse a la decisión de cada una de las
mujeres que se encuentre en ese trance, para que en conciencia tome las medidas
que crea oportunas. Y que deben dictarse la leyes necesarias que las amparen en
cuanto a plazos, procedimientos, lugares, etc. Me queda claro que a nadie puede
obligarse a abortar contra su voluntad.
No entiendo el afán de oponerse a
tales leyes, de colectivos que predican asuntos tan peregrinos y fuera de lo “natural”
como el celibato, la segregación de sexos, la exclusión femenina de puestos de
responsabilidad, etc., sin que nadie se lo reproche, más allá de la respetuosa opinión
a la que todos tenemos derecho. Creo que una sana forma de convivencia consiste
en que cada uno haga de su capa un sayo, y que cada mujer decida con entera
libertad, y amparada por el estado, sobre su cuerpo, del que es soberana.
Dicho todo lo cual, aconsejado por
quien bien me quiere, decido no enviar el articulo al director pretextando un
imaginario alifafe. No es prudente remover aguas turbulentas.
http://vegamediapress.com/not/16650/aborto/
http://vegamediapress.com/not/16650/aborto/
Muy bien,no entiendo tanta polémica...me muy correcto tu articulo.Bs
ResponderEliminarMe parece...jeje
ResponderEliminar¡Qué razón tienes, querido amigo! Es un tema tan espinoso, que a poco querer ya se están destilando opiniones. Un abrazo.
ResponderEliminarTienes razón, asunto espinoso y controvertido,pienso que quien toma esa decision que no debe ser plato de gusto para nadie tendrá sus motivos y su conciencia le dictará. Una vez tomada esa dificil decision debería poder hacerlo legalmente, ya se sentirá bastante mal como para hacerlo de forma clandestina. Dicho esto, antes de abortar creo que se podrían valorar otras opciones.
ResponderEliminarYo tambien, Pepa, creo que la mejor prevención contra el aborto es una buena formación sanitaria (a la edad que corresponda, cada vez más prematura), y los medios contraceptivos convenientes. Un beso.
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