Como sabéis, ayer cumplí los 18 años, y con ellos
llega mi mayoría de edad. Ya soy libre de tomar mis propias decisiones y por
ello quiero comunicaros que tengo la intención de abandonar el domicilio que
hasta ahora hemos compartido. De momento me voy a vivir con un colega que me
alojará a cambio de un modesto estipendio, al que puedo hacer frente con la
paga mensual que me tenéis asignada. Por lo que se refiere a la comida, no hay
problema, seguiré yendo a comer a casa (no me acostumbraría a otra cocina que
no fuera la de mamá) y aprovecharé las visitas para llevar la ropa sucia. Nadie
plancha las camisas como vosotros. El coche no lo voy a necesitar a diario,
pero conservaré las llaves por si me surge la ocasión. Ya sabéis que tengo que
matricularme en la universidad, así es que cargaré los recibos a la cuenta de
siempre. Me ha parecido que escribiros era un buen medio para evitar
discusiones.
Os quiere, Pablito
QUERIDO
HIJO
Con un doble sentimiento recibimos la carta que hemos
encontrado sobre la mesa de la cocina.
Por un lado, la sensación de que algo habremos hecho mal cuando a tan
temprana edad sientes la necesidad de dejar la casa donde te hemos tratado con
todo cariño. Por otro, la alegría y el orgullo de saberte capaz de tomar tus
propias decisiones. Es ley de vida que los pajarillos abandonen el nido y que
los padres aprendan a manejar sus últimos años en soledad compartida. Por lo
que se refiere a los pequeños detalles de tipo práctico, creemos que a la
decisión que tan sabiamente has tomado, han de acompañar otras complementarias:
buscar un trabajo que te permita subsistir con el nivel de vida que estimes
oportuno, ya que tu asignación caduca con el cambio de estado. Puedes
matricularte en los turnos de noche de la universidad y completar así la carrera
que más se acomode a tu gusto. Por lo que se refiere a la comida y el lavado de
ropa, ya no vamos a tener necesidad de cocinar, a nosotros nos basta con algo
ligero, ya sabes: un pescado a la plancha, unas verduras, y poco más; no
tendremos necesidad de guisar cada día. Hay una lavandería al final de esta
misma calle donde puedes llevar la ropa y seguramente te dejarán las camisas
hechas un primor. No te molestes en dar nuestra cuenta en lugar alguno; el
banco tiene orden de no atender pagos que no hayan sido expresamente
autorizados. Por lo que se refiere al coche, no hace falta que nos devuelvas
las llaves, están a buen recaudo: las hemos encontrado en el cajón de la
mesilla del cuarto que hasta ahora ocupabas. Seguro que el amigo que te da
cobijo estará dispuesto a prestarte su vehículo siempre que lo necesites.
Aquí sigues teniendo tu casa si quieres pasar a
vernos, y estaríamos muy honrados de visitar la tuya cuando lo consideres
oportuno.
Tus padres que te quieren:
Carlota y Pablo.
Parece el guión de una comedia cinematográfica, pero, lamentablemente, es fiel reflejo de la cotidiana realidad. ¡Qué magnífica habilidad tienes para deleitarnos con relatos costumbristas¡ Muy bueno, Mariano. Un afectuoso saludo para ti.
ResponderEliminarGracias, Jesús, otro para ti.
ResponderEliminarMuy bueno!!
ResponderEliminarGracias, Pepica.
EliminarDemasiados buenos son Carlota y Pablo por no solicitar la devolución del tiempo, preocupaciones, estipendios y demás gastos que ha ocasionado soportarlo esos fugaces dieciocho añitos. Como siempre el punto de mira en la diana, Mariano.
ResponderEliminarCreo que lo estan considerando!
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