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martes, 25 de abril de 2017

HOMBRES Y GUERRAS (Una reflexión irrelevante)

De la prensa: SOLDADOS RUSOS HALLAN MUNICIONES FABRICADAS POR EE.UU., ALEMANIA Y BULGARIA EN ALEPO, SUMINISTRADAS A LOS TERRORISTAS.


Cierta perplejidad se apodera del que esto escribe cuando percibe la extrañeza de tantos que se asombran por la permanente situación de guerra y sus subproductos (miseria, desolación, refugiados, muertes) que permanecen enquistadas en gran parte del mundo.
Y digo perplejidad porque parece que olvidamos cual es nuestro origen y, lo que es peor, como hemos llegado hasta este siglo, si no es a base de guerras y matanzas, sean estas territoriales, étnicas o de religión. Vivimos en una permanente ficción, queriéndonos convencer de que ‘esos tiempos pasaron’ y que la actualidad es cosa diferente, como si el código ético que hemos inventado fuera el nuestro y nos permitiera obviar el natural al que estamos sujetos desde nuestra aparición sobre el planeta y del que, a nuestro pesar, no nos hemos desprendido.
Hemos olvidado por completo (haciendo un gran esfuerzo para mirar hacia otro lado) que venimos de especies sujetas a la implacable ley de la naturaleza. Miramos nuestra película irreal y nos decimos ‘éramos fieras, pero ya no. Ya no existe la ley del más fuerte, sino la del más inteligente y más solidario’. Y nos quedamos tan tranquilos, como si el solo acto voluntarista fuera suficiente para imponerse a la realidad. Pero no es cierto. Basta echar una mirada a la historia. Si hacemos ‘un corte’ por cualquier época y en cualquier país, descubriremos multitud de guerras con uno u otro objetivo. Desde que eliminamos a los neandertales y nos quedamos sin competidores específicos, nos hemos empeñado en guerrear unos contra otros por unas u otras razones.
La opción, para la vida acomodaticia de los que hemos tenido la suerte de nacer ‘en la parte confortable’ del mundo, es mirar para otro lado, como mucho suscribirnos a alguna ONG que apadrine niños, animales o plantas y sentirnos satisfechos con ese gesto. Si los famélicos de otros países, atraídos por el espejuelo de nuestra ‘sociedad del bienestar’ intentan acercarse a nuestras fronteras (casi siempre con riesgo de sus vidas), empleamos la táctica inventada hace cientos de años: los muros, hoy bastante más eficaces que la lejana muralla china.
Y si los pobres deciden matarse entre sí, allá ellos. Los países ‘avanzados’ se limitan a enviarles armas al grupo de su preferencia (a veces a los dos) y a procurar que el conflicto se mantenga lejos de nuestra confortable vida, que bastante tenemos con nuestros problemas de exceso de calorías en la dieta, de un suministro eléctrico que nos parece caro, o de donde enviar nuestras basuras siempre crecientes.
Nada extraño desde que el mundo es mundo. Esta misma radiografía se podía haber hecho en cualquier momento del último milenio.




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