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martes, 3 de enero de 2017

JUDÍOS, RELIGIONES, Y ARBOLES DE NAVIDAD


Leo en la prensa que el rabino de uno de los más prestigiosos centros universitarios de Haifa, el Politécnico Technion, prohíbe a los estudiantes judíos que visiten las dependencias de la Unión Estudiantil, donde se encuentra instalado un árbol de navidad, por considerarlo un símbolo pagano que atenta gravemente contra el imaginario y las costumbres judías. Para el rabino Elad Dokow, la colocación del árbol es una afrenta a “la identidad judía” y un símbolo de “idolatría pagana”. “El árbol de navidad es un símbolo, no cristiano sino más problemático aún, pagano. La Halajá (ley religiosa judía) nos dice que, siempre que podamos, eludamos pasar por un lugar donde haya cualquier tipo de idolatría”, escribió en la página web Sruguim.
El caso ha desencadenado cierta polémica, ya que todas las autoridades religiosas judías no tienen una idea tan restrictiva de lo que significan los símbolos ‘paganos’ en relación con la ortodoxia judía. Así, el portavoz del Consejo de Obispos de Tierra Santa, Wadie Abunassar, condenó la decisión: “El rabino Dokow puede expresar su libre opinión, pero no interferir en la libertad de otros. También los que colocaron el árbol son personas libres. La sociedad israelí necesita respeto y tolerancia y no veredictos rabínicos que causen más separación”, declaró.
Y más allá de lo anecdótico que parezca elevar a categoría de símbolo religioso o pagano un modesto árbol de navidad, surge la reflexión de hasta qué punto los extremismos religiosos son capaces de perturbar la convivencia de las personas, basándose solamente en ideas, tradiciones o religiones, tan verdaderas o falsas como cada uno pueda considerar siguiendo su libre opinión.
Resulta curioso, o por lo menos digno de reflexión el hecho de que los mitos, de cualquier tipo que sean, necesitan para su sustento y reafirmación un número creciente de seguidores (‘somos muchos, todos creemos lo mismo, luego esa es la verdad’). La diferencia entre secta y religión es solamente una cuestión de número.
Si de verdad la religión fuera un problema de firme creencia, no serian precisos ni la expansión del número de adeptos ni la exclusividad de ritos y símbolos. Cuando uno está firmemente seguro de algo, de poco han de importarle las ideas u  opiniones de los demás.
Los judíos tienen la ventaja, (además de poseer la única religión verdadera), de ser el pueblo escogido por su dios. La primera de las ‘religiones del libro’, el judaísmo, reúne a unos 18M. de fieles, mientras que los cristianos suman cerca de los 2.000M. y los musulmanes alrededor de los 1.500M., por no hablar de los otros miles de millones que profesan diferentes religiones (Budismo, Brahmanismo, Confucionismo, etc.), o no profesan ninguna. El espectro es de considerable amplitud.
Al parecer esto de las religiones es asunto que trasciende jornadas de Yom Kippur, Acción de Gracias, Navidades, Fiestas del Cordero, y asuntos similares. Todas son verdaderas o falsas, según el color del cristal con que se mire, y una buena praxis para la convivencia imprescindible, en este mundo que compartimos todos con igual derecho, sería respetar las ideas de cada uno sin imponer las propias. Y concederle a las creencias y los mitos la importancia que realmente tienen.



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