Leo
en la prensa que el rabino de uno de los más prestigiosos centros
universitarios de Haifa, el Politécnico Technion, prohíbe a los estudiantes
judíos que visiten las dependencias de la Unión Estudiantil, donde se encuentra
instalado un árbol de navidad, por considerarlo un símbolo pagano que atenta
gravemente contra el imaginario y las costumbres judías. Para el rabino Elad
Dokow, la colocación del árbol es una afrenta a “la identidad judía” y un
símbolo de “idolatría pagana”. “El árbol de navidad es un símbolo, no cristiano
sino más problemático aún, pagano. La Halajá
(ley religiosa judía) nos dice que, siempre que podamos, eludamos pasar por un
lugar donde haya cualquier tipo de idolatría”, escribió en la página web Sruguim.
El caso ha desencadenado cierta polémica, ya que
todas las autoridades religiosas judías no tienen una idea tan restrictiva de
lo que significan los símbolos ‘paganos’ en relación con la ortodoxia judía. Así,
el portavoz del Consejo de Obispos de
Tierra Santa, Wadie Abunassar, condenó la decisión: “El rabino Dokow puede
expresar su libre opinión, pero no interferir en la libertad de otros. También
los que colocaron el árbol son personas libres. La sociedad israelí necesita
respeto y tolerancia y no veredictos rabínicos que causen más separación”,
declaró.
Y más allá de lo anecdótico
que parezca elevar a categoría de símbolo religioso o pagano un modesto árbol
de navidad, surge la reflexión de hasta qué punto los extremismos religiosos
son capaces de perturbar la convivencia de las personas, basándose solamente en
ideas, tradiciones o religiones, tan verdaderas o falsas como cada uno pueda
considerar siguiendo su libre opinión.
Resulta curioso, o
por lo menos digno de reflexión el hecho de que los mitos, de cualquier tipo
que sean, necesitan para su sustento y reafirmación un número creciente de
seguidores (‘somos muchos, todos creemos lo mismo, luego esa es la verdad’). La
diferencia entre secta y religión es solamente una cuestión de número.
Si de verdad la
religión fuera un problema de firme creencia, no serian precisos ni la
expansión del número de adeptos ni la exclusividad de ritos y símbolos. Cuando
uno está firmemente seguro de algo, de poco han de importarle las ideas u opiniones de los demás.
Los judíos tienen
la ventaja, (además de poseer la única religión verdadera), de ser el pueblo
escogido por su dios. La primera de las ‘religiones del libro’, el judaísmo,
reúne a unos 18M. de fieles, mientras que los cristianos suman cerca de los
2.000M. y los musulmanes alrededor de los 1.500M., por no hablar de los otros
miles de millones que profesan diferentes religiones (Budismo, Brahmanismo,
Confucionismo, etc.), o no profesan ninguna. El espectro es de considerable
amplitud.
Al parecer esto de
las religiones es asunto que trasciende jornadas de Yom Kippur, Acción de
Gracias, Navidades, Fiestas del Cordero, y asuntos similares. Todas son
verdaderas o falsas, según el color del cristal con que se mire, y una buena
praxis para la convivencia imprescindible, en este mundo que compartimos todos
con igual derecho, sería respetar las ideas de cada uno sin imponer las propias.
Y concederle a las creencias y los mitos la importancia que realmente tienen.
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