Advertido por mi esposa de los
perniciosos efectos que el sol estival pueden causar en pieles sensibles como
la mía, me dirijo a la farmacia habitual en búsqueda de los remedios adecuados.
—Buenas, deseo una crema
protectora.
—¿Para la cara o para el cuerpo?
—Para ambos
—Es que no es lo mismo, para la
cara es una cosa y para el cuerpo otra.
Reflexiono.
—Para la cara.
—¿De qué factor?
—Pues…
—Se lo digo porque eso depende de
la frecuencia con la que se vaya a poner la crema. Si lo hace cada poco tiempo,
un factor bajo, si es una sola aplicación, factor alto.
—Factor alto.
—¿Para pieles grasas o secas?
—Pues…
—¿Es para usted?
—Sí.
—Piel seca. ¿La quiere con
colágeno?
—Pues…
El hombre me examina con
detenimiento. Observa mi breve frente y se detiene, minucioso, en la oscura flacidez
de mis mejillas.
Concluye:
—Mejor sin colágeno. ¿En tubo o en espray?
—Pues…
—En espray, que es más fácil de
aplicar. ¿Tiene alguna preferencia?
—Pues…
—Mire, lo más novedoso para hombre
son estas dos: una es con base de caviar y la otra con extracto de placenta.
Las dos son muy buenas y las dos vienen en espray. Esta –señala la de caviar-
es un poco cara, pero vale la pena, es más densa y sus efectos más prolongados.
—Bueno, póngame las dos. A lo mejor
le gusta alguna a mi mujer.
—No, estas son para hombre, para
mujer tengo aquellas de allí.
Señala una estantería repleta de
cajitas de colores.
—¿No es lo mismo para hombre que
para mujer?
El boticario sonríe con aire de
conmiseración.
—¡Que va, hombre, como va a ser lo
mismo! Los hombres y las mujeres tienen pieles diferentes.
—¡Ah!
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