Amanece
cuando Homo se despereza y mira a su alrededor. Los rayos de sol han comenzado
a filtrarse por entre las altas copas de los arboles en la selva de Tanzania.
El resto de los miembros de la horda permanece aún en los nidos, fabricados
para pasar la noche. Sus tres hembras se han situado cerca y comienzan a
moverse. Alguna, más alejada, amamanta su
cría. Comienza un nuevo día, una dura aventura en busca de alimento y en
defensa del territorio que les proporciona cuanto necesitan…comienza el estrés,
aunque no sepan todavía qué es eso.
Después
de muchas aventuras y peligros, de los que no siempre sale airoso, unos cuantos
siglos más tarde (V aC)., Homo se ha desplazado hasta la franja comprendida
entre los ríos Tigris y Éufrates. La ciudad de Ur mantiene la hegemonía sobre
los otros poblados de alrededor. En las duras luchas mantenidas contra los
invasores, ellos mismos han resultado ocupantes de otras tierras. Sus dioses
están satisfechos, son potentes y acaban siendo asimilados por los pueblos
invadidos. Los cortos periodos de paz sirven para fraguar alianzas que
conducirán a nuevas guerras; las invasiones territoriales acaban siendo
conquistas de los dioses…Los hombres más fuertes ganan porque a su lado combate
el dios más fuerte.
Pasa
el tiempo. Estamos en el año 1290 aC. Homo se ha desplazado hasta Egipto. Ramsés
II emprende sus expediciones hacia el país de Canaán, luego guerrea contra los
Hititas, después contra el reino de Kush, al fin la batalla de Kadesh que lo haría
inmortal en la memoria de los hombres a través del Poema de Pentaur.
Homo
será fenicio, griego, romano… asistirá a las peleas de las gentes en nombre de
los dioses que van apareciendo: Moisés contra los idolatras, Moisés contra
Cristo, Cristo contra Mahoma, todos contra todos. Los dioses tienen ciudades
comunes, como Jerusalén, pero en ellas
es donde se realizan las mayores matanzas en sus nombres: romanos contra
griegos, griegos contra judíos, judíos y sarracenos contra cristianos…, y los
dioses animando el cotarro, propiciando la destrucción, el exterminio del que
cree en un dios diferente. Todos los otros son falsos.
En
la Edad Media aparecerán, en Europa, los movimientos Cátaros o perfectos, las
gentes que buscan la sublimación de la creencia, apartándose del mundo y de la
religión oficial; quieren un mundo nuevo y diferente, en paz. Pero para luchar
contra las utopías están los Simón de Monfort; los albigenses acabaran siendo
exterminados y arrasado su último refugio en Montsegur. Más guerras y
exterminios en nombre de dios. Homo lleva guerreando desde su aparición sin que
haya logrado consolidar nada. Fronteras movedizas, etnias extinguidas, todos
los avances, todos los inventos se dedican a mejorar los sistemas de exterminio.
Y la historia sigue. Los pueblos guerrean contra sus vecinos con los dioses al
frente. Santiago el apóstol ayudara eficazmente a nuestros antepasados contra
la sarracina
Pasa
el tiempo inexorable. Homo se ha vuelto moderno, es capaz de fabricar
artilugios con los que domina el cielo y el mar, pero los emplea contra sí
mismo y sigue matándose. En la II Guerra Mundial, caen cincuenta millones, en
la primera “solo” habían muerto diez. El progreso es notable. El dios de los
judíos está de capa caída y su pueblo casi exterminado.
En
los tiempos actuales, Homo se ha diversificado de forma notable (quizás esa es
una de sus estrategias de supervivencia). La diferencia entre las formas más
cultas y las más atrasadas no solamente no ha disminuido, sino que se ha hecho
abismal. Junto a ejecutivos de ipac, videoconferencia, y vuelos en jet privado,
sobreviven aborígenes en Australia, bosquimanos en el Kalahari, tuareg en el
Tasili o inuit en las tierras heladas de Groenlandia practicando aún una
economía de subsistencia, sin haber rebasado los estadios de caza-recolección
de hace cinco mil años.
Pasan los hombres, siguen las
inútiles guerras, como desde el principio, por la ocupación de los territorios
y en nombre de los dioses. Solo Homo, el gen, sobrevivirá… hasta que la
humanidad termine con ella misma.
Es la triste realidad del genero humano. La lucha continua. La guerra, no por la supervivencia, como hacen los animales, si no por el poder y el egoísmo. No aprendemos y cada vez la destrucción es mayor las nuevas tecnologías. Estamos asistiendo a degeneración de los valores y eso es una de las causas que nos llevara al exterminio de la humanidad.
ResponderEliminarAgradecido por tus artículos. EL TITO LUIS
"Pasa el tiempo inexorable. Homo se ha vuelto moderno, es capaz de fabricar artilugios con los que domina el cielo y el mar, pero los emplea contra sí mismo y sigue matándose."
ResponderEliminarCreo que no se puede explicar de manera más breve y mejor la idiotez contemporánea de la "suciedad" en la que vivimos.
A pesar de todos los avances, no avanzamos en nuestro interior, que siembra la violencia a diestro y siniestro, en una pulsión suicida nada recomendable.
ResponderEliminarMenos mal que el último mono de vez en cuando realiza hermosos actos. Eso nos salva y nos reconforta.
Mariano, este asilo es un oasis entre limoneros y libros. Me gustaría asilarme en estas estancias repletas de buen saber y buena prosa, así que, con tu permiso, aquí me quedo.
Enhorabuena por el blog. Me ha encantado.
Un beso.