Tengo por cierto, Sr. Presidente, que habrá Ud. leído mi primera (ver entrada de este blog correspondiente al martes 28.02.2012: SEÑOR PRESIDENTE) con la atención que se merece y que, me consta, suele conceder a los asuntos de importancia. No soy yo de los que creen que sus habituales silencios en temas de capital relevancia respondan a ese mal entendido galleguismo del laissez faire, laissez passer que los malintencionados le atribuyen. Muy al contrario, creo que son producto del carácter meditativo y discreto de que, afortunadamente, está Ud. bien dotado.
El motivo de la presente es comunicarle -por si hubiera quedado inquieto o desasosegado debido a las razones que le exponía en mi anterior-, que he hallado la solución a buena parte de los males que nos afligen en estos delicados momentos. Y puesto que el destino en forma de urnas le ha puesto a Ud. al timón de la patria, se los brindo con el desinterés que caracteriza a un buen patriota.
En otra entrada de este blog (cuya lectura le recomiendo encarecidamente) ya enumeraba, con mi perspicacia habitual, los elementos a conjugar para acabar con la dichosa crisis. (ver entrada correspondiente al 30.12.2010, VENTUROSO 2011). Ahora abundo en la misma dirección recomendándole la atenta lectura del anuncio que aparece en un periódico de mi localidad estos últimos días. En él encontrará Ud. un remedio para cada una de las desdichas que nos afligen en la actualidad:
Para causas perdidas y asuntos desesperados: encomendarse a San judas Tadeo.
Para grandes milagros, no hay como San Vicente Ferrer.
Para enfermedades de garganta: San Blas.
San Isidro proporciona buenas cosechas, que falta nos hacen, y San Felipe Neri puede resultarle eficaz remedio contra la depresión, cuya afilada garra estoy seguro debe acecharle en algunas ocasiones.
En caso de que decida Ud. atacar el drama del paro que amenaza con sumir a una gran parte de este país en la más negra desesperación, nada tan fácil como encomendarse a San Pancracio, cuya influencia en el sector es bien conocida por cualquiera que haya visitado ciertos locales que abundan al borde de las carreteras de nuestro país. Más si, oportunamente dispuesto en cualquier repisilla de su despacho, le coloca Ud. o alguno de sus ayudantes, con frecuencia semanal, un ramito de perejil. Le garantizo que es mano de santo.
Santa Ana, patrona de las embarazadas, puede ayudarle en el asunto de la modificación de la ley del aborto y aminorar los disparates de la “violencia estructural” del Sr. Ruiz Gallardón; y San Antonio de Padua (especialista en la búsqueda de objetos perdidos) le resultará eficaz ayuda para encontrar el rumbo (hoy perdido) de la nave que pilota. Puede quitarse el problemón de la hipotecas ninja, recomendando a los sufrientes que se coloquen bajo el mando protector de San Onofre, que se dedica a proporcionar casa propia.
En mi tierra, estamos acostumbrados desde hace muchos años a sufrir inclemencias políticas y sequías pertinaces. A las primeras no hemos podido todavía encontrar remedio, pero contra las segundas hemos luchado (y triunfado) en numerosas ocasiones con las rogativas de nuestra patrona y la intercesión de S. Elías, santo hidráulico y muy milagrero. Ya ve, Sr. Presidente, que todo tiene solución en esta vida, y que encomendándose a las alturas de forma conveniente, podremos salir adelante. Con lo demás, es cuestión de seguir recortando a troche-moche hasta que no quede ni el famoso Tato.
Por mi parte, con la que está cayendo y temiendo que pueda venir más gorda todavía, me coloco bajo la égida protectora de Santa Bárbara, eficaz remedio contra las tormentas, como de todos es sabido.
Mis saludos respetuosos, señor Presidente.