Mi familia no es cristiana, ni mi
marido ni yo somos creyentes. Él, más valiente o menos perezoso, ha optado por
el trámite de la apostasía, yo lo tengo pendiente, lo haré un día de estos, no
me gusta que me manipulen ni me incluyan en censos trucados. No hemos bautizado
al hijo que adoptamos, pero le enseñamos la Historia en general y la de las
religiones en particular. Le animamos a que tome, en el aspecto religioso, la decisión
que le parezca más oportuna cuando llegue el momento. Las opciones son
múltiples, por suerte: judío, cristiano, moro, budista, hindú, etc., o ninguna
de ellas, como sus dos padres.
Dice, el Sr. Rouco, heredero de
las tácticas inquisitoriales del converso Torquemada, que solo hay una familia:
la que su religión propugna, con exclusión de cualquier otra. Y quiero decirle
que está por completo equivocado, que ya no vive en los tiempos en que su cofradía
era parte del poder y se permitía dictar las normas morales; que hoy pertenece
a un país moderno y aconfesional en que la religión que practica con legitimo
derecho es solo una más de las opciones que tenemos los ciudadanos. Que la familia
que conoció en su juventud es solo una de las variadas opciones que hoy existen;
que en este país hay ciudadanos que pertenecen a otras confesiones religiosas,
tan respetables y verdaderas como la suya, y otros, como es nuestro caso, que
no pertenecemos a ninguna; que existen otra serie de unidades familiares tan
dignas y respetables como las que considera únicas: monoparentales, heterosexuales,
homosexuales, etc., a las que la ley, con toda justicia, concede la misma
categoría y derechos que a la que él propugna como exclusiva opción.
Nadie se empeña en imponerle a su
colectivo normas diferentes a las que siguen, y respeta las suyas como opción
legitima que son, pero no estamos dispuestos a admitir tanta injerencia, falta
de educación y civismo como la que manifiesta al atreverse a cuestionar normas
y formas de vidas distintas de la suya. Creo que se debe olvidar ya la
desafortunada frase “El que no está conmigo está contra mí” (Mat. 12.30) que me
parece más un error de transcripción de su libro santo que una muestra de la
caridad que se le atribuye. Miedo da pensar si en sus manos volvieran a estar
la exclusiva de la moral y el uso de los hierros contra réprobos que tan bien
retrata Umberto Eco.
Haga Sr. Rouco, lo que le parezca
más oportuno dentro de la legalidad vigente, predique la familia que le parezca
conveniente, defienda el celibato y la exclusión femenina de los puestos
relevantes de su iglesia, secta o como quiera que se considere, pero tenga la
decencia de no abrasarnos más con unos juicios y unas recomendaciones que nadie
le pide.
Acabo con unos renglones del
libro de Antonio Muñoz Molina, Todo lo
que era sólido, cuya lectura le encarezco:
“No tengo nada contra la religión
o contra el creacionismo. Allá cada cual con sus creencias. Tan solo prefiero
que las leyes me defiendan para que los partidarios de cada una de ellas no
tengan la potestad de imponérmelas.”
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ResponderEliminarSiempre fue un duro oficio aquel en el que se debía llevar un carro repleto de máquinas sofisticadas para el martirio por el cual se condenaba a inocentes. Mariano, permíteme que le cuente una historia a este aprendiz de su creado y modificado dios en la Tierra, el nuevo inquisidor Rouco. Recuerde Sr. Rouco: cuando murió Copérnico y empezó a circular su libro sobre sus complejos cálculos astronómico y demostración de que la Tierra giraba alrededor del Sol, fue eliminado, quemado y anatemizado el texto, quemado el sacerdote Giordano Bruno y obligado hasta la perversa humillación a Galileo Galilei a la negación de sus clarividentes teorías porque se oponían a las escrituras sagradas. Sí, esas que escribieron y reformaron en la jaula de grllos del <Concilio de Nicea. Tres siglos y medio después de estos injustos y nefastos acontecimientos, el Vaticano se arrepintió de haber asado vivo a Giordano Bruno y se retractó parcialmente de la humillación de Galileo, ¡ojo! sin justificar sus teorías. Al tiempo que perdonaba a estos herejes subía a los altares y hacía santo al cardenal de la Inquisición Roberto Bellarmino, que acusó y sentenció a Bruno y Galileo. San Roberto debe estar a la derecha en el cielo, como Rouco está en la tierra a la derecha más perversa y malvada de la historia de su secta. Gracias, maestros de la verdad, de la bondad y de la libertad. Vuestras obras serán recompensadas en ese lugar al que llamáis infierno de podredumbre y fetidez.
ResponderEliminarUn abrazo, Mariano.
Eso es lo terrible, Antonio, que si pudieran. sacaban de nuevo a pasear los hierros al rojo y ahí canta la parrala todo el mundo. El peligro nunca se conjura, solo se mantiene alejado, y a veces no mucho. Un abrazo.
EliminarLos católicos imponen , excluyen (la Cospe: "Es el PP o la nada"), y llaman "pecado" a lo que absuelven como sus propios delitos.
ResponderEliminarComo siempre, Marisa, o nosotros o nada, "El que no está conmigo...." Los fundamentalismos son así, todos. Un abrazo.
EliminarEs una pena, ya que gente con la mentalidad inquisitoria de Rouco están consiguiendo lo contrario de lo que proclaman, es decir, que nos desvinculemos cada vez más de la religión católica; y eso creo que también es contrario a lo que propugna la propia religión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Joker
Bienvenido, Joker, sigue deleitandonos con tus producciones. un abrazo.
EliminarMuy buen desarrollo. Excelente enfoque Mariano, como es tu costumbre. Felicitaciones.
ResponderEliminarGracias, Lourdes, un placer que pases por aquí.
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ResponderEliminarPerdon si alguien se siente ofendido, para nada es mi intención totalmente deacuerdo,libertad para todos,¡pero para todoss¡, Que no seamos la intereconomia en version ofensiva roja inminente.
ResponderEliminarAmén!
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