El generalito
apolítico murió en la paz del Señor hace ya años y el inocente pueblo, salvado
de la masonería los judíos y el comunismo que lo había aplaudido con devoción
durante los últimos cuarenta años, giró la cara esperanzado hacia los nuevos
líderes. Provenían de diferentes tendencias, pero se pusieron de acuerdo para enmendar
todos los yerros sociales propiciados por aquella dictadura que,
sorprendentemente, resultó que nadie había querido y mucho menos jaleado nunca.
Toda la nación –con pocas excepciones- se había pasado aquellos años corriendo
ante “los grises”.
Los padres de
la Patria resucitaron el espíritu de la Carta Magna, olvidado desde 1912 y nos
dispusimos a vivir con alegría renovada la Democracia. Adiós a la injusticia,
adiós a la corrupción y al amiguismo, bienvenida la separación de poderes, viva
el pueblo soberano.
Otros cuarenta
años después resulta que estos mismos personajes y sus partidarios se han visto
inmersos en escándalos de corrupción multimillonarios que han dejado el país
hecho un solar. Se han llevado a Suiza hasta las alcancías de los niños con una
desfachatez difícilmente superable. Mienten como bellacos ante las instancias judiciales
y los medios de comunicación con atrasados y diferidos. Hacen gala de una
caradura que envidiaría el del Rostro Impenetrable.
Y si el asunto se pone feo no hay más que dejar que el tiempo se ocupe de las
prescripciones o que el Ejecutivo extienda el velo misericordioso del indulto.
Entre colegas no nos vamos a hacer daño, se dicen. Hasta las más altas
instancias de la nación se ven envueltas en escándalos, corruptelas, cacerías
ignominiosas y paseíllos ridículos.
Los ex líderes
de unas y otras formaciones y sus pelotas de primer y segundo nivel, ya
retirados de los affaires políticos,
disfrutan de los pingües salarios que amañaron con astucia, en empresas
privadas, durante sus años de poltrona. Se pasean por el mundo dando
conferencias y teorizando sobre las mismas soluciones que no aplicaron durante
sus mandatos respectivos. Las grandes compañías energéticas, inmunes al color
político de sus benefactores, los acunan en sus consejos de administración y
adormecen sus conciencias –si las tienen- a base de abultados sobres mensuales.
Los mismos que llenan con las recaudaciones forzosas de los abonados cautivos.
Y todavía se
permiten estos caballeretes sacar la cabeza cuando la ocasión lo permite, para
aconsejar con ademan melifluo sobre lo que debemos hacer y pontificarnos sobre
lo divino y lo humano. Contemplan la crisis que nos devora desde el confortable
ambiente de sus despachos sin tener pajolera idea ni siquiera de lo que le cuesta
al vulgo un café.
Desdichado
país, en estos tiempos en que ya no son posibles las revoluciones.
¿Murió en la cama Alonso Quijano o Don Quijote? Pues, eso.
ResponderEliminarNos movemos en círculos, o mejor dicho nos mueven. Cambian paisajes, decorados y nosotros ilusos, nos creemos reencarnaciones. Buen dia
ResponderEliminarMientras los ciudadanos sigamos ejerciendo de ovejas, los pastores seguirán ejerciendo de políticos.
ResponderEliminarBravío y oportuno
ResponderEliminarTodo lo que tocan lo envenenan. Sin más que decir Mariano. Un abrazo grande.
ResponderEliminarMariano, la inoportuna aplicación de dos palabras, que cuando se rozan saltan chispas, "cortesía política", son el ejemplo fiel de la incapacidad de vivir en un sistema social coherente y pensado para todos. Esta crisis, que ni mucho menos ha acabado, como cuenta el mago de los polichinelas, está demostrando la ruindad de quienes nos enseñan a tener tanta desfachatez, tanta poca vergüenza, tanta miseria admitida y callada, tantas cifras imaginarias y tantos ineptos juntos. Sí, es una lástima que no haya un clamor que propicie que este gallego sabedor de nada e inútil en todo, no monte en un avión y desaparezca como ha logrado hacer su equivalente en Ucrania.
ResponderEliminarUn abrazo Maiiano.
¡Muy bien!
ResponderEliminarA ver cuando somos capaces de acabar con esta casta que nos está chupando la sangre a todos.
Un abrazo.