Nota preliminar: la hermosa fotografía del “viejo azul” de Cabopa fue
la inspiradora de este relato. Así, cualquiera.
Se
avizoran como manchas blanquecinas acunadas por un mar de movimientos suaves. La
brisa marina, que arrastra el perfume acre de las montañas blancas, los
envuelve en una neblina de sales. Diríase una bandada de gaviotas con el buche
ahíto que flotan reposando tras la abundosa cacera. A medida que me acerco, van
cobrando forma y se hacen más grandes los huecos entre ellos. Ahora se percibe
que están alineados con rígida disciplina, borneando alrededor de las estachas
que los ligan a 'muertos' invisibles. A su voz de mando, la suave brisa mañanera
los ha colocado en la misma dirección y si el viento rola, ellos obedientes, cambian
de posición al unísono. Cabecean queriendo hundir las proas afiladas en el agua
apenas rizada, buscando el rico alimento de algas que verdea en el fondo, como
si de una pacifica manada de ovejas se tratara. Casi todos están pintados de
colores claros hasta la línea de flotación. Por debajo se perciben las
adherencias de caracolillos y obas decorando los cascos.
En
algunos, el paso del tiempo y el abandono es manifiesto. A la distancia justa
del muro que retiene el agua mansa hay un viejo bote pintado de un azul ya
desvaído. Sus movimientos parecen más pausados. Como un viejo perro de caza inútil,
la proa, chata y desgastada oscila perezosa a cada ola diminuta y las bordas, llenas
de erosiones, hablan de muchas jornadas de pesca llenas de fatigas. Uno de los
escalamos ha desaparecido y el otro, adelgazado como un lápiz, apenas sería
capaz de sujetar el estrobo de cáñamo ensebado que impulsa el remo. Las
cuadernas agrietadas dejan entrar el agua que bate en su panza redonda un
caldete salobre y verdoso en el que nadan trozos de redes y tablas viejas
cagadas por las gaviotas. Se trata de un barquichuelo auxiliar ahora abandonado
por mor de nuevas técnicas, uno de esos residuos que el progreso inexorable va
dejando en pos de sí con crueldad indiferente, un resto que nadie se atreve a
destruir pero cuya función en el mundo ha terminado; un viejo desecho sin lugar
bajo el sol, como tantos otros.
Cuando paso cerca, me detengo
por un momento a contemplar sus amuras remendadas con maderas rescatadas del
mar. Observo, con pesar fraterno, los desconchones que revelan capas de pintura
de colores diferentes y me gusta imaginarlo en plena juventud, arrogante y bizarro,
acudiendo presuroso a la faena en los amaneceres brumosos de La Encañizada.
¡Quién sabe cuántas cajas de sabrosos langostinos, de galupes, doradas o magres
habrá traído a tierra el viejo bote!
A
veces, en mis momentos de calma, me imagino flotando sobre las aguas quietas, como
el viejo azul.
Un entrañable relato que canta a toda una vida de trabajo y trajines, de dócil navegar con sus amigos de siempre, aquellos pescadores que van desapareciendo lentamente. Como expresas en esta prosa poética, Mariano, el implacable tiempo destruye por igual las fuertes cuadernas como la voluntad de persistir en trabajos tradicionales. Un bello mar sereno y una brisa que concede el poder de ese lento y atractivo cabeceo a las pequeñas barcas auxiliares. Excelente, Maestro.
ResponderEliminarUn abrazo, Mariano.
Ya sabes, tempus fugit, nos guste o no. Y se queda uno arrumbado, ley de vida!
EliminarMariano Sanz + Cabopá = Éxito asegurado
ResponderEliminarMás por Cabopá, yo solo pongo la letra, lo importante es la música.
EliminarLogrado y melancólico poema a la decadencia; a los que hemos tenido barco durante años nos cala hondo. Si pensamos como y donde estará el patrón del viejo bote, nacido para navegar, solo nos queda decir con Góngora: dexame llorar
ResponderEliminarorillas del mar
No lloro porque ya hay mucha agua, que si no...Un abrazo, pollo.
EliminarTan sólo repito aquí algunas de las palabras que saqué del azul de tu texto y las guardé en mi nasa de pescar: acre, ahíto, estachas, rolar, obas, bordas, escalamos, amuras.
ResponderEliminarTe las cedo como si fueran tuyas, Juan, por fortuna en eso si que podemos ser millonarios: Un abrazo.
Eliminarentrañable observación con ojos de curtido marinero.
ResponderEliminarDe vez en cuando las musas se muestran propicias con los aficionados...
EliminarNo soy experta en nada,a lo mejor en emociones,pero te aseguro que logras que salgan a flote las que permanecían dormidas....
ResponderEliminarMe alegro mucho de avivar rescoldos, es de las pocas satisfacciones que podemos permitirnos en estos tiempos, trasladarnos a mundos diferentes...
EliminarNi el mismo Azorín describiendo. ¡Qué bárbaro!
ResponderEliminarColorao como una amapola extemporanea en estos fríos...
ResponderEliminarUn relato "con lugar bajo el sol" verás que he quitado el "sin" porque tus letras han llenado de hermosura esa fotografía. La has perfumado de palabras que saben a mar, neblina, brisa, viento, afiladas proas y abigarrados caracolillos.
ResponderEliminarNo faenará el viejo bote pintado de azul, pero tú lo has llenado con la mejor faena, escribir sobre el y los aconteceres de la vida que se acaba.
Mariano amigo, es un relato magnifico, qué bien escribes.
Todo un placer haberte servido con mi aportación fotográfica, ya sabes, cuando quieras sólo tienes que decirlo.
Besicos
Muchas gracias, amiga. Ya sabes, a veces suena la flauta...Un abrazo.
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