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martes, 17 de noviembre de 2020

PARASANGA


Para Guillermo y Cuchi, con los que recorrimos muchas parasangas.

Estoy seguro de que a muchos de Uds. Les habrá pasado alguna vez lo mismo que a mí: de pronto, sin venir a cuento, una palabra cualquiera a veces con sentido, las más de las veces sin él, se instala en la cabeza y los replicantes misteriosos que alberga nuestro cerebro se encargan de que aflore de forma repetitiva —sin que venga a cuento ni que sepamos por qué—, en los momentos más insospechados. La llevamos, de un lado para otro como un equipaje indeseable que alguien nos ha colocado de matute. Nos sorprende y nos inquieta, como siempre que experimentamos un fenómeno interior del que no somos plenamente responsables, como si otro yo travieso y movedizo se entretuviera en hacer jugarretas desde el interior de nuestro cerebro. El caso nos lleva, una vez más, a preguntarnos qué clase de mecanismos ignorados funcionan dentro de nosotros sin que seamos capaces de manejarlos.

Hace poco me ocurrió uno de esos fenómenos con una palabra que ni siquiera figuraba en mi repertorio habitual: parasanga. Sabía que la había visto escrita en algún sitio pero había olvidado por completo donde y, desde luego, cuál era su significado. Apareció como por ensalmo en mi cabeza y su sonoridad inquietante me llenó durante varios días. A los primeros momentos de sorpresa sucedió un periodo de calma expectante, decidí con la paciencia de sabueso que proporcionan los años, dar jaque a mi cerebro hasta que me desvelara alguno de los entresijos por los que se deslizaba aquel pensamiento escurridizo.

Según recordé, la palabra había surgido varios días atrás, pero su recuerdo se hizo más intenso, acuciante, cuando el ferry en el que viajaba se aproximó al puerto de Tánger. ¿Relación entre Tánger y parasanga? Ninguna, al menos a primera vista. Lo último que había leído como prolegómeno del viaje fue la obra de León el Africano Descripción de África, pero allí, que yo recordara, no estaba la parasanga. Habría que dar otro rodeo. Para el trabajo que me traía a Marruecos había ojeado también la vida de Ibn Batuta, cuya tumba me proponía visitar en la Medina de Tanger. Al pensar en Ibn Battuta me vino a la cabeza otro Ibn, y su teoría de que la cuarta generación malbarata y destruye lo que han edificado las tres anteriores. Recordé que la parasanga tenía algo que ver con Ibn Jaldun, autor de Al-Muqaddimah. La vi, situada a media página de un libro, subrayada en una primera lectura que había hecho de forma precipitada. El aire cortante del Estrecho me golpeaba la cara refrescándome las ideas; a medida que el barco se aproximaba a puerto el círculo comenzaba a cerrarse. León el Africano, Tánger, Ibn Battuta, Ibn Jaldun. Por fin, apareció en mi cabeza la fotografía con el libro y la página: dice Ibn Jaldún en su Segundo Discurso Preliminar:

La parasanga equivale a doce mil codos, haciendo tres millas, porque la milla tiene cuatro mil codos de longitud; el codo equivale a veinticuatro dedos; el dedo tiene la medida de seis granos de cebada, alineados el uno al lado del otro, anverso con reverso.

¿A que a usted también le ha sucedido algo similar en alguna ocasión?



 

 

2 comentarios:

  1. Estamos a muchas parasanga,creo,jiji,que viaje tan estupendo,y que bien escribes...un beso enorme

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    1. ja ja, es cierto. Nos veremos en cuanto nos den permiso para reducir las parasangas. Escribir bien es facil cuando los modelos que lo inspiran son tan estupendos. Muchos abrazos virtuales.

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