El Cacaseno estaba en las últimas
hojas del periódico cuando llegamos. Pasó apresuradamente las páginas de
anuncios de “Chicas y chicos” que siempre me parecieron impropios del primer periódico
de esta región, fingió entretenerse en el artículo de Manuel Alcántara –según
él lo mejor de la publicación-, y se lanzó en picado sobre Juan de la Cirila.
—Estarás contento, por fin enseñan
la patita los tuyos. Vaya éxito de Vox, por lo menos diez mil personas
aplaudiendo a rabiar en el mismo bastión que rojeras y podemitas hicieron antes.
—Pues mira, Cacaseno, aún no me he
apuntado, pero lo estoy considerando muy seriamente. Ya era hora que se
recuperara la esencia de lo que ha sido nuestra patria desde siempre y que nos
dejemos de tanto libertinaje que lo único que hace es pervertir a nuestra
juventud, carente de valores.
—Claro, y fuera matrimonios
homosexuales, penas para transexuales, nada de libertad de culto y desfiles gay,
volvamos a una grande y libre, el idioma del imperio y la unidad de destino en
lo universal. Te ha faltado nombrar la momia y el yugo. ¡Y de república ni te
digo!
—De tu república no me hables, mira
como acabó, quemando iglesias y matando religiosos que no habían hecho mal a
nadie.
—Mala cama tiene el perro
–interviene Fernández- llevo oyendo hablar de las mismas cosas hace tantos años
que ya me aburren. Parece que no vayamos hacia adelante, sino hacia atrás, como
los cangrejos azules que han invadido el Mar Menor.
—El Cacaseno, que me pica el
billete…, aduce Juan de la Cirila.
—Y tú –arremete el Cacaseno-, que
parece que te hayas quedado en el siglo pasado. Lo único positivo que encuentro
es que ya sabemos dónde están y cuantos son los ultramontanos. Ya tuvimos
bastante represión y autocensura durante cuarenta años. Ahora es tiempo de
mirar hacia adelante, no hacia atrás; de dejar que los jóvenes se ocupen de los
asuntos del gobierno y de construir un país democrático y con las libertades
que nosotros no tuvimos. A ver si los partidos de derecha se civilizan y
arriman el hombro, que como oposición son un desastre.
—Y que los jóvenes sean una miaja
cultos, educados y respetuosos, que ahora somos todos colegas y el “oye tío” o
“que vais a tomar, chicos”, es lo más serio que te dice cualquier mozalbete o
mozalbeta que acaba de desechar los dodotis. Se ha perdido el respeto y la
educación. Y lo grave es que ha llegado hasta las altas instancias y vemos a
los políticos tratarse de forma rufianesca, haciendo gala de una mala educación
que sonrojaría a un babuino. Añoro los tiempos en que en las instituciones los
representantes de la ciudadanía se llamaban por sus cargos (Sr. o Sra.
concejal, alcalde/sa, o lo que corresponda). Ahora se tratan de pepito o
marujilla cuando no por sus apodos familiares. Las formas, en mi modesta
opinión, si tienen importancia.
—En eso estoy de acuerdo pero la educación y el respeto se maman en
casa, y hay casas en que la leche escasea para esos menesteres. Será cosa de
educación general.
—Pues eso queremos hacer en Vox,
recuperar los valores patrios, el orgullo de ser españoles, el respeto a
nuestros muertos y al valle de los Caídos…
—No me jodas, Juan, que echáis un
tufillo a rancio supremacista que tira de espaldas.
—Pues lo tenemos jodido. A ver
quién es capaz de recuperar un poco de cordura y darle a la manivela en sentido
contrario…, concluye Fernández.
Maestro, malas pulgas tiene el perro cuando uno de los contertulios ha retrocedido 70 años y añora el desprecio con el que le miraban, los vigilantes cobardes del SIM, la incultura y malhacer de miles de alcaldes, rabos de alcalde y pedigüeños y perversos curas de sotanas con olor a sudor putrefacto. Los viejos, nosotros, hemos sido una generación represaliada que debe salir del síndrome de Estocolmo al que nos sometió el dictador.
ResponderEliminarAaaaaamennnnnn!
ResponderEliminar