El salón es diáfano, sin ninguna concesión estética. Las
ventanas, grandes, permiten otear paisajes de la huerta. Por una se vislumbran
extensas plantaciones de limoneros alineados como soldaditos en inmóvil
formación. Por la opuesta, un trozo de monte pelado y reseco, inicio de la
Sierra de Orihuela. El menú, sencillo, como pide la clientela estragada por los
años y la erosión de las pensiones compartidas.
El camarero es breve de estatura. Compensa volumen con una
dimensión horizontal generosa. Diríase próximo a lo esférico; recuerda a
Chapete, sempiterno enemigo de Pinocho. No se sabe si a causa de su especial
humanidad, o precisamente por ella, es de una amabilidad extrema con el
transeúnte ocasional.
En la barra, el contrapunto: una muchacha de esbeltez
admirable, longilínea. Los rubios cabellos le caen desmayados sobre los hombros,
la sonrisa permanente se multiplica atendiendo a la clientela mientras
distribuye los platos. Una entrevista cocinera los suministra a través del
exiguo ventanuco que la aísla del comedor.
El visitante, estimulado por los primeros tragos de vino con
gaseosa, se abandona a la ensoñación: algún día remoto, arqueólogos funerarios
encontrarán en el pequeño cementerio del pueblo los restos de estos dos especímenes.
Las técnicas del momento permitirán establecer las notables diferencias anatómicas
entre ambos. Quizás concluyan que pertenecen a dos razas diferentes, puede que
dentro de la misma especie. El dimorfismo sexual es tan marcado que los sesudos
trabajos de investigación se multiplican. Varios estudiantes de posgrado,
ansiosos de notoriedad, elaboran hipótesis brillantes que plasman en
voluminosos estudios. Las tesis doctorales se leen ante tribunales de cátedros
reverenciados. Revistas de tirada internacional se hacen eco de ellas y el caso
de las extraordinarias diferencias antropomórficas de dos especímenes del
pueblo M, alcanza cierta notoriedad…
Al visitante, lo saca de su ensoñación la voz de la chica de
rubios cabellos:
—Papá, el belmonte descafeinado a la mesa cuatro.
El dócil chapete se acera a la barra presto a recoger la
comanda.
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