En la Bauhaus, junto a la sección de muebles para niños;
me acomodo en un banco de madera de original diseño, como todo lo expuesto. A
mi lado, reparo en un señor vestido de traje oscuro, ya de cierta edad. Tiene
una gran nariz, lleva una boina de color negro y corbata de pajarita algo
anticuada. Me saluda muy afectuoso. Habla con suavidad. El alemán siempre me ha
parecido un idioma gutural, además de incomprensible, pero este lo entiendo
perfectamente y me parece dulce.
—¿Le ha gustado la exposición?, me dice
— Mucho, me ha sorprendido.
—¿Que le ha resultado más atractivo?
—Las tres prioridades de Moho Linach.
—¡Ah! ¡Verdaderamente interesantes! ¡Lástima que aquella
Bauhaus acabara como acabó. ¿Es usted del oficio?
—No señor, soy lego, pero tengo una hija con espíritu
artístico. Entiende mucho de pintura y dibuja muy bien. Ha hecho las
ilustraciones de alguno de mis libros.
—Tiene usted suerte
—Mucha
El hombre se levanta con cierta dificultad.
—Auf Widersehen.
Yo también me dispongo a marchar al cabo de poco tiempo.
Emprendo el camino hacia el exterior sorteando tantas obras curiosas. En la
pared, sobre el mostrador de control, hay una gran fotografía del hombre de la
pajarita.
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