Si por esos azares de la vida que a
veces acontecen te encuentras un día de jornada de reflexión antes de unas
elecciones municipales y autonómicas, harto de propagandas vacuas de contenido,
hastiado de politicastros nuevos o antiguos, y quisieras tomar un respiro antes
de la decisión, que se avecina dificultosa, te propongo que sigas la
recomendación de mi amigo Blas Rubio y lo acompañes –junto con otro grupo de
amables compañeros- al día de asueto que ha planeado en Lietor, a orillas del
río Mundo.
Ya conoces la seria honestidad de
Blas, hombre de los que un pueblo como el nuestro puede sentirse orgulloso.
Amante la naturaleza próxima que estudia desde hace muchos años es, como los
buenos maestros, de los que obtiene su diaria satisfacción compartiendo sus
conocimientos con los demás.
Cuando el sol, que en aquellas
latitudes es benigno, apenas ha avanzado un cuarto de su recorrido, Blas encabeza
la columna de aguerridos excursionistas para conducirlos por la margen del
fresco Mundo de aguas claras y sonoras. La flora autóctona –el lentisco rico en
flúor, tan útil para conservar el agua de los aljibes, la pentafolia, la genista,
la retama, el manrubio floreciendo en azul, el enebro, la cola de caballo, el ‘raim
de pastor’ y tantos otros que no conocemos- tejen una alfombra a nuestro paso, como
dándonos la bienvenida.
El paseo es umbrío bajo la luz
tamizada de los álamos y los enormes nogales están cargados ya de frutos
diminutos que apuntan abundante cosecha. Puede que, junto a la represa del
primer azud que desvía la corriente mansa hacia la central hidroeléctrica,
hagáis un alto bocadillero.
Algo mas confortados, en amena
conversación y a ritmo plácido, la columna de excursionistas se alarga para
reunirse de nuevo junto al alto penacho de la ermita de Santa Bárbara –‘Santa
Bárbara bendita, en el cielo estás escrita con papel y agua bendita’-, decían
los antiguos.
El paseo, que se ha venido
desarrollando lento y agradable, se encrespa con el retorno al pueblo a causa
de una cuesta áspera que al inicio de la expedición pareció mucho más liviana. Unas
cervezas frescas en la terraza del bar cabe la plaza del Pilar quizás ayuden a
reposar las fatigas de este envite. La
comida, sustanciosa y rotunda de la Posada –migas de pan, atascaburras y guiso
del campo terminando con una hojuelas con miel- serán lenitivo suficiente para
las piernas ligeramente maltrechas, y un reposo de gin-tonics en la terraza de
la calle aledaña puede que completen la paz del alma a que la excursión os ha
hecho acreedores.
En el centro del pueblo se yergue
la iglesia de Santiago Apóstol, un edificio de factura sencilla sin más a
destacar que los cuadros tétricos del crucero y unos trampantojos de escaso
mérito en el altar mayor. Oculta, sin embargo, junto con el magnífico órgano de
1787 construido por Josep Llopis, un tesoro antropológico fruto del afán
coleccionista del párroco: hay un conjunto de piezas entrañables que ha ido
recogiendo a lo largo de sus muchos años de ministerio cuya visita –estoy
seguro- ha de resultaros grata y transportaros a otros tiempos.
Y Lietor aún oculta otro tesoro: en
el fresco interior de la iglesia, el organista, Gustav Auzinguer, ofrece un magnífico
concierto con obras de diversos compositores de los siglos XVI Y XVII, dentro
del programa que en este y en el órgano de los Carmelitas, adquirido por
suscripción popular en 1993, programa todos los años el Ayuntamiento de la
villa y el Grupo Museo.
Ha sido un día lleno de acontecimientos,
dejemos la visita al convento de Carmelitas descalzos, las momias de su cripta y la talla de la Virgen
del Carmen atribuida a Salzillo, para una próxima visita.
Puede que mañana, reintegrado a la
habitual monotonía a la que todos los mortales estamos sujetos, te veas
encaminado a depositar el voto en las urnas, pero estoy seguro de que si nos has
acompañado, siquiera con el pensamiento en nuestra excursión a Lietor, has de enfrentarte
a la complicada circunstancia con el ánimo más ligero y el espíritu mejor
dispuesto.