Desde hace unos días el cielo
está emboriado, se alternan nubes y
claros pero la lluvia, esa lluvia mansa y larga que el agricultor espera con
ansia mientras escruta el cielo, no se decide a caer. Los telediarios de la
noche dan agua –con frecuencia en exceso- para la mitad de arriba de la
Península, cielos entreverados “y alguna precipitación aislada” para la otra
mitad. Qué le vamos a hacer, nunca llueve a gusto de todos.
Yo aprovecho esos días que
propician escasa afluencia de personal para pasear por la ciudad. En un sitio
donde llueve poco, las estructuras se ven siempre desbordadas por el agua, los
charcos de Belluga que reflejan el imafronte de la Catedral como en un espejo
roto, tardan en desvanecerse y con frecuencia se atrancan desagües e imbornales[1].
La falta de costumbre hace que la gente olvide los paraguas en cualquier sitio,
porque arrastrarlos todo el día, hora abierto, hora cerrado, acaba
convirtiéndose en un incordio.
Si os apetece, acompañadme a
recorrer la larga calle de Platería que conocimos en mejores tiempos, cuando constituía
emporio de últimas novedades, antes de que las grandes superficies y las
tendencias cambiantes de la moda dieran al traste con el comercio tradicional.
Tomemos la precaución de no acercarnos demasiado a las paredes evitando ser víctimas
de los goterones grisáceos que se desprenden de los locales abandonados. El Ayuntamiento,
misericordioso o avergonzado, ha cubierto las fachadas decadentes con grandes
paneles de dibujos que muestran una ciudad virtual de improbable
materialización; lleguemos hasta Sta. Catalina donde el espacio se abre y se
ilumina. Las altas Jacarandas se vestirán de pasión en primavera, pero ahora se
limitan a escoltar el monolito sobre el que campea la Inmaculada, inaugurado el
8 de diciembre de 1954, siendo Papa Pio XII, Jefe del Estado Francisco Franco, Gobernador Civil
José Mª Alfín Delgado y alcalde Ángel Fernández Picón, como reza la placa de
mármol que lo adorna. Símbolo franquista según algunos, que nadie se ha
molestado en retirar. Algo impresionados, dejamos atrás el monumento en nuestra
ruta hacia la Plaza de las Flores. Antes diáfana, con algunas mesas siempre
repletas, se ha convertido en una especie de campamento moro –o cristiano- en
cuyas tiendas de campaña comenzaron refugiándose los fumadores y han
proliferado hasta hacer difícil el discurrir del viandante. En esta ciudad
somos excesivos para todo: comienza un establecimiento con una tímida terraza
envuelta en lonas, y a la semana siguiente no queda un metro cuadrado libre de
ellas en toda la plaza.
Al pasar por delante de Bonache,
el aroma de los pasteles de carne os asalta; muchos establecimientos de la
ciudad los confeccionan de forma excelente, pero debo confesar mi debilidad por
los de Zaer, en la antigua calle de los Ciegos, hoy Riquelme. Los sirven
todavía a la manera antigua: sobre un trozo de papel que el solicito camarero
extrae de una pila que nunca mengua. Dos golpes de cuchillo asestados con
fuerza, dejan el pastel cuarteado delante del cliente que se coloca a
prudencial distancia algo intimidado. Unas olivas de Cieza y un vinillo blanco
de botella anónima, completan el discreto festín que se remata con un cuerno hojaldrado y empalagoso.
Los días de llovizna me resultan especialmente
agradables en Murcia.
[1]
Santiago Delgado, con afinada pluma ha glosado ese imafronte con exquisito
plectro: http://oficiodescribir.blogspot.com.es/2011/05/el-mayo-del-imafronte.html.
Da gusto pasear virtualmente contigo y espero la siguiente caminata.
ResponderEliminarCuento contigo para la próxima.
EliminarFantástico relato.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste. Nos vemos pronto.
Eliminar¡Cognio, iba a decir, Mariano! Podías haber avisado para que te acompañase y poder husmear el olor a tierra mojada, uno de los mejores del mundo y, por supuesto los pasteles de Bonache y el chillido del camarero de Zaer cuando dice: "¡DOS ESPECIALES! ¿OÍIDO?" Y Paco, desde el horno/obrador contesta "¡MARCHANDO!"
ResponderEliminarEspléndido día de llovizna.
Un abrazo, Mariano.
Ya le he dicho a tu señora que cuento con ella para la proxima andadura chispeante, lo amplío al Bamboso. Un abrazo.
EliminarExcelente descripcion de un paseico por el centro de Murcia
ResponderEliminarExcelente descripcion de un paseico por el centro de Murcia
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