Mira tú por donde este blog, que empezó casi de broma, se ha ido solidificando hasta cumplir un año de publicaciones semanales, con lo que podríamos llamar discretamente cierto “éxito de crítica y público”. Han pasado por aquí más de 27.000 visitas de varios países. Jamás sospeché que tal cantidad de personas sintieran interés por mis escritos. El éxito de la “crítica” lo entiendo mejor: hay mucha buena gente por el mundo, no escasea tanto la buena educación como los “adultos” postulamos frecuentemente y muchos de los que pasan por aquí son amigos cuya categoría personal hace que lean mis palabras con más indulgencia que justicia. El “jaboncillo” que nos dispensamos entre “blogueros” no es más que una muestra de la cortesía que nos hermana.
He oído muchas veces preguntar a los escritores de oficio cual es la razón de su trabajo, pasión, necesidad, o como se quiera llamar a este ejercicio que, como dirá D. Quijote, alcanzar alguno a ser eminente en las letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, vagidos de cabeza, indigestiones de estomago y otras cosas a estas adherentes. Y todos, casi sin excepción, contestan de forma sesuda, profesional y a veces profunda aludiendo a “vocación irrefrenable”, “oficio pero también forma de vida”, “necesidad imperiosa de volcar el interior” o “poner negro sobre blanco” algo que les bulle por dentro y a lo que tienen que dar salida sin remedio. Otros quizás tomen la pluma para confesarse y experimentarse verdaderos, como dice el Asklepios de Miguel Espinosa que ordenaba Demócrito: de los escritores, admiro la voluntad de concepto, la voluntad de estilo y la voluntad de síntesis o facultad de acuñar expresiones. Otros, como Plá, seran incapaces de resistir la pasión arrolladora de la escritura: es objetivamente desagradable no sentir ninguna ilusión, solo esta secreta y diabólica manía de escribir a la cual lo sacrifico todo, a la cual, probablemente, lo sacrificaré todo en la vida.
Con la libertad que me proporciona ser un “diletante” que nunca ha de abandonar esa categoría, os diré a la oreja que yo escribo, simplemente, porque me divierte y me relaja. Cada vez que acabo un relato, una historieta o un cuento, me siento bien. Generalmente me he divertido mucho durante su construcción o en el tiempo que me ha llevado investigar algunos detalles necesarios. Luego empieza la siguiente época de vacío, de sensación de inutilidad… hasta que aparece un nuevo motivo. Pero así es la vida del hombre: continuos periodos de fluctuación y altibajos entre los que hay que entresacar y aprovechar a fondo los buenos momentos, como si de días primaverales y soleados se tratara. Mi vecino del segundo, que ejerce de psicólogo, dice que esto de los blogs es una especie de catarsis que ha sustituido a los confesonarios y a las confidencias de puticlub. Sus razones tendrá.
Algunos colegas blogueros me han manifestado desencuentros por mor de lo abierto y accesible de esta plataforma a la que cualquiera puede llegar con mejores o peores intenciones. No es mi caso. Las pocas opiniones contrarias y aun disonantes que he recibido me han enriquecido antes que molestado y si alguien ha considerado interesante plagiar algo de lo que he escrito, solo me ha prestado un inmerecido tributo. Con saber quién es el verdadero padre de la criatura (aunque seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios), tengo bastante. Harta desdicha tiene quien se ve en la necesidad de vestirse con plumas ajenas; hágalo con algunas mías si es que le gustan y de salud que le sirva.
Con que lo dicho, amigos. Gracias a todos los que me hacen merced de sus visitas y aquí sigo para lo que gusten mandar.