Era inevitable, la noticia corrió como la pólvora por el pueblo
minutos después de producirse el hecho. Llegó enseguida hasta la barraca cabe el
Ayuntamiento, donde los objetores procesionarios se regalaban con los excelentes
productos que allí elaboran las Amas de Casa. Las redes sociales se
incendiaron, los comentarios de todo orden incluso los irrespetuosos y fuera de
lugar, las invadieron. La Verdad publicó la noticia en su edición del día
siguiente, merced al ojo siempre avizor de nuestro reportero local.
Juan de la Cirila llegó a la tertulia con el periódico recién comprado.
—Todavía estoy erizado. Me pilló justo al laíco del trono, mira, mira, aquí está la foto.
—El video de Tele Santomera, cazó toda la caída a la perfección. Vaya
un accidente estúpido.
—Como todos los accidentes, por eso se llaman así, dice el Cacaseno.
—Parece que la sujeción era un poco chapucera.
—O que a la Virgen le dio un repente…
—No seas irreverente ni le faltes al respeto, Cacaseno, es la
patrona del pueblo y hay mucha gente que le tiene devoción.
—No le falto al respeto a nadie, pero creo que hay que poner las
cosas en su sitio. En primer lugar, lo que cayó es solo una representación, una
estatua, un ídolo con la relevancia que cada uno quiera darle. En segundo
lugar, la fe en la religión católica es importante para el que la profesa, con
el mismo derecho que tiene el que no la profesa a considerarla una fábula.
Nadie puede arrogarse el patrimonio de la verdad, ni siquiera las mayorías,
suponiendo que existan.
El doctor Mateo interviene,
—Haya paz. Siempre he dicho que, en materia de fe, debemos ser
respetuosos, porque todos tenemos derecho a creer en lo que queramos o no creer
en nada. Otra cosa son las manifestaciones públicas. Vivimos en un país
aconfesional de mayoría católica según parece y las manifestaciones públicas de
esa religión se han mezclado con el folklore, la tradición y la historia, de
forma que hemos llegado a un totum revolutum
en el que se confunden unas cosas con otras. De ahí que cualquier crítica o
comentario desafortunado sobre cuestiones de fe levante ampollas y amenace
excomuniones, no sé si más o menos eficaces. Los representantes públicos se
encuentran en el dilema de participar o no en unos desfiles que no se sabe en qué
medida son religiosos, populares, tradicionales o ciudadanos. Y lo resuelven
como mejor pueden en cada caso.
—Todo eso está muy bien, Mateo, pero no hay derecho a que la gente se
ría, diga que la virgen se ha tirado del carro o que en este pueblo se cortan
cabezas.
—Juan, derecho tiene todo el mundo a decir lo que le parezca oportuno,
aunque a algunos le parezcan sandeces. Ya sabes que existe la libertad de
expresión. Puede ser cosa de mala educación, quizás bromas estúpidas, pero
tampoco pasan de ahí. No hagamos dramas que nada es intocable en cuestión de
opiniones y ninguna verdad se hace incontrovertible a base de repetirla entre
sahumerios y bendiciones.
—Tú lo que quieres es darle la razón a todo el mundo.
—Puede ser.
Qué bueno eres!!!!
ResponderEliminarTus buenos ojos!
EliminarQué bueno eres!!!!
ResponderEliminarLa paz empieza por el respeto, me perece muy prudente tu manera de pensar. Todos tenemos derecho a tener o no tener creencias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Rafael.
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