Maestro, recibo la noticia de la muerte de Jane Goodall –aunque a edad venerable y tras una vida plena-, una persona que ha hecho tanto por el conocimiento de nuestra especie y la relación con el planeta que nos sustenta a través del estudio de nuestros primos chimpancés.
Me llega el mismo día la de los avatares de la
flotilla que intenta poner en el mapamundi el disparate genocida del gobierno
israelí propiciado por otro disparate injustificable de Hamas, noticia que
desplaza por un momento la barbaridad de la guerra de Ucrania, que a su vez
apantalla las muchas guerras invisibles en África y otros países.
Asisto consternado a las declaraciones -que se me
antojan ultramontanas- de políticos elegidos y sustentados por muchos de mis
conciudadanos, sobre estos temas, y sobre cómo debe infantilizarse a las
mujeres en el difícil trance de enfrentarse a la posibilidad de abortar; de las
batallas judiciales promovidas por jueces inmiscuyéndose en temas políticos y
de políticos haciendo lo propio en temas judiciales ignorando la separación de
poderes que preconizaba el olvidado Montesquieu. La sinrazón, la estupidez y la
mentira invaden de forma vergonzosa las altas instituciones del país en un
fangal que acaba denigrando a los que las propagan y a los que se ven obligados
a entrar al trapo rebajándose a su nivel.
Cualquier mentecato incapaz de la menor comprensión
lectora se permite a través de “los medios” que todo lo sustentan, opinar sobre
lo divino y lo humano con “la seriedad del caballo” y el agravante de que
suscita el entusiasmo de colectivos con la misma escasez de materia cerebral
que ellos. Mal ejemplos dan ciertos líderes anticuados y prepotentes que no se
resignan a una venerable ancianidad discreta y hogareña.
Me parece asistir a una realidad espeluznante que
por desgracia crece día a día. Quizás nuestros parientes primates tan queridos por
Jane Goodall, al ver hasta donde nos ha conducido la evolución, piensen: “para
ese viaje no necesitamos alforjas, más vale que nos quedemos como estamos”.
-No hay que dejarse llevar por el desánimo. Ten en
cuenta que perteneces a la única especie pensante sobre el planeta, capaz de los
mayores logros, pero también de las mayores estupideces. Tendrás que escoger a
qué grupo quieres pertenecer. Recuerda que, como decía el maestro de Estagira,
eres un animal político. Tienes dos potentes palancas a tu alcance: el voto y
la palabra, empléalas con rotundidad e inteligencia.