Tengo un amigo que defiende con rotundidad y pasión su
derecho a colocar lazos amarillos en lugares públicos. Es decidido partidario
de instaurar la república catalana y de su secesión del resto de España, a la
que culpa de todos los males que aquejan a Cataluña desde el 11 de septiembre
de 1714, y aún antes, cuando Cataluña solo era un conjunto de condados vecinos
al reino de Aragón y al Imperio carolingio. España, dice, les roba y les ha
robado siempre.
Tengo otro amigo, también catalán (ambos, por cierto,
pertenecientes a sendas familias de emigrantes almerienses), que defiende su
derecho a retirar lazos amarillos de los lugares públicos, o colocar otros del color que se le antoje, con la misma libertad
democrática que el anterior.
Y tengo un tercero que confiesa estar harto del
denominado “procés”, al que considera una cortina de humo expandida por los
malos políticos que se dedican a la guerra de lazos y esteladas, mientras el
país (Cataluña) permanece en un vergonzoso cierre del Parlamento, los Pujol
circulan a su antojo continuando con sus trapacerías sin que nadie se atreva a
meterles mano; las eléctricas -en las que los rebotados de la política de uno y
otro signo hacen su agosto-, suben la factura con indiferente desahogo; la
banca obtiene pingües beneficios con los 60.000 millones que el estado sacó de
nuestros bolsillos sin que nos hayan hecho participes de su bonanza; la sanidad
ha entrado en un proceso de carencias que la iguala a la del resto del país, y
un largo etcétera con el que me martiriza cada vez que coincidimos en el
ascensor.
Soy amigo de los tres y me gustaría seguir siéndolo,
pero el asunto se pone cada vez más difícil. El primero ha hecho de su causa
una cuestión de fe y solo trata de buscar argumentos que refuercen su posición,
por peregrinos que sean. Considera mártires de la represión española a los auto-exiliados
en Bruselas y a los encarcelados sin razón alguna, algo parecido a lo que
sucede con la Sabana Santa, se sabe sin lugar a dudas que procede del siglo
XIV, pero el buen creyente sigue convencido de que es el sudario de Cristo. En
asuntos de fe, cualquier discusión resulta estéril.
El segundo pretende, sencillamente, que respeten su
posición y se niega a que nadie lo considere mejor o peor catalán porque
prefiera una Cataluña integrada en el resto de España. Al tercero, lo único que
le preocupa (dice ser apolítico, por más que le recuerde las palabras de
Aristóteles), es que se gestionen bien los recursos, que los políticos
gobiernen para el bien común de la ciudadanía, sean estos Tirios, Troyanos o Metecos,
antes que para el exclusivo triunfo de sus partidos.
Por fortuna, y por encima de todo, nos
interesa la pacífica convivencia y para ello no hemos sabido encontrar más que
una vía: aparcar los temas de política como en su día aparcamos los de
religión, pero ello nos deja un cierto regusto amargo, la sensación de que algo
no hemos sabido gestionar bien, porque la religión es cosa íntima, pero la
política es cosa pública y estamos condenados a entendernos.
Pues sí, Maestro, es posible que nos entendamos pero… permíteme que lo dude. Descendientes de andaluces, trabajadores a sueldo semiesclavos de la llamada industrialización de la derechona catalana original, aragoneses, quizás, sin haber sacado los pies del plato en su vida y con una “calidad de vida” que se debe a “roda” España, creo, con pena, que no serán capaces de plantear que no es necesario ese quebranto para que Cataluña, que aquellos que les explotaron a finales del siglo XIX principio del XX son los que les han expoliado durante todo el proceso de la democracia, que los secesionistas son minoría aunque las leyes, pésimas por cierto, de los números electorales les, cuasi, autoricen a tener uno o dos “representantes del pueblo” más, que estos representates han sido elegidos siguiendo las leyes del Estado Español, su Constitución, buena o mala, pero Constitución aceptada por los catalanes y su Autonomía. Otra cosa es que algunos políticos del Estado Central hayan retenido, renegado, engañado e incluso denunciado unos derechos similares al de otras Autonomías vecinas. Un dislate. Pero, ahora, ahora hay que coger el toro por los cuernos y ser español, catalán y político inteligente, por este orden. Si lo son todos ganaremos. Un abrazo, Maestro.
ResponderEliminarPues a si nos luce el pelo, a todos, sobre todo a los que tenemos medio corazón en Cataluña.
EliminarHemos llegado al punto de que si queremos mantener la amistad con algunos amigos solo podremos hablar de fútbol, que triste!!!!
ResponderEliminarAsí de triste es, Pepica. Por suerte nos quedan otros temas: el tiempo, los libros, el cine...Que gusto verte, aunque sea por aquí.
EliminarCon permiso. Hola Mariano.
ResponderEliminarHan estado muy ocupados en fabricar unas orejeras a medida para una parte de la población catalana. Pero que no nos entre la picacera de la envidia. Hay orejeras para todos y a poco que te descuides nos las colocan con serreta y todo.
Como le digo a otro visitante, espero que veamos tiempos mejores. Creo que a todos nos duele y nos preocupa el asunto, y que tenemos que esforzarnos en encontrar un camino que no sea traumático. Gracias por tu comentario.
EliminarQueremos votar y tenemos derecho. Todo lo demás, parole parole y parole. Yo tengo amigos indepes y otros que no lo son, y no me he peleado con ninguno. No pasa nada. Pero encima de que no nos dejan votar lo que queremos expresar, que no se nos tache de intransigentes. Yo mismo votaría que sí, que no me siento español, que no se me puede obligar a serlo por narices si la mayoría resulta que no quiere, pero eso no presupone que odie a nadie, simplemente que reivindico ese derecho democrático que existe en Canadá, en Gran Bretaña y que a la larga acabará siendo un derecho internacional, base de la democracia. O eso, o no entiendo yo el concepto de democracia que tienen algunos. Un abrazo afectuoso.
ResponderEliminarOtro para tí, Eastriver, Yo tampoco me he peleado con mis amigos separatistas (y los tengo desde antes de la democrácia). Espero que ambos veamos tiempos mejores y que seamos suficientemente hábiles para elegir a políticos que nos conduzcan por mejores derroteros. Otro abrazo tan afectuoso como el tuyo.
EliminarPor cierto, estarás de acuerdo conmigo en que hay que respetar las leyes. Otra cosa es que seamos capaces de mejorarlas, actualizarlas de manera que se adapten a nuestras necesidades actuales. Si no, caemos en manos de la justicia y el asunto se tuerce.
Eliminar