He oído que es el día de la madre.
Ya sabes que no soy demasiado amigo de esas cerebraciones a fecha fija. Dudo de
que quede algún día del año sin estar encomendado a alguna efeméride o
actividad, y si queda, pronto alguien se apresurará a adjudicarlo. Hasta que
tengamos 365 razones al año para acordarnos cada día de algo. A veces de
tontunas, otras no.
Tengo ahora la misma edad que tú
tenias cuando te recuerdo, la misma que muestra el rostro sereno de la
fotografía sobre el estante donde se amontonan otras cuantas, "la galería de
los antepasados" como la llamo en un intento de quitarle importancia a los
recuerdos que a veces me resultan abrumadores. No es bueno anclarse demasiado
en la memoria, me digo. Lo cierto es que no me atrevo a analizar el pasado
porque siempre temo descubrir cosas que no hice bien, o que debí hacer mejor,
aunque sé que tú, como siempre, las disculparías, o por lo menos intentarías
entenderlas aunque a veces te resultara difícil. No sé si alguna vez te pasó
algo parecido. No te imagino arrepintiéndote de algo. Tengo la sensación de que
viviste siempre -o casi siempre- aceptando con cierta resignación no exenta de
alegría la función que te había tocado. Y eso que no era un papel que en estos
tiempos se considere envidiable. No están los tiempo para gollerías –solías
decir- y el sacrificio, la entrega a los demás, te parecía una cosa natural,
parte de las funciones que se adjudicaban a las mujeres en aquellos tiempos. Creo
que ni siquiera llegaste a tener la sensación de que el mundo había sido
injusto contigo, incluso un poco más de lo que suele ser con otros mortales.
Decías, cuando las cosas venían mal
dadas, ‘hay que pensar en los que son más desafortunados que nosotros’ y puede
que eso te consolara, aunque a nosotros, nos aliviaba poco. Estábamos demasiado
ocupados en el lanzamiento de nuestras propias vidas, éramos, simplemente,
ignorantes. Te contentaba contemplar a tu familia apiñada a tu alrededor… hasta
que el tiempo se cumplió y el nido quedó abandonado para siempre. Los pájaros
esperan a la próxima primavera para iniciar la puesta de nuevo, pero los padres
–las madres- disponen de un solo ciclo, acabado el cual deben explorar nuevos
caminos. Y a veces resulta difícil encontrarlos. Puede que esa desolación te
invadiera los últimos años, la sensación de que ya no resultabas
imprescindible. Ahora me parece entenderlo bien, pero ha sido preciso tanto tiempo
que ya resulta irrelevante. Ahora me explico aquellos rezos implorando "una
buena muerte" que me parecían innecesarios y un poco tétricos. Ahora sé que tenías
razón en casi todo y que mi pose de "sabihondo" que te superaba en
conocimientos académicos era solo arrogancia juvenil, la enfermedad inevitable.
Tuviste suerte de no arrastrar una
vejez larga, penosa y solitaria. Nosotros, egoístas, te hubiéramos querido
retener unos años más, a lo mejor solo para saber que seguías ahí. Pero las
cosas son como son y nadie es artífice de su destino, a pesar de lo que dijera
Ortega.
Bueno, eso es todo, te echamos de
menos, el día de la madre y los otros. Quería que lo supieras.
¡Qué emotivo recuerdo! Un abrazo Mariano, a ti, y a ese gran corazón que te habita.
ResponderEliminarGracias, Yashira. Otro grande para ti. Me da alegría verte de vez en cuando por aquí.
ResponderEliminarQué bonito, Mariano. Un abrazo grande
ResponderEliminarCharo Guarino
Gracias, otro para ti, Charo.
EliminarMuy bonito tío.....
ResponderEliminar¡Qué maravilla!! Esté donde esté tu mamá no podrá que estar orgullosa de ti. Un abrazo, Mariano <3
ResponderEliminarSiempre me emociona leerlo <3
ResponderEliminarSeguramente a todos nos queda la sensación de no haber dicho a nuestra madre todo lo que queríamos haberle dicho. Un abrazo. Por cierto soy Isidoro Suárez. Mi nick no me identifica del todo. 😂😂
ResponderEliminar