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martes, 25 de septiembre de 2018

INVESTIGACION Y POLÍTICA



Asistí a la conferencia de la Dra. Maite Mendioroz propiciada por el foro Nueva Murcia dentro del programa que coordina con acierto Ricardo de Prado. El tema, tan interesante  como universal, fue expuesto con un rigor y sencillez que mantuvo abducida la atención del numeroso público asistente durante su desarrollo. Pudimos enterarnos de la cronología de la enfermedad de Alzheimer, que no es solo una afección de viejos; de la aparición de la “basura” orgánica que dificulta la transmisión sináptica; del papel determinante que en ella tienen las proteínas aminoides y kao, y de otras muchas cosas que imagino ignoradas por buena parte de los asistentes hasta ese momento. En las preguntas surgidas en el posterior coloquio, la Dra. Mendioroz se lamentaba de que la dotación presupuestaria, sobre todo en lo referente a recursos humanos, fuera tan cicatera que dificultaba en buena medida el avance de las investigaciones de su equipo en la Universidad de Navarra. 
Con el buen regusto de lo escuchado en el magnífico marco del patio del Casino, a pesar de lo apuntado en la última parte, echo un vistazo a uno de los periódicos locales y me encuentro con un artículo de Gerónimo Tristante -ágil e incisivo, como suyo- en el que proporciona merecido varapalo a las instituciones regionales  -las tilda de “ trileros que se han ganado a pulso el desprestigio de que disfrutan”-, cuya mala gestión ha quedado patente en el asunto del tren híbrido que ahora se empeñan en demonizar arteramente, contraponiéndole en la balanza no sé cuántos Aves ilusorios de que íbamos a disponer no se sabe cuándo. Como si fuéramos tontos velazqueños.
Uno recuerda el final de la conferencia de la doctora Mendioroz y le acuden a las mientes la interminable lista de proyectos fallidos de este gobierno regional (Autovía del bancal, Paramount Chanel, Aeropuerto de Corvera, Murcia is diferent, rehabilitación del barrio de La Paz, yacimiento de San Esteban, etc.), vuelve al artículo de Tristante: -“Este gobierno regional lleva años retirando dinero de la escuela y la sanidad públicas, de la dependencia, de las dotaciones en seguridad ….para meterlo en proyectos de ninguna utilidad, mastodónticos y con empresarios amiguetes”-, y se imagina un mundo ilusorio donde los políticos de semejante calaña estuvieran condenados a galeras de por vida -con pena accesoria y regular de látigo de nueve colas-,  mientras que los buenos -que debe haberlos en algún sitio-, se mantuvieran permanentemente atentos a proyectos de investigación, educación, sanidad, etc., atendiendo a las verdaderas necesidades de la población y no a las estrategias partidarias de sus encorsetados “aparatos” y de sus avispados conseguidores. Puede que sea cuestión de votos.











martes, 18 de septiembre de 2018

LEYENDO A SALTO DE MATA, CON CATALUÑA AL FONDO


(Transcripción de algunos párrafos de mis lecturas aleatorias)

Si aceptamos que todo es relativo, podríamos dar como bueno, como dice Kant, que la validez moral de cualquier comportamiento pasa por considerar lo que queremos para nosotros igualmente bueno para todos los demás. Una acción, un comportamiento sería aceptado como bueno cuando lo que es válido para cada uno puede ser válido de manera universal. Si no puede aplicarse a los demás lo que yo hago, no puede servir como ley moral. La acción correcta es la que exige el deber de cada uno. Auxiliar a alguien porque así lo exige el precepto religioso o la ley civil, en puridad, no puede considerarse moral, es un deber. El acto genuinamente moral no puede depender de ningún tipo de interés o de deseo, por muy bienintencionado que sea. Una acción es moralmente buena si puedo convertirla en ley y aplicarla a todos por igual, sin excepción.
Unos cuantos años antes, el Corán, los evangelios cristianos, el Talmud, Confucio en sus Analectas y hasta el Mahabharata del primer milenio aC. habían dicho algo parecido con diferentes palabras.
Seria Hegel, a pesar de su hermetismo que lo hace tan difícil de seguir para el profano, el que intentaría forjar un sistema filosófico que permita abarcar la realidad en su conjunto. Cuando nos acercamos a la realidad, es inevitable hallar un sinfín de creencias incompatibles, posiciones que se excluyen mutuamente, discursos que se contradicen. No sabemos qué es la verdad ni como posicionarnos frente a ella. Lo habitual entre los filósofos es imponer su verdad y descalificar todos los discursos que se le opongan.
La dialéctica de Hegel pretende conocer como son las cosas en sí mismas empleando la formula tesis, antítesis y síntesis. Tanto la tesis como la antítesis se suponen en posesión de la verdad y no están dispuestas a reconocer que la otra opción pueda ser razonable. Nos dice Hegel que, por mucho que una tesis se oponga a una antítesis, siempre cabe la posibilidad de pasar a una nueva posición (la síntesis) en la que se cambien por completo los términos del problema.
Supongamos que alguien dice: “todo es negro”. El planteamiento sería falso ya que para reconocer que algo es negro, debe oponerse a algo que no lo sea, es decir a otro color, supongamos que blanco. Pero la antítesis “todo es blanco” sería igual de falsa que la anterior, por idéntico motivo. Llegados a este punto, la única disyuntiva es el gris. En este tercer color, el negro y el blanco quedan abolidos, suprimidos, destruidos por la mezcla. Sin embargo, están al mismo tiempo preservados, prolongados, inmersos en él. Es solo entonces, cuando ambos se niegan y se elevan a un nivel superior, cuando el blanco y el negro pasan a tener una entidad real, aunque difuminada en el gris.
*
Reflexionando sobre la crisis de Cataluña, me pregunto si no sería recomendable que a nuestros políticos (de una y otra banda), se les exigiera, entre los masters con que los abrumamos, el estudio pormenorizado de la dialéctica hegeliana. Y al que no rindiera brillante examen sobre el asunto, fuera desterrado para siempre de tan excelso oficio y condenado sine die a vagar por las estériles praderas de la ignorancia supina sin que merezca perdón ni consuelo. Como penas accesorias, el visionado permanente de Telecinco y los twits del Sr. Trump.






martes, 4 de septiembre de 2018

LAZOS, SEÑERAS Y ESTELADAS


Tengo un amigo que defiende con rotundidad y pasión su derecho a colocar lazos amarillos en lugares públicos. Es decidido partidario de instaurar la república catalana y de su secesión del resto de España, a la que culpa de todos los males que aquejan a Cataluña desde el 11 de septiembre de 1714, y aún antes, cuando Cataluña solo era un conjunto de condados vecinos al reino de Aragón y al Imperio carolingio. España, dice, les roba y les ha robado siempre.
Tengo otro amigo, también catalán (ambos, por cierto, pertenecientes a sendas familias de emigrantes almerienses), que defiende su derecho a retirar lazos amarillos de los lugares públicos, o colocar otros del color que se le antoje, con la misma libertad democrática que el anterior.
Y tengo un tercero que confiesa estar harto del denominado “procés”, al que considera una cortina de humo expandida por los malos políticos que se dedican a la guerra de lazos y esteladas, mientras el país (Cataluña) permanece en un vergonzoso cierre del Parlamento, los Pujol circulan a su antojo continuando con sus trapacerías sin que nadie se atreva a meterles mano; las eléctricas -en las que los rebotados de la política de uno y otro signo hacen su agosto-, suben la factura con indiferente desahogo; la banca obtiene pingües beneficios con los 60.000 millones que el estado sacó de nuestros bolsillos sin que nos hayan hecho participes de su bonanza; la sanidad ha entrado en un proceso de carencias que la iguala a la del resto del país, y un largo etcétera con el que me martiriza cada vez que coincidimos en el ascensor.
Soy amigo de los tres y me gustaría seguir siéndolo, pero el asunto se pone cada vez más difícil. El primero ha hecho de su causa una cuestión de fe y solo trata de buscar argumentos que refuercen su posición, por peregrinos que sean. Considera mártires de la represión española a los auto-exiliados en Bruselas y a los encarcelados sin razón alguna, algo parecido a lo que sucede con la Sabana Santa, se sabe sin lugar a dudas que procede del siglo XIV, pero el buen creyente sigue convencido de que es el sudario de Cristo. En asuntos de fe, cualquier discusión resulta estéril.
El segundo pretende, sencillamente, que respeten su posición y se niega a que nadie lo considere mejor o peor catalán porque prefiera una Cataluña integrada en el resto de España. Al tercero, lo único que le preocupa (dice ser apolítico, por más que le recuerde las palabras de Aristóteles), es que se gestionen bien los recursos, que los políticos gobiernen para el bien común de la ciudadanía, sean estos Tirios, Troyanos o Metecos, antes que para el exclusivo triunfo de sus partidos.

Por fortuna, y por encima de todo, nos interesa la pacífica convivencia y para ello no hemos sabido encontrar más que una vía: aparcar los temas de política como en su día aparcamos los de religión, pero ello nos deja un cierto regusto amargo, la sensación de que algo no hemos sabido gestionar bien, porque la religión es cosa íntima, pero la política es cosa pública y estamos condenados a entendernos.





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