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martes, 20 de noviembre de 2018

HOTELES Y MÍTINES


 —¡La que armaron los tuyos ayer tarde en el Nelva!
Ataca el Cacaseno a Juan de la Cirila aprovechando que tiene la media tostada entre  plato y boca. A punto de atragantarse, Juan salta como un resorte mientras Fernández se acerca a la barra a pedir un carajillo.
—Eso ni se te ocurra mentarlo, ni los de Vox ni los de Hazte Oír, son los míos. Yo tengo carnet del PP desde que era Alianza Popular. Representamos a la derecha civilizada, la guardiana de los valores patrios, los custodios de la tradición.
—Y los que no somos de la “derecha civilizada” que somos ¿extranjeros?
—Yo no he dicho eso, Cacaseno, creo que sois simplemente equivocados que consideráis enemigo a todo el que no piensa como vosotros.
—Nada de atacar a nadie. Tan mal me parece que se boicoteen los mítines de unos como los de otros. Ese es el problema de vuestra democracia, que a todo el que piensa de forma diferente hay que silenciarlo. Los del PP en la oposición se comportan como  si estuvieran rabiosos.
—Cambiemos de camino, que nos vamos a amargar el almuerzo, tercia Fernández el conciliador.
—Tienes razón, Fernández. Con todos los respetos, tu padre, Cacaseno, estaba tan equivocado como tú. Estoy en contra de los extremismos sean del bando que sean, y de boicotear los mítines legalmente autorizados. Todos tenemos derecho a pensar lo que nos dé la gana y a manifestarlo libremente, dentro de la ley, ese es el punto fundamental.
— ¿Quieres decir que todos tenemos el mismo derecho a decir lo que se nos pase por las mientes, hasta los de la “derechona fascista”, como nos llamáis?
—Si es dentro de la ley y con buenas formas, sí.
—Ahí si estoy de acuerdo contigo, Juan- templa Fernández
—Pues entonces dime qué razón tienen los que fueron a reventar el acto del hotel Nelva –vuelve a la carga el Cacaseno.
—Desde mi punto de vista, el mismo que tienen los que se dicen de derechas o “constitucionalistas” cuando intentan reventar las manifestaciones de izquierda. Tampoco los amparo, esos no son de derechas ni de izquierdas, son simplemente energúmenos que aprovechan la ocasión para hacer animaladas.
—Es muy difícil entender y más aceptar, que tenemos el mismo derecho que los demás a manifestar nuestras ideas, por muy delirantes o ultramontanas que le parezcan a otro sector de la población. ¿O no Juan?
—Pues sí. Los de Vox y Hazte Oír, estaban dentro de la ley y con los debidos permisos. Tienen el mismo derecho que los demás a manifestarse o a hacer mítines. Y el establecimiento, a alquilar sus salones a quien le convenga. El negoci es el negoci, aunque no puedo evitar que el mensaje de esas formaciones me parezca retrógrado, anticuado y peligroso.
— ¿Ves como en el fondo estamos de acuerdo?
—A ver si al final va a resultar que somos demócratas.
— ¡Ya te digo!
Pax bovis cum, concluye Fernández apurando su carajillo a modo de brindis.




martes, 6 de noviembre de 2018

BIZCOCHOS Y POEMAS


Un bizcocho y un poema tienen mucho en común. Por lo menos, a mí me lo parece. Siempre que hago un bizcocho pienso que, si supiera, haría también poemas.
Para hacer el bizcocho, reúno ciertos ingredientes: harina candeal, azúcar, huevos, raspadura de limón, almendra triturada y unos cuantos arándanos para colocar por encima, distribuidos de forma aleatoria. Cuando no encuentro arándanos (son de temporada), uso pasas de Corinto maceradas en aguardiente.

(Si alguna vez hiciera un poema, tendría que buscar motivo, palabras, imágenes, ideas, y unirlas en amorosa compañía, como si fueran los ingredientes de un bizcocho.)

Una vez apercibidos los ingredientes, hago una pasta en la que todos los elementos queden mezclados de forma homogénea, igual que se hace con el primer borrador de un poema.
Coloco esa mezcla, espesa y sin forma todavía en una llanda a propósito, como podría depositar el imaginario poema en una página de papel hasta ese momento virgen.
Limpio los bordes de goterones indeseados y agito la masa con cuidado para que se adapte por completo a la forma del recipiente. Después lo coloco en el horno y observo muy de cerca cómo crece tomando forma propia, como si naciera a una vida autónoma. Igual que haría el poema.
El bizcocho, acunado en la amorosa calidez del claustro ardiente, va creciendo hasta llenar por completo la vasija y aún desbordarla ligeramente. Adquiere, poco a poco, un cuerpo y una fuerza que no tenía, algo que le es propio y que ya no debe al autor.
Cuando llega el momento de su completo desarrollo, ha adquirido su personalidad específica. Los arándanos (o las pasas) han quedado incrustados en la masa de tonos ambarinos, empedrándola de forma irregular, rompiendo la monotonía de la superficie bruna.
Lo saco del horno, lo  dejo enfriar y lo ofrezco a mis amigos. Ellos lo devoran complacidos. Como harían con un poema si supiera escribirlo para ellos.



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