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martes, 7 de junio de 2022

TODO ES RELATIVO

Mi amigo Oriol Bofarull regenta un restaurante de reconocida fama cerca de La Fajeda d’en Jordà, próxima a Olot, en la comarca de la Garrotxa. Un lugar paradisiaco lleno de volcanes durmientes. Oriol se ufana, y no sin razón, de la tradición de su establecimiento.

—Viene de mis abuelos, ¿saps?, comenzaron con una pequeña tasca donde se reunían los pageses después de la feina, unos vasos de vino con cacahuetes, alguna lata de berberechos los domingos y poca cosa más. Con el tiempo se fue ampliando el negocio, luego lo llevaron mis padres, después me tocó a mí, y hasta ahora. Desde 1904, está en pie el negocio, ya ves si es antiguo.

—Sí que es antiguo, sí, pero todo es relativo. Por ejemplo ¿sabes el nombre de tu bisabuelo?

—Oriol, como todos los hereus de la familia.

—Y el apellido?

—Pues Bofarull.

—Y el de tu bisabuela?

—Ese no lo sé. El apellido de las mujeres se pierde en un par de generaciones. Hace demasiado tiempo.

—No hace tanto, piensa que esto del tiempo es relativo. ¿Cuánto crees que tiene la ciudad de Olot?

—No sé.

—Pues hacia el 872 el rey Carlos el calvo de Francia (no olvidemos que la región entraba dentro de los condados vasallos del rey francés) hizo un precepto de confirmación de bienes a favor del abad Racimir de Sant Aniol d’Agulla y más tarde, en 977 el conde obispo Miró dio a los monasterios de Camprodon y Besalú unos alodios (especie de arrendamientos) situados en la parroquia de san Esteben de Oloto, como se llamaba entonces.

—Pues sí que hace tiempo.

—Todo depende de cómo lo mires. Yo vengo de una ciudad del sureste que parece fundada hacia el año 825, cuando los moros andaban por la Península, por orden de Abderramán II, quizás sobre un asentamiento romano anterior. Fíjate el tiempo que había pasado desde el año cero, en el que convenimos todos que se inició la era cristiana, pero nuestra historia había comenzado mucho antes. La Cartago Nova de los púnicos ya funcionaba en el 227 a.C. Los romanos, que son nuestros antecesores en muchos aspectos, sitúan la fundación de su ciudad (ab Urbe condita), según los cálculos de Marco Terencio Varrón, en el tercer año de la sexta olimpiada, que viene a ser el 753 a.C., pero antes de eso habían existido los imperios asirio, babilónico, persa, egipcio y muchos otros. Y antes, la colonización de la Creciente fértil (hacia 8.000 a 10.000 a.C.) por nuestros abuelos recolectores cuando se cansaron de andar errantes y decidieron domesticar plantas y animales. Y antes aún, se habían implantado en Europa y Asia los neandertales, de los que conservamos algunos genes; y antes nuestros antepasados cromañones, negros en su origen, aunque ya nos hemos desecho de los pigmentos; y antes todavía, los parientes de nuestra bisabuela Lucy y sus colegas Australopithecus Afarensis, de los que nos separan unos 3 millones y medio de años; y antes nuestros parientes más cercanos, los chimpancés.

—Hombre, no me lo hagas tan lejano.

—Quiero decirte que todo es relativo y cuando se habla de años, tenemos una mirada tan cercana y tan miope que nos impide contemplar en su verdadera dimensión el mundo que nos acoge y en el que hemos prosperado con tan poco respeto a la naturaleza que nos sustenta. Nosotros debemos adaptarnos al mundo y no al revés, al fin y al cabo, somos unas criaturas surgidas de la casualidad. Si seguimos saltando hacia atrás, descubriremos a nuestros auténticos antepasados, los mamíferos, que prosperaron gracias al accidente que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años. Los dinosaurios, que poblaron la tierra durante unos 130 millones fueron la especie más exitosa, probaron todas las posibilidades: fueron ovíparos, vivíparos, de sangre fría, de sangre caliente, herbívoros, carnívoros, terrestres, anfibios, voladores, un verdadero prodigio de adaptación que solo ha igualado el Hombre, gracias a la tecnología. Lástima que aquel meteorito del Yucatán acabó con ellos.

—¿Pero entonces, nosotros?

—Nosotros somos los tataranietos de aquellos mamíferos que andaban escondidos para que no se los comieran y que prosperaron con la extinción de los saurios.

—¿Y antes que había?

—Ahí entramos ya en otras cifras. Dicen los que de esto saben que La Tierra se formó hace unos 4.500 millones de años y que la vida apareció poco tiempo después en forma de organismos unicelulares. Una cosa detrás de otra trajo la vida con sus múltiples variedades hasta nosotros, como intuyó Darwin en su viaje del Beagle. De aquí hasta el origen del universo, solo hay otro salto de 10.000 millones de años, cuando arrancó el Big Bang, y de una cosa como la cabeza de un espetón, salió todo el universo que está en continua expansión. Cuando llegue a su límite, que no sabemos dónde está porque el universo es infinito, volverá a contraerse hasta quedar reducido a un punto donde no existe el tiempo, pero no creo que nosotros lo veamos, y es muy probable que la especie humana tampoco.

—Caray, entonces mi restaurante es antiguo, pero no tanto.

—Ya te digo, todo es relativo.


 


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