Propone la teoría de modelos, que
para conocer un fenómeno, una circunstancia o un elemento, puede simplificar el
estudio valerse de un modelo a escala que nos permitirá inferir el
comportamiento del hecho, la circunstancia o el aparato real, previniendo así
riesgos considerables.
Y me parece que lo que sucede en el
espectro político en un pueblo, puede ser modelo que lo que suceda en la
Comunidad Autónoma. Y quizás de lo que acontezca en esta, inferir el comportamiento
en el Gobierno de la nación.
En mi pueblo, el PP ha ostentado el
poder – con toda legitimidad, obvio es decirlo- las dos últimas legislaturas, y
se enfrenta a una tercera con buenas perspectivas, quizás debido a que ocho
años de gobierno han sido tiempo suficiente para establecer las redes
clientelares necesarias, o a que lo han hecho bien a juicio de sus votantes,
vaya usted a saber. Sin embrago, el descontento, la erosión propia del que gobierna,
son evidentes; y en estos últimos tiempos de crisis y corrupciones, más. Es evidente
también, una circunstancia nueva: la aparición, por primera vez desde los
tiempos democráticos, de un partido de derechas que le aparece al PP, no se
sabe aún si por la izquierda o por la derecha, capaz de echar el anzuelo en su
caladero de votos con resultado imprevisible.
Que se configura un espectro en el
que la necesidad de pactos, en una y otra banda, es evidente. Habrá que
aprender una nueva forma de gobernar porque, a lo que parece, se acabaron las
mayorías absolutas para una buena temporada.
El PSOE, en mi pueblo, sigue a lo
suyo: renovarse perpetuamente, renacer de sus cenizas como el ave Fénix haciendo
tabla rasa de todo lo construido hasta el momento. Los viejos ‘fósiles’ son
enviados a las cocheras polvorientas de donde solo se les recatará para
ocasionales exhibiciones, y la experiencia de los últimos ocho años de
oposición con una minoría mayoritaria, laminada. Los anteriores líderes se han
convertido en jarrones chinos cuya experiencia, lejos de aprovecharse, resulta
antediluviana y nociva. Y los ‘capos’ incombustibles siguen manejando los hilos
no se sabe bien con qué objetivo, como no sea el de ‘tras de mí, el diluvio’. Los
jóvenes que pueblan la candidatura, cargados de tanta ilusión como lógica
inexperiencia, procurarán abrirse camino en una profesión que les solucione la
vida hasta que la crisis pase, si es que pasa. Y su adquisición de experiencia
en esto de la política, puede que nos cueste a los contribuyentes una pasta
gansa.
Los partidos de izquierda, lejos de
establecer puentes para pactos o alianzas con vistas a hacerse con la
gobernanza, procurarán destrozarse mutuamente en el afán cainita que ya es
habitual. Y la previsible imposibilidad de lograr esas alianzas, sean
ocasionales o permanentes, amenaza con hacer ingobernable el Ayuntamiento,
quizás la Comunicad Autónoma y puede que hasta el Gobierno Central.
Puede que esta visión sea harto
pesimista, incluso equivocada, cosa que deseo de todo corazón.
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