Hace poco
una sentencia del juez Del Olmo, en Murcia, tomaba la palabra “zorra”, aplicada
a una mujer en trámites de separación, en una acepción que me parece
pintoresca.
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¿Zorra
dice que la llamé señoría? ¿Yo? A esa santa, ¿a la madre de mis hijos? Seguro
que se confunde o que oyó mal. Cierto que a veces se me ha ido la mano y le he
dado algún sopapo, poca cosa, como se le da un capón a un niño desobediente o
como nos tiraban de las orejas los buenos frailes en el colegio, por nuestro
bien. Puede que se me haya escapado algún grito cuando se lo ha merecido, pero
siempre por mantener la paz en el hogar, para que sepa quién manda en casa,
porque alguien tiene que mandar, vamos digo yo. Así ha sido siempre y así ha de
ser, por el bien de todos. Si no ¿Qué ejemplo íbamos a dar a los hijos, cuando
en una casa no hay disciplina ni respeto?
¿Que
la llamé zorra dice? Pues mire, ahora mismo no recuerdo, pero si lo hice, sería
más en tono de admiración que de otra cosa. Nunca con intención de insultar. ¿Habrá
animal más astuto e inteligente que la vulpes
vulpes, protagonista de tantas fabulas desde Esopo a Iriarte y Samaniego? Y
así considero yo a mi esposa, una mujer inteligente y astuta, como las zorras;
a la que respeto como respeté a mi madre que en gloria esté. En ese sentido
debí decírselo, señoría. Sin ánimo de ofender. Otra cosa es que la hubiera
llamado suripanta, pongo por caso, pero zorra no es ningún insulto. Al
contrario.
Ni
que fuera yo como el imán de no sé qué mezquita que hizo un libro explicando
donde había que pegarle a las mujeres para no dejarles señales. Eso sí que es
ser un bárbaro. Yo, en la vida.
Sí
que tengo antecedentes, pero también fue una exageración. Se pasan mucho los
jueces. Treinta días de trabajos en beneficio de la comunidad y orden de
alejamiento por malos tratos. Yo creo que no era para tanto.
¿Lo
del pijama de pino que le iba a poner? Pues otra broma sin mala intención. La
prueba es que le di el recado al chiquillo, ya ve Ud., bromas que se gastan en
los matrimonios, cosas en las que no deben meterse los extraños que solo buscan
meter cizaña y separar a las parejas.
Me
alegra, señoría, que Ud. me haya comprendido, seguro que el suyo también es un
hogar organizado y en paz, como Dios manda, como ha sido toda la vida, donde
cada uno sabe el lugar que le corresponde. Las mujeres son como son y hay que
enseñarles quien manda en casa, por su bien. Gracias por su ecuanimidad, señor
juez.