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martes, 19 de septiembre de 2017

QUERIDOS PADRES

Como sabéis, ayer cumplí los 18 años, y con ellos llega mi mayoría de edad. Ya soy libre de tomar mis propias decisiones y por ello quiero comunicaros que tengo la intención de abandonar el domicilio que hasta ahora hemos compartido. De momento me voy a vivir con un colega que me alojará a cambio de un modesto estipendio, al que puedo hacer frente con la paga mensual que me tenéis asignada. Por lo que se refiere a la comida, no hay problema, seguiré yendo a comer a casa (no me acostumbraría a otra cocina que no fuera la de mamá) y aprovecharé las visitas para llevar la ropa sucia. Nadie plancha las camisas como vosotros. El coche no lo voy a necesitar a diario, pero conservaré las llaves por si me surge la ocasión. Ya sabéis que tengo que matricularme en la universidad, así es que cargaré los recibos a la cuenta de siempre. Me ha parecido que escribiros era un buen medio para evitar discusiones.
Os quiere, Pablito

QUERIDO HIJO
Con un doble sentimiento recibimos la carta que hemos encontrado sobre la mesa de la cocina.  Por un lado, la sensación de que algo habremos hecho mal cuando a tan temprana edad sientes la necesidad de dejar la casa donde te hemos tratado con todo cariño. Por otro, la alegría y el orgullo de saberte capaz de tomar tus propias decisiones. Es ley de vida que los pajarillos abandonen el nido y que los padres aprendan a manejar sus últimos años en soledad compartida. Por lo que se refiere a los pequeños detalles de tipo práctico, creemos que a la decisión que tan sabiamente has tomado, han de acompañar otras complementarias: buscar un trabajo que te permita subsistir con el nivel de vida que estimes oportuno, ya que tu asignación caduca con el cambio de estado. Puedes matricularte en los turnos de noche de la universidad y completar así la carrera que más se acomode a tu gusto. Por lo que se refiere a la comida y el lavado de ropa, ya no vamos a tener necesidad de cocinar, a nosotros nos basta con algo ligero, ya sabes: un pescado a la plancha, unas verduras, y poco más; no tendremos necesidad de guisar cada día. Hay una lavandería al final de esta misma calle donde puedes llevar la ropa y seguramente te dejarán las camisas hechas un primor. No te molestes en dar nuestra cuenta en lugar alguno; el banco tiene orden de no atender pagos que no hayan sido expresamente autorizados. Por lo que se refiere al coche, no hace falta que nos devuelvas las llaves, están a buen recaudo: las hemos encontrado en el cajón de la mesilla del cuarto que hasta ahora ocupabas. Seguro que el amigo que te da cobijo estará dispuesto a prestarte su vehículo siempre que lo necesites.
Aquí sigues teniendo tu casa si quieres pasar a vernos, y estaríamos muy honrados de visitar la tuya cuando lo consideres oportuno.
Tus padres que te quieren:
Carlota y Pablo.


martes, 12 de septiembre de 2017

EL FECHO CATALÁN

El ‘fecho catalán’[1] es tan sensible que cualquier opinión manifestada públicamente tiene el peligro de herir sensibilidades de una u otra banda, pero el silencio amordazado corre el riesgo de parecer acomodaticio, o de inhibirse de una cuestión que afecta (aunque sea con formas e intensidades diferentes) al conjunto de los habitantes de este país. Serán pocos los que, fuera de Catalunya, no tengan un vínculo más o menos cercano con habitantes de aquella región.
No creo que la separación de Cataluña del resto de España sea una buena opción para ninguna de las partes. La mistificación histórica sobre el origen de la ‘nación’ catalana ha hecho estragos entre los descontentos. No se le puede exigir al común de la población que se conviertan de historiadores de la noche a la mañana, pero sí se les debe pedir a los que lo son, y a los políticos que procuran manipularlos, que contemplen la historia con el desapasionamiento que se debe exigir a los profesionales. Las nefastas políticas de los diferentes gobiernos nacionales, desde hace mucho tiempo, han sido determinantes para crear este desafecto de una parte y de incomprensión por la otra. La cesión de competencias que debían ser iguales para todos, como la sanidad y la educación, han resultado catastróficas para tirios y troyanos.

Manipular a la población es cada vez más asequible a los ‘lideres’ partidistas, sea cual fuere su intención (con demasiada frecuencia, mantenerse en el macho y llenarse los bolsillos), por eso se cuidan de cercenar arteramente elementos educativos como la filosofía, la literatura o la música. Se completa la operación inventándose una historia paralela que roza lo ridículo y nos hace un flaco favor a todos.
La cuestión de la semántica es irrelevante ¿Qué más da ser nación, que reino, que principado? Lo único cierto es que componemos una nación (España) con múltiples sensibilidades y diferencias que, lejos de separarnos debían unirnos. A los del sur nos gusta viajar al norte y disfrutar de su verdor envidiable y de su gastronomía exquisita, a los del norte o a los de Castilla les gusta disfrutar de las playas del sur o del levante, y así sucesivamente. Viajando nos enriquecemos unos y otros, y aprendemos a querernos y respetarnos.
Una cosa sorprende de estos últimos tiempos en los que la situación se ha enconado: los gravísimos casos de corrupción en toda España (donde incluyo de forma notoria a Catalunya), han pasado a tan segundo término que parecen inexistentes, lo que podría inducir a algún malintencionado a suponer que sea el ‘fecho de la independencia’ una espesísima cortina de humo tras la que se oculten, con toda la corte de mangantes, el pope y su papisa.
Después de estas consideraciones (y de muchas otras que el tema sugiere y la necesaria brevedad del texto impide), si hay un número representativo de residentes en Catalunya (a determinar por un método legal) que optan por el separatismo y por constituir la forma de gobierno que estimen oportuna, previo pacto con ‘el país vecino’, que se fijen las condiciones legales de esa secesión y que cada palo aguante su vela a partir de ese punto. Espero que, concluido ese hipotético proceso, podamos seguir visitándonos, con los documentos pertinentes y la moneda que corresponda, unos a otros como hasta ahora.
Claro que antes habría que solventar una serie de dudas parecidas a las que yo expresaba en una entrada anterior (cuya lectura recomiendo:
http://marianosanznavarro.blogspot.com.es/2017/08/algunas-dudas-que-necesito-aclarar-para.html), y de muchas otras que seguro plantearán quienes de esto entienden lo suficiente.

Dejo también este enlace del que se desprende que algunas afirmaciones hechas a la ligera por 'políticos' de relevancia son, simplemente, mentiras:
  
https://www.dolcacatalunya.com/2017/08/1-500-000-personas-ya-visto-la-paliza-borrell-junqueras/






[1] Empleo aquí esa expresión, con todo respeto, como en su día se empleó en la corte de Alfonso X.

martes, 5 de septiembre de 2017

MILAGROS EN LA TERTULIA

Fernández, de ordinario tan prudente, se calentó esta mañana con Juan de la Cirila que acaba de salir de un grave percance. Afirma Juan haber sido curado de forma milagrosa por una santa a la que profesa gran devoción. 
—Si no llega a ser por ella, a estas horas estaba criando malvas.
—¿No fuiste al médico?
—Claro que fui, estuve cuatro días en la UCI entre la vida y la muerte.
—Y los médicos no te hicieron nada.
—Ya lo creo que hicieron, todo lo que sabían 
—Deduzco, entonces, que el mérito será de ellos, más que de la santa de tu devoción.
—Tú eres un incrédulo como el Cacaseno.
—Deja al Cacaseno en paz, que está de vacaciones. Desde luego que soy incrédulo, no creo en los milagros ni en los santos, no me gusta confiarme a fantasías, aunque veo que a ti tampoco. Si realmente hubieras tenido la fe que dices en la santa, te hubieras ido a tu casa a esperar la curación en vez de confiar en la ciencia médica. Eso sí que tendría mérito. Entonces hasta yo creería en el milagro.
—Los que no tenéis la suerte de creer…
—Eso no es suerte ni deja de serlo, Juan. Se trata de optar por el pensamiento racional o por la fe. Ambos son caminos legítimos con que la naturaleza nos ha regalado. La diferencia está en que uno, el racional, intenta entender (con cierta dificultad y estudio), cuál es la razón de la existencia de nuestro pequeño mundo, y el otro confía ese menester a las diversas religiones -tan numerosas y variopintas como grupos humanos-, que suponen a los dioses gestores de nuestro destino.
—Suponen, no, que es positivo.
—Ves, la diferencia es que yo admito la duda,  prefiero el agnosticismo, que supone dudar sin negar. Tú, para mantener incólume la estructura de tu edificio de creencias, no puedes admitir la duda. Pides  respuestas a tu sistema y te confías a ellas ciegamente, yo intento aprender, investigar, entender…
—No hay nada que investigar, la verdad, la única verdad se encuentra en la Biblia. Allí está todo escrito, el pasado, el presente y el futuro.
—Cierto, para ti. Pero ¿y los demás libros santos que lo son con el mismo derecho que el tuyo? Pongo por caso la Torá o el Corán, por hablar solo de la misma familia y dejar aparte los libros fundacionales de los cientos de religiones que en el mundo existen ¿Son mentirosos? ¿Están equivocados? ¿Cómo es posible que sus seguidores se denosten entre sí y se hagan la guerra intentando exterminarse en nombre de unos dioses que dicen predicar la paz universal?
—Ya me estás liando. Eso tenéis de malo los que habéis estudiado, que el diablo os confunde y os llena de soberbia.
—Puede que tengas razón, Juan, a ti te basta la fe, yo necesito la razón.






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