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martes, 27 de diciembre de 2022

300.000 VISITAS

Ya sé que hay blogs que alcanzan millones de visitantes, pero que quieren que les diga, para un modesto aprendiz de la pluma, alcanzar las trescientas mil visitas constituye un hito más que satisfactorio. Pensar que en trescientas mil ocasiones muchas personas se han entretenido en leer mis comentarios sobre esto o aquello me llena de satisfacción. Tengo que recurrir a la imagen del esclavo romano que mantenía la corona de laurel sobre la cabeza del triunfador, celebrando sus hazañas mientras le repetía al oído: “Recuerda que eres un hombre”, para no caer presa de la vanidad.

[Lo cierto es que la frase que pronunciaba el esclavo, según nos dice Tertuliano, era ¡Respice post te! Hominem te ese memento: “mira tras de ti y recuerda que eres mortal”, pero para el ejemplo, vale.]

 No quisiera yo acabar/ante una dama tan fina/como el tonto del lugar/que se creyó golondrina, cantaba Vidal en la zarzuela “Luisa Fernanda” avisándonos de lo peligroso que puede resultar intentar ser lo que no se es, cosa que ya Esopo había sugerido en la fábula de la rana que quiso hincharse como un buey y no logró sino explotar. Cervantes también nos advirtió sobre el peligro de “hinchar el perro” en el prólogo a la segunda parte del Quijote, y antes don Juan Manuel, en el Conde Lucanor, nos relató la peripecia del cuervo que, adulado por la astuta zorra, había dejado caer su queso; ejemplos todos que abundan en la necesidad de echar mano de la modestia en ocasiones como la presente, considerando que un ligero éxito no debe sino incrementar la discreción de quien tiene la suerte de poder escribir con mediana corrección y acierto, y perseverar en el trabajo jamás finiquitado de la observación, el esfuerzo y la lectura.

A todos ustedes, muchas gracias.

 

 

 

jueves, 22 de diciembre de 2022

EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL EN LA TERTULIA

Se ha abierto, por fin, la cantina del Hogar del Pensionista que la pandemia hizo cerrar abruptamente hace casi tres años. No nos fue posible asistir a la glamurosa reinauguración porque, aunque viejos, estamos llenos de las nuevas obligaciones que nos ha deparado nuestro reciente estado, pero asistimos a este nuevo reencuentro mañanero llenos de ilusionadas perspectivas.

Acudimos, Juan de la Cirila, conspicuo afiliado al PP, hombre de misa y cirio y de ideas un poco retrogradas para mi gusto, lo que no impide que seamos respetuosos amigos; el tío Cacaseno, comunista histórico de los que cuando serlo comportaba riesgo de prisión, ateo confeso y enemigo de mentes adoctrinadas; María “La Tutuvía”, cuyo estado de viudez la ha catapultado al compromiso social y a actividades que la dedicación al cuidado de sus hijos y su marido no le permitieron durante muchos años; el doctor Mateo, médico de familia de cuando el ejercicio en los pueblos olvidados de la serranía era más un acto heroico que la simple aplicación de conocimientos, hombre mesurado que aunque reside en la capital, gusta de reunirse con sus amigos de juventud de vez en cuando; y un servidor de ustedes —al que pueden llamar Fernández— compromisario fiel de nuestros encuentros con la obligación de dejarlos impresos en unas montaraces líneas que llegarán al resto de los concurrente mediante los correos electrónicos que las clases para mayores del Ayuntamiento nos han permitido adquirir.

Veníamos esta mañana con más ganas de reencuentro pacifico que de confrontación política, pero las ultimas noticias sobre el asunto del Tribunal Constitucional han dado al traste con nuestras buenas intenciones.

Juan de la Cirila, más imprudente o más osado saca el tema.

 —Que me decís ahora, ¿Tenía razón el PP o no la tenía? El TC., máximo defensor de la Constitución se la ha dado. Feijóo ha hecho muy bien en pedir el recurso de amparo y el tribunal ha procedido en consecuencia.

—¿Impidiendo ejercer a la cámara alta su deber constitucional de debate? ¿Eso es democracia? Eso es una vergüenza constitucional. El TC. está para emitir su voto una vez que las leyes se han promulgado, no antes.

—Tu estas rabioso, Cacaseno, porque esta mano le ha salido mal la jugada a tu señorito. Quería meternos de matute las enmiendas y no ha colado, ¿a qué no, Mateo?

—No diré yo que lo del gobierno no haya sido un poco precipitado y hasta cierto punto chapucero, pero eso de impedir el voto al Senado no se había visto desde que el mundo es mundo y, además sienta un precedente más que peligroso. ¿Tú qué opinas, Fernández?

—Yo no estoy para paños calientes, esta derecha es estúpida e irresponsable. Están creando caldo de cultivo a los nacionalismos, sobre todo catalán, para que puedan decir que tienen razón al querer salir de un estado bananero y no democrático. Quiero creer que existe una derecha democrática a la que no le interesa este disparate, ni siquiera al empresariado, por eso me pregunto: ¿Quién está moviendo los hilos de este guiñol?

—Aquí no hay más guiñol que el que monta tu Pedrito, que hoy dice una cosa y mañana la contraria.

—Nada de eso, Juan. En primer lugar no es mi señorito, sino el Presidente del Gobierno de todos los españoles, elegido por rigurosos tramites democráticos y constitucionales. En segundo, ha ido modificando sus decisiones a medida que han ido variando las circunstancias, para lo que se requiere una gran dosis de generosidad democrática porque ya sabía lo que se le iba a venir encima y lo que le podía costar en términos electorales. El problema es que a los de tu partido cuando pierden en las urnas, les ataca la rabia perruna y no se resignan a hacer una oposición constructiva, como los votos le han ordenado. O gobierna el PP o todo lo demás no es democrático. Me recuerda tu jefe a aquel rey que decía: “El estado soy yo”. Cierto que la izquierda ha sido ingenua a la hora de mover ficha y eso le ha dado bazas a los tuyos, la derecha insurrecta.

—Pos por eso dice Feijóo que el asunto se aclara con nuevas elecciones.

—Eso quisiera él. Las elecciones se hacen cada cuatro años y el único que puede convocarlas es el Presidente y, por ahora, no tiene razón alguna para hacerlo. Los resultados económicos son buenos, por no decir excelentes, se han aprobado una serie de leyes de contenido social que mejoran las condiciones de vida de todos, incluidos los tuyos y la situación catalana está muchísimo mejor que cuando gobernaba el del puro, así es que no hay necesidad ninguna de nuevas elecciones.

Juan parece un poco abochornado ante esta última andanada del Cacaseno y se inclina hacia María en busca de apoyo:

—¿Tu qué opinas de todo este lío, María?

—A mí me dan mucha pena estas discusiones. Está el mundo del revés. Vengo encendía con lo de Afganistan, donde han prohibido a las mujeres estudiar, relegándolas a ciudadanas de segunda clase. Los extremismos fundamentalistas llevan a esos disparates. Y a nuestros políticos, sobre todos a los más azulones, creo que les vendría bien pensar en el bien común de todos y dejarse esas peleas partidistas que no nos llevan más que al perjuicio de los más débiles. Es innoble mangonear a la justicia para alzarse con el poder. Y más innoble que los jueces se dejen mangonear para mantenerse en el macho.

—Bien hablado, Tutuvía. Haya paz y concordia. Los quintos los pago yo, dice el doctor Mateo.

 

 

martes, 13 de diciembre de 2022

BIBLIOTECAS

  “El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos…” dice la canción de Pablo Milanés que también cantaba con especial dulzura Mercedes Sosa. Una gran verdad que se va haciendo más patente a lo largo de la vida hasta que uno llega a encontrarse en ese venerable y afortunado estado llamado vejez. (Entiéndase lo de “afortunado” en relación y memoria de tantas personas que no han logrado alcanzarlo).

El venerable estado a que me refiero no es sino una etapa más de la vida a la que hemos parcelado como infancia, juventud y madurez obviando el último extremo, la vejez, quizás porque nos acerca al inevitable momento de la muerte —más temida por la forma que por el fondo—, y que ha sido relegada al apartado de las cosas poco gratas. “Vieja la ropa”, añade otro dicho que recomienda no aplicarnos el denostado palabro.

A medida que el tiempo escasea, conviene administrarlo con mayor precaución, de la misma manera que el perdido en el desierto administra con cuidado el agua de su cantimplora. Conviene ir preparando la partida haciendo el ejercicio de desapego a que se refieren los budistas tanto en lo material como en lo afectivo y sentimental, a fin de que la marcha sea lo natural que la vida impone y nos tiene advertidos desde el principio.

“Los duelos con pan son menos” dice también el refrán, y si adjudicamos a “pan” un sentido amplio podremos aprovechar el tiempo de esta última etapa para irnos desprendiendo de lo acumulado a lo largo de las anteriores, de forma que el duelo inevitable para los que nos sucedan resulte lo más tenue posible.

Los libros, esos objetos acumulados con afán de usurero a lo largo de la vida que han dado soporte a teorías, sueños, conocimiento y fantasías, que tanto han contribuido a la estructura de nuestra personalidad, son objetos que han de quedar forzosamente huérfanos y abandonados a la ocasional almoneda cuando el momento llegue. Las “redes” los han convertido en elementos prescindibles o regalo ocasional, fruto de presentaciones evanescentes tras las que se verán relegados al olvido, obsequios navideños o en el mejor de los casos a enterrarse, como tesoros escondidos, en el silencio de las bibliotecas públicas.

Tengo unos miles de libros a los que ha llegado la hora de colocar en hogares que les permitan una vida más longeva de la que puedo proporcionarles. Y como a hijos a los que se busca un nuevo hogar, conviene estudiar minuciosamente su futuro territorio de acogida. Es tema que exige un estudio detenido al que dedico la serenidad de estos últimos tiempos. Hay amigos y amigas que a este, aquel, o unos cuantos de ellos, han de acoger con cariño, otros se encontrarán con el vacío afectivo de los niños no deseados. Para algunos siempre quedará el recurso de la biblioteca cercana, incluso las de países de nuestra habla menos favorecidos por la fortuna. Otros, pocos, tendrán un fin honorable contribuyendo al fuego de la chimenea en los días de invierno, como nos enseñó el inolvidable Pepe Carvalho.

En eso andamos, escudriñando, escogiendo, releyendo algún pasaje que refresca de súbito la memoria donde estuvo muchos años escondido, clasificando con esmero, despidiéndonos de ellos como de cosas muy queridas. Renovándoles el amor que siempre les tuvimos, deseándoles una larga y fructífera vida nueva en la que puede que siga aleteando nuestro espíritu.

 

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