Ha sido mi lugar, desde que empezara a reconocerse como una de las Urdiencas significada por el cultivo del pimiento, allá por la mitad del S. XVI, sitio tranquilo de agricultores cachazudos y esforzados, algo barbaros, de corazón tierno y expresión hosca. Con el tiempo, las cosas cambiaron; el pimiento y las moreras fueron sustituidos por el limón amarillo y áspero que conoció momentos de gloria mientras sorprendimos a los demás países productores. Ahora, la competencia nos ha adelantado, dejándonos la temida competitividad hecha unos zorros. Los bancales languidecen dejados a la buena de dios y ha llegado por fin el momento del “agua para todos”, no porque haya más, sino porque muchos huertos se han abandonado.
Y los viejos de siempre, que ahora se llaman “tercera edad”, se reúnen cada día en el “club” que les han construido a propósito los ayuntamientos de uno y otro signo, aunque todos se arrogan el merito, porque creen que “los mayores” constituyen un caladero de votos fácil de manejar. Pero los viejos son viejos, no tontos y muchos de ellos se esfuerzan en recuperar los conocimientos que en su época no les llegaron, aprendiendo a pintar, a hacer encaje de bolillos, asistir a cine fórums y clubs de lectura o iniciarse en el manejo del ordenador. Navegan por internet, poniéndose “al loro” de lo que pasa fuera de la Urdienca y se lo pasan tan ricamente.
Las tertulias del club son divertidas y en ellas se trata de lo divino y lo humano. A veces se arregla el mundo en un plis-plas. Cuando surgen fenómenos como el 15 M, mis colegas se niegan a quedar desplazados por los jóvenes. Dicen que los movimientos sociales tienen que abarcar a todo el espectro de la población, sin olvidar que cada franja tiene sus aspectos y problemas específicos, pero precisamente por eso es por lo que podemos ayudarnos unos a otros, complementado las capacidades que los diferentes momentos de la vida nos han proporcionado. Que también ellos están hartos e indignados con las tonterías de los políticos, de uno y otro bando que tan caras nos cuestan: con el pontífice González que ahora tiene todas las claves del éxito (bien podía haberlas aprovechado cuando tuvo la ocasión si realmente veía los garbanzos bullir); con los de teórica extrema izquierda que pactan en Comunidades para que gobierne la derecha; con los de derecha que, lejos de aportar soluciones y colaboración para la mejor gobernanza de este país, que es de todos, flagelan al cansado macho para ver si de una vez el carro cae por el pedregal y entonces pueden acudir a acabar el barbecho y ponerse las medallas. Por eso mis colegas, los viejos de antaño hoy transmutados en “tercera edad”, “mayores” o tonterías por el estilo, reivindican su parcela de una lucidez que nunca perdieron, a semejanza de José Luis Sampedro, guardando las respetuosas distancias.
Dice Fernández, uno de mis contertulios más activos, que estos movimientos han traído a la memoria de muchos, aquellos de hace más de cuarenta años en Paris, pero que los tiempos son distintos, las sociedades más maduras y sobre todo, los sistemas de intercomunicación, tienen una potencia capaz de convocar acontecimientos de masas insospechados entonces. Esta es otra sociedad, con otros medios muy diferentes. La esperanza de futuro es mucho mayor y los viejos duran como si les pusieran pilas nuevas cada día.
- Cuatro jovenzuelos con ganas de meterse en follones, como siempre ha tenido la juventud, ansias de arreglar el mundo, que acaba quedándose como estaba -dice el Juan de la Cirila-, que le tiene la gana hecha a Fernández.
Pero Fernández calla a la espera de acontecimientos, piensa que aquí puede estar el germen de otro tipo de democracia que traiga un aire nuevo a nuestro decadente sistema. Que hay que sanear lo podrido y obsoleto (que no es todo) para afianzar lo nuevo. No con la revolución, sino con la evolución pacífica e inteligente. Con la participación de todos aquellos que se sientan involucrados, de cualquier edad y condición. Y renovando el estamento político como se cambian en las granjas las gallinas viejas. De golpe.
La mente parece no tener edad; y la de uno, mucho menos, que cada quisque, aunque cargado hasta las greñas de prótesis y bastones, se siente como un Tarzán cabalgando entre lianas cual mandril de pelo en pecho. Y como la esperanza es lo último que se pierde, no esperemos espicharla sin echar una mano a que ésto se arregle.
ResponderEliminarViejos, no tontos, lo has dicho de manera magnífica.
ResponderEliminarCada día me gusta más Fernández y su optimismo reposado. Con él, creo que quizá en el 15M esté el germen del cambio. Ahora toca esa palabra tan fea de practicar: paciencia. Sí, paciencia para ver resultados que, de momento, todo son berrinches.
Abrazos, amigo Mariano.
Me ha parecido un artículo muy nutrido y de una legibilidad placentera.
ResponderEliminarSaludos y buen día.
Hay comentarios, textos, que merecen un “marco”. El de hoy, Mariano, es uno de ellos. Su ritmo y tono bien temperado se adecuan perfectamente con su contenido.” Legibilidad placentera” ha dicho magníficamente Beatriz.
ResponderEliminarPero hablando del contenido, tengo que decir que estoy totalmente de acuerdo con Fernández. Gracias a Dios pasaron ya los tiempos en los que como decía Max Estrella “Había que establecer la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol para terminar con las desvergüenzas y abusos del capitalismo”. …!pero que pedazo de bruto era ese Max!; claro, eran otros tiempos. Las cosas han cambiado, parece ser. Ahora tocan otras formas: La presión por el dialogo, el consenso, la “acción comunicativa”(? ) dicen algunos, las conductas colectivas silenciosas , como en la procesiones, sin algarabías; perros- flautas pero sin tocarlas demasiado.
Tocan ahora civilizadas manifestaciones con tiempos cronometrados y espacios fijados de antemano. Totalmente de acuerdo con Fernández. Orden y seriedad en las conductas colectivas e individuales es lo racional, lo ilustrado, aunque estos políticos parezcan moverse y actuar entre los cóncavos espejos del Callejos del Gato….!hasta con Inglaterra nos vamos a “poner de morros “ ahora! e incluso con nuestra Reina que era un Emblema al no dejarla tomar el té de las cinco en Europa, aunque si se autorizara a su marido para cazar elefantes...
Pero bueno, no hay que dejarse llevar por la ira ni por el desasosiego que pueden producir conductas fraudulentas como la de la Marquesa Gil de Biedma que nos avergüenza ante Europa entera; ni con un Presidente que se manifiesta repetitivo y hermetico como un “iluminado” huyendo incluso por los pasillos del Congreso…ni..….No, ya pasaron los tiempos de los enfados violentos. Seamos evolucionistas. Hay que olvidar que la sangre, el dolor y el daño que producen las guillotinas financieras en millones de familias tienden a ser invisible e incluso, dicen, que necesaria, en esta sociedad “espectacular” y adormecida que hace muy poco días denunciaba en toda la prensa española el Sr. Varga Llosa, recogiendo aquel melancólico pensamiento de Albert Camus cuando anunciaba que “la pasión de la sociedad de consumo sería la servidumbre”. En ello estamos.
Un abrazo.
A todos: Gracias por vuestra presencia. Dice Fernandez que soy un hombre afortunado, entre otras cosas, por merecer vuestra atencion y vuestros comentarios. Ambos enriquecen este blog. Ya sabeis que Fernandez suele tener razón. Un fuete abrazo para todos y cada uno.
EliminarNunca se llega tarde para decir a Fernández que persevere en su ilusión, más potente y con más inquietud que los jóvenes porque le queda menos tiempo.
ResponderEliminarNunca se llega tarde para leer tu repaso a los partidos que han ido jugando a ser poderosos, algo para lo que no fueron elegidos.
Nunca se llega tarde para decir fuerte y claro que la oquedad que produce el eco y el espejo en donde se reflejan las ansias de mejorar esta indecente sociedad occidental, son similares a las de quienes tuvieron que luchar con pasión y que ahora pretenden apagar aparcándolos en lugares donde la resonancia no deje salir su clamor.
Juan de la Cirila, veamos si alguna vez tienes la fortaleza de exigir, no pedir, aquello que mereces. Mientras no lo hagas, seguirás siendo un esclavo que no saca los pies del plato.
Bienvenido siempre, Antonio. Se nota tu ausencia. Me dejas solo con tanto Cos. Un abrazo
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