Los largos periodos de bonanza climática de que disfrutamos en esta tierra (ya que otras bonanzas nos están vedadas por el momento) hacen que, de año a año, se nos olvide que el frio también existe. Y suele suceder, por mor de los accidentes atmosféricos que cumplen su ciclo inexorable, que el día que les toca, se abaten sobre nosotros y nos pillan con el sensible culo al aire. Allí el llanto y rechinar de dientes sin que el día final haya llegado, allí los catarros y toses de los escasos fumadores que se refugian en terrazas emplastecidas, allí los resbalones, accidentes y caídas. Solo las estaciones de esquí reciben alborozadas el blanco manto (que diría un cursi) permitiendo que se trasladen al mes de agosto.
En tiempos pasados, el hombre era paciente y recibía con naturalidad las estaciones, gozándose incluso el cambio que comportaban y que lo libraba de la monotonía existencial. Ahora, con la ilusoria pretensión de que dominadnos la naturaleza y esta deben permanecer a nuestro servicio (Ana Botella, preclara augur, dixit), nos hemos acostumbrado a los veintidós grados y cualquier circunstancia que nos aparte de ellos nos parece un grave atentado al bienestar de “la especie dominante”.
Ocurre también que en zonas privilegiadas desde el punto de vista climático como la nuestra, acabamos convenciéndonos de que aquí ni hace frio ni llueve nunca, de manera que cuando caen cuatro gotas, el desastre se desencadena sobre nuestras cabezas como temieron siempre los vikingos, los arroyos de aguas llenas de la suciedad acumulada inundan nuestras calles, los ríos se desbordan y las goteras proliferan. Como tampoco hace frio por estos lares, cuando este llega, nos pilla en camiseta y tenemos que recurrir a estufas y radiadores de emergencia, olvidadas hace ya tiempo las “salamandras”, estufas, chimeneas y braseros de picón.
Me ha recordado esta ola de “frio Siberiano” (con ligeras diferencias, igual a la de cualquier otro año) un pasaje de “Cartas finlandesas” del poco recordado miembro de la generación del 98, Ángel Ganivet, escritas durante su estancia en Finlandia como Cónsul, entre 1895 y 1898:
El frío. Voy a sorprender a mis lectores diciéndoles que aquí no hace frío. Dentro de las casas se vive en perpetua primavera, y en la calle, envuelto en pieles, suda uno más que en verano. Sólo la cara, que tiene que ir al descubierto, se resiente de las caricias un tanto brutales de la nieve y el viento. De 10 grados para abajo, la barba se hiela y la cara se adorna con un marco de estalactitas; cuando se vuelve a casa después de pasear un rato, de cada pelo cuelga un carámbano, y al sacudirse suena uno como una araña de cristal. A los 20 grados bajo cero lloran hasta las personas menos sensibles, y hay que tomar precauciones contra la congelación.
Como se ve, lo nuestro al lado de esas temperaturas es una broma. Sin embargo, más adelante, el autor nos dará una pista de la tristeza que lo invadió en aquel clima y que lo llevaría a precipitarse en las heladas aguas del Dvina a su paso por Riga desde el alto bordo de un navío:
Lo que angustia más no es el frío; es la falta de sol: más luz da el suelo nevado que el cielo gris, triste como el rostro de un mudo; a veces una mancha rojiza marca el sitio por donde el sol quiere asomarse; algún día el sol luce al fin; pero sus rayos no calientan ni dan vida al
paisaje, siempre silencioso, solemne.
Mariano, pero sólo es pasajero.
ResponderEliminarYa sabes que no hay mal que cien años dure (ni cuerpo que lo rsista)
EliminarYo agradezco el frío, la pena que no dure más. Hemos torturado al clima, ya no hay casi entretiempo, cuando mi madre, tan precavida ella , me decía " ponte una rebeca", me quejaba , pero bien qu elo agradecía en mayo. Ahora las hacen sin mangas o de manga corta o tipo torera. ¿Qué ha pasado? Creo que nos hemos vuelto un poco tontos, pero eso es curable.
EliminarTengo mis dudas...
EliminarMe encanta que aproveches tu broma climática para recordar a Ganivet. Eres Grande.
ResponderEliminar¿Quien será este Eduardo que conoce a Angel Cuchillo?
EliminarTodo es relativo, claro...pero yo estoy helada, jajaja.
ResponderEliminarGanivet era admirable, y yo pienso igual que él con respecto al sol. Siempre afirmo que yo "funciono con energía solar". Bajo las nubes...me invade la melancolía.
Un saludo cordial...y cálido, para atemperar el frío.
Por eso somos un pueblo divertido ( a pesar de todo). Tenemos una fotosintesis de primera. Un abrazo, Rosa.
EliminarAunque el culo lo tenemos al aire durante bastantes acontecimientos, los cambios climatológicos son los que más azuzan para no ponernos los calzoncillos/bragas.
ResponderEliminarLimones a punto de helarse (¡aunque por lo que valen...!), los sabañones en pleno vigor, todo lo anticipado con la pequeña primavera de diciembre quemado, ¡y papá esquiando!
Las siempre amenas descripciones de Ganivet, D. Angel, como bien dices, desafortunadamente olvidado (nadie es nada y además los olvidamos), son un ejemplo de las inadaptaciones a zonas que, como dice esa señora con apellido de envase, por áridas, frías ocalorosas, no pueden suceder en una época en la que su heredado mandato es el mejor de los posibles, en este mundo, el mejor posible porque no tenemos otro.
Un fuerte abrazo, Mariano.
Pues si, Antonio, tener alcaldes de capitales que piensen (y manifiesten en publico, lo que es al colmo de la estupidez) que la naturaleza debe estar a nuestro servicio, es una señal inequivoca de que llevamos rumbo de colisión. Y estan ahi merced a los votos democraticamente obtenidossssss!
EliminarUb abrazo
No sé si el clima obedece a los políticos pero desde luego sal gorda no les falta. ¡Puaj! Y lo de temperatura primaveral en nuestra tierra es un sarcasmo. Qué razón tenía Ganivet. No hay nada como el sol por eso se le sigue adorando aunque bajo nombres exóticos.
ResponderEliminarAsi es, Maria Luisa. Solo nos queda el refugio en personajes como Ganivet, por mas que su ejemplo no sea todo lo alegre que necesitamos.
EliminarA mí no me molesta el frío; al contrario, lo llevo mejor que el calor, donde la mente sucumbe en la pereza. Y digo que no me molesta el frío siempre que no venga en exceso, que los excesos climáticos nos fastidian a todos. Lo que sí resulta insidioso es este aire que convierte mi casa en una pequeña Tarifa, ¡ozú!
ResponderEliminarVes tú, yo no haría como Ganivet, que lo de Finlandia es para darse un garbeo y volver muy pronto. La falta de sol lleva a los cerebros a desmadejarse por pendientes tenebrosas.
Salud, vino y bocatas, querido Mariano.
Pues yo encuentro el frio divertido, siempre que sea invierno y se tenga la certeza de que llegará el calor. Y, por supuesto, en todo tiempo, vino y bocatas. claro que la manzanilla parece que pega mas en verano. Un abrazo
EliminarQué pronto regresen a un clima más soportable. La falta de luz solar deprime sobre manera. Un abrazo muy muy cálido para compensar lo climático.
ResponderEliminarNací en un pueblín que podía estar incomunicado por la nieve semanas enteras. Para los niños, esas nevadas, eran un paréntesis feliz de comer castañas y manzanas asadas, guerras de bolas de nieve(con piedra dentro, que éramos así de brutos) y cuentos del tío Antonio al lado de la lumbre, los adultos, lo llevaban de otra manera, claro.A veces, hasta ´l alto ´l puerto subían los hombres de hacendera retirando la nieve con la pala. Lo llamaban "ir a romper". Parece que estoy hablando del pleistoceno, pero cuando tenía 17 años, y ahora tngo 38, todo el valle estuvo cerrado a cal y canto durante diez días enteros. Fue la última vez. Ahora el ayuntamiento tiene su propia máquina quitanieves. Es eficientmnte odiosa. A mi me encantan la nieve, el frío, los benditos inviernos de antes. Y Angel Ganivet. Y este post.
ResponderEliminarQue bonito debia ser aquello... y que poco amable para los que somos del desierto! Me encanta que te guste la nieve, Ganivet y el post, por ese orden
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