Fernández,
que me aventaja en prudencia como en tantas otras cosas, me recomienda con
frecuencia que no toque asuntos de política, que siga la estela del menudo
gallego cuyas recomendaciones iban en el mismo sentido, y mientras vivió, le
fue la mar de bien. Seguro que la razón asiste a Fernández y al difunto del
norte, pero me pilla viejo para consejos y sigo empecinado en proporcionar
opiniones que a pocos importan.
Si,
como decía aquel hombre nacido en Estagira en el año 384 aC., el hombre, por
naturaleza, es un animal social (o político, tradujeron muchos) no tiene
nada de raro que este animal político que les escribe quiera meter la cuchara
en ese caldo.
Cada
persona es un mundo, llega a sus conclusiones como puede y tiene la natural
intención de que los demás las compartan para reforzarlas. Es absolutamente
humano. Hasta a mi me pasa. Los catalanes lo dicen con gracia (a veces la
tienen): Cuan mes serém, mes riurém
(Cuantos más seamos, más reiremos). Conviene que seamos muchos diciendo
la misma cosa para que se convierta en verdad, es cuestión de Teología, y los
teólogos, como es bien sabido, nunca se equivocan.
Es
imprescindible hacer un esfuerzo por digerir lo que opinan los demás. Puede que
la razón no esté absolutamente de nuestra parte, si no que tenga múltiples
aristas.
Algún
sabio de esos que todo el mundo cita y nadie conoce, parece que recomendaba
incidir en lo que nos une y obviar (en lo posible) lo que nos separa. Puedo
garantizar que, en las escasas ocasiones que he reunido la templanza suficiente
para seguir el consejo, he obtenido resultados sorprendentes y acabé comprobando,
no sin cierto estupor, que estaba más de acuerdo con mis contrincantes
dialecticos de lo que había imaginado.
Me
detesto cuando asumo el papel de agorero, pero se avecinan peores tiempos, que
ya es decir. Desde fuera nos indican (eso sí, finamente) cuantos agujeros del
cinturón nos hemos de apretar porque esto se ha complicado, somos una gran
familia y cuando uno estornuda a los otros les entra cagalera. Y eso va a pasar
con estos, con aquellos y con los de más allá.
Desde
dentro, en vez de llegar a razonables acuerdos por el bien de la Feliz
Gobernación, los mandarines se tiran los trastos a la cabeza y sacan a pasear
las reliquias enfajadas con una vergonzosa escasez de imaginación. Los ancianos
y venerables demiurgos cesantes de una y otra banda, hacen lo que les toca
para seguir cobrando pingues estipendios y no descender del atril que les ha de
encaramar directamente a la eternidad.
Parece
como si en cada periodo de elecciones se bajara un escalón en la categoría de
los ponentes y tuviéramos que echar mano de figuras ya periclitadas que son las
únicas que suscitan cierto respeto entre sus respectivas mesnadas. La momia de
Ramsés II parece condenada a no consolidar nunca su triunfo en la batalla de
Kadesh.
El
espectáculo de consignas, mítines y abrazos que nos proporcionan cada uno en
“sus feudos”, sería bochornoso si al pueblo le quedara capacidad de sonrojo.
Pero debemos estar inmunizados contra tonterías y despropósitos. Resulta sospechosamente
actual la frase de Miguel Espinosa: “Porque el pueblo, como los dioses, carece
de demiurgos, está fuera de la Historia; los sucesos solo ocurren a la clase
gobernante” (Escuela de Mandarines, 1974.)
No
sé si me explico.
Te explicas de maravilla, Mariano, y lo he gozado.
ResponderEliminarSabio nuestro Miguel, y sabio tú.
Un abrazo.
Ya lo creo que te explicas.
ResponderEliminarQué espinosiano te veo y qué bien te sienta.
ResponderEliminar"Dejad que los mandarines reinen y despreocupaos entre rameras".
Un abrazo, maestro.
Acabo de conocer tu blog y me ha encantado la forma en la que expones tus pensamientos. Pero sobre todo me ha encantado esa presentación explicativa de tu "exilio"; me encantará llegar un día a un exilio como el tuyo, suena a sueño.
ResponderEliminarSaludos,
JOker
El estado de conjunción con los otros que mencionas es indiferente pues, siempre que las premisas sean de consenso, se da, pero los sucesos de la clase dominante, tropa de excluyentes “católico(s) y sentimental(es)”, los sufre el pueblo. Quosque tandem abutere …
ResponderEliminarLas largas y soporíferas letanías, aprendidas en latín clásico sin saber su significado y repetidas reiteradamente, son en este momento dogma de la verdad absoluta. Así que, Mariano, debemos repetir riteradamente "no somos borregos, no somos borregos,..." Puede ser que esta burda mentira se convierta en verdad dogmatizada y alabada por principitos, barones, duquesas, mandarines y mandarinas sin hueso.
ResponderEliminarUn abrazo, Mariano.
Es que hasta los mandarines están preocupados con sus pequeños saltamontes los cuales ya peinan canas y no consiguen terminar la carrera.
ResponderEliminarUn saludo.
"Los ancianos y venerables demiurgos cesantes de una y otra banda, hacen lo que les toca para seguir cobrando pingues estipendios y no descender del atril que les ha de encaramar directamente a la eternidad".
ResponderEliminar¿Qué tendrá el poder y sus seducciones?
MªJesús nos ha remitido a su blog y me alegro por ello.
un saludo
"Puede que la razón no esté absolutamente de nuestra parte". Cierto, casi siempre está en manos de los que mandan. Ellos la convierten en verdad "encelofanada"y nos la dan a comer con peladuras y espárragos.
ResponderEliminar