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viernes, 11 de febrero de 2011

CEREZAS Y LIBROS (I)

 La estupidez humana

 

La tranquilidad de la campiña que me rodea, propicia al espíritu relajado la anarquía de las placenteras lecturas a salto de mata. Y sucede con los libros como con las cerezas de un cesto: que tirando de una de ellas, salen las otras enganchadas en interminable racimo. Una referencia casual del periódico, me condujo al libro del historiador Pedro Voltes, “Historia de la estupidez humana”, con el que me hice a renglón seguido, leyéndolo con la avidez que se merece.
Repasa el autor, desde el nacimiento de las civilizaciones urbanas, las pintorescas circunstancias que se han dado en la historia de la humanidad, acabadas casi siempre en tragedia (o por lo menos en disgusto), ocasionadas por el comportamiento estúpido de uno o de unos pocos. Analiza casos como el de los ingenuos troyanos metiendo tras sus murallas el regalo, a todas luces envenenado, de los vengativos griegos; o la decadencia del Imperio Romano, ocasionada por el exceso de esclavos que sofocaba cualquier inquietud innovadora, ya que, según nos invita a considerar, si nosotros dispusiéramos de veinte criados de balde en casa, difícilmente nos sentiríamos inclinados a comprar ningún tipo de electrodomésticos.
Y de la lectura amable de este entretenido libro, sale enganchada la primera cereza; el del también historiador Carlo M. Cipolla, que Voltes cita en el prologo. La obra de Cipolla se llama “Allegro ma non troppo” y en el segundo de los ensayos que la componen, “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, el autor arranca del aserto bíblico stultorum infinitus est numerus para hacer su estudio. La cita es tan vaga que nos obliga – tercera cereza- a localizar su origen, lo que nos lleva a recorrer los libros del Antiguo Testamento donde encontramos una abundante y deliciosa colección de preceptos y comentarios sobre la sabiduría y su opuesta, la necedad (Eclesiastés, Proverbios, Sabiduría, etc.), localizando por fin, en Eclesiastés 1,15 la cita: Las almas pervertidas con dificultad se corrigen; y es infinito el número de los necios.
No sin hacer notar la licencia que supone imaginar un conjunto infinito (los tontos) albergado en uno finito (la humanidad), vemos que Cipolla divide a los hombres, según las relaciones de intercambio entre ellos, que cuantifica en términos de beneficio-perjuicio, en cuatro categorías fundamentales: los inteligentes, capaces de obtener un beneficio para sí y al mismo tiempo para los otros; los malvados que obtienen beneficio a costa del perjuicio de los demás; los ingenuos, que reciben, embobados siempre las piedras que cualquiera tire a lo alto, y los estúpidos (estultos, memos, tontos, sandios, badulaques, majaderos, botos, estólidos o necios, que por estos y otros nombres son conocidos universalmente). Estos, los estúpidos, son las únicas criaturas capaces de causar un perjuicio a otros sin lograr ningún beneficio para sí o incluso, las más de las veces, ocasionándose también un perjuicio.
Descubre, además, que el numero (e) de tontos es una constante en cualquier grupo humano que consideremos, sean éstos picapedreros, corredores de bolsa, hotentotes australianos, buscadores de perlas o premios Nobel, de cualquier sexo o condición.
Y enuncia después las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana. Pero ese será nuestro objetivo en el próximo artículo.




3 comentarios:

  1. Hola, soy luis! Los estultos (palabra descubierta y muy chula) tienen su función en la sociedad porque este grupo es el punto de referencia para identificar a una persona inteligente cuando la comparamos con una persona estupida. Lo malo de que existan estupidos es que si hay más estupidos en la sociedad, entonces los inteligentes (los que consiguen beneficio propio y para otros) pareceran que son estupidos de cara a los propios estupidos. Después de leer lo que he escrito, creo que estoy cerca de ser un majadero.
    Saludos tio Marriano.

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  2. Ahí va otra cereza: "No hay peor tonto que un tonto viejo" Mark Twain en "Las aventuras de T.S.".
    Y otra: "Prefiero un malvado a un tonto porque los malvados descansan. Así oipinaba Anatole France.

    Bueno, maestro, ya sabes que me encuentro entre tus muchos lectores. A más ver.

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  3. Dan "ganas de comer cerezas", cuántos libros interesantes por saborear. http://by145w.bay145.mail.live.com/default.aspx?rru=inbox&wa=wsignin1.0

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