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martes, 8 de febrero de 2022

LEYES Y REFORMAS

A pesar de que hacia el mediodía disfrutamos de una temperatura primaveral, los fríos mañaneros y nuestra provecta edad nos han obligado a buscar refugio en una de las muchas carpas que han invadido los aledaños de la plaza. Cierto es que con un considerable abuso se han extendido hasta casi impedir el paso de peatones y carritos. No quiero pensar en el caso de una ambulancia o cualquier otro vehículo de uso público. Sin embargo, para la gente que se acoge a su cobijo, ha sido una medida acertada que les permite la relajada tertulia y el paso de las horas ociosas a una confortable temperatura. Vaya lo uno por lo otro. Como en los toros, hay diversidad de opiniones, lo cual —dicen los que de esto creen saber—, es elemento imprescindible para una sana convivencia. 

Hoy tenemos la suerte de contar con la presencia de Maruja “la Tutuvía” que venía de dejar al nieto en el colegio.

Acogidos, pues bajo el confortable tenderete, Juan de la Cirila le entró al Cacaseno.

—Estarás contento, ¿no? Ya tienes tu reforma laboral aprobada.

—No empecemos, tío Juan, la reforma no es mía, es un bien para todas las personas trabajadoras de este país que ven recuperados muchos de sus derechos perdidos en la última reforma que, por cierto hicieron los tuyos a golpe de decreto sin contar más que con ellos mismos.

—Pero no me negarás que la habéis sacado de chiripa.

—No te lo niego porque es verdad, tío Juan. Y bastante tristeza me causa tener que reconocer el papel de algunos partidos de izquierda que han votado en contra por razones políticas que no se me alcanzan, mezclando la velocidad con el tocino con gran perjuicio para la clase trabajadora. Y tiene guasa lo del votador ignorante del PP.

—De no ser por ese error informático, no salía la ley.

—Informático, ja. Más bien ignorantico, y no me digas que los dos trásfugas se equivocaron también.

—Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión, Cacaseno.

—Eso es no tener vergüenza. Se llama venderse, en términos llanos.

—Tengamos la fiesta en paz —tercia Maruja— bien está lo que bien acaba. Lo que es menester es que esto les sirva de lección a los políticos y cuando negocien sobre algo lo hagan sobre esos elementos concretos y no metiendo por medio los intereses políticos como ha pasado con esta ley. Esa es la postura que defiende mi Yolanda, que si hubiera muchos y muchas como ella, otro gallo nos cantara.

—En eso parece que anda la gallega, a ver si un grupo de mujeres con sentido común enderezan esto, porque si no, entre macrogranjas, cherras y remolachas no hacemos más que marear la perdiz y poner palos en la rueda, que bastante tiene ya con lo que tiene para seguir girando.

—No me piches, Cacaseno. El líder de mi partido hace muy bien su papel de oposición, lo que pasa es que toda la izquierda le tiene manía.

—Lo que hace el líder de tu partido es oponerse a todo por sistema, porque no tiene nada que ofrecer a cambio y encima está cagado —con perdón— porque le está comiendo el terreno por la derecha el del caballo andaluz y por el centro no tiene donde apoyarse.

—Entre unos y otros está mi Yolanda y su grupo. Así empezó Podemos y mira cómo ha cambiado el panorama político desde que empezaron con aquel movimiento que entonces ni siquiera era partido, ¿no te parece, Fernández?

—Pues no sé si ese será el futuro deseable, Maruja, pero es preciso que algo suceda, porque esta situación de deterioro solo trae que el desafecto político entre la población crezca y el país se empobrezca en lo que a relaciones sociales se refiere. Necesitamos una regeneración política y, sobre todo una derecha razonable y colaboradora que se aleje del extremismo irracional que le ha salido a la diestra mano.

—Que el señor te escuche, Fernández.

—Con que escuchara algún político me conformaría, Maruja.

 

*

 

 

 

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