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martes, 24 de noviembre de 2020

ÁRABES Y NO TANTO

 

Mi pueblo está compuesto desde tiempo inmemorial por gente trabajadora que pobló  las Urdiencas rescatadas a insalubres marismas en la época de nuestro paisano el conde de Floridablanca. Ha sobrevivido a amortizaciones, caciques, epidemias de todo tipo, inundaciones victimarias, DANAS, y ahora resiste como puede los efectos de la pandemia que nos azota como al resto de la humanidad.

Es pueblo de amable acogida y carácter mayoritariamente agrícola. Entre sus nuevos vecinos se encuentran gentes de religiones y costumbres diferentes que han de integrarse en su población quizás para siempre, o por lo menos para mucho tiempo.

Hay entre ellos una mayoría magrebí mal llamados árabes, pues árabes son los pobladores de la Península Arábiga. Magrebíes (marroquíes o argelinos) es como debe denominarse a los venidos del norte de África; o moros, nombre que deriva del dado a las dos provincias romanas (Mauritania Cesarensis y Mauritania Tingitana) desde tiempos del emperador Augusto en el S.I de nuestra era. Otra cosa es el sentido, peyorativo o no, que queramos darle a la palabra moro, o mauro como fue en sus orígenes.

Estos ciudadanos venidos de esas tierras en busca de mejor fortuna, pueden serlo de pleno derecho siempre que cumplan las mismas normas y preceptos que a los demás nos afectan. Nosotros debemos entender que sus costumbres son diferentes de las nuestras y ellos que las normas por las que este país se rige son diferentes de las de sus territorios de origen. Aquí la religión tiene su espacio y las leyes civiles el suyo, dado que el nuestro es un país aconfesional. El Profeta, con todo el respeto que debe pedirse a los no creyentes, no tiene potestad legislativa en nuestro entorno al contrario de lo que sucede en sus estados.

Las normas que rigen en nuestro espacio público son las que emanan de nuestra Constitución vigente y son exigibles a todo el que pretenda compartir ese espacio con los pobladores de origen. Sean bienvenidos todos los extranjeros que, de forma regular, se quieran integrar en nuestra comunidad. Y a los que nos les parezcan nuestras normas adecuadas a sus formas de vida, sepan que tienen la misma libertad de la que disfrutaron al venir, para retornar a su patria. Respetar las normas es exactamente lo que hacemos los viajeros cuando visitamos sus países.

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