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martes, 2 de agosto de 2016

SOFISTAS Y POLÍTICOS


 Sostiene el Dr. Arsuaga que nuestros antepasados sapiens y quizás antes los neandertales, y hasta los homínidos que les precedieron, habían arrancado a pensar miles de años antes de nuestra época; que habían adquirido ya conciencia de sí mismos y de que eran perecederos. Nunca lo sabremos con exactitud porque han quedado pocos rastros de semejante actividad que podamos contrastar. Sí nos han llegado testimonios de otros pensadores posteriores que aún nos asombran con sus lúcidos razonamientos. En Grecia, cuna de nuestra cultura mediterránea, hacia el siglo V antes de nuestra Era, aparecieron unos pensadores a los que llamamos sofistas o maestros de la virtud (entendida la sofística como capacitación y aptitud para el ejercicio de la política) que nos regalaron suficientes testimonios como para ilustrar, si ello fuera posible, a tanto memo que accede a la política sin más bagaje que su entusiasmo, más formación que las directrices de su partido, ni más capacitación que su buena voluntad aderezada con la necesaria dosis de ambición.
Protágoras de Abdera utilizaba la palabra para ‘poder convertir en argumentos sólidos y fuertes los más débiles’, y Gorgias de Leontini juzgaba que ‘la palabra es como un veneno con el cual se puede hacer todo, envenenar y embelesar’. La sofística no conoce propiamente el problema, sino sólo la propaganda. Jaeger advertiría, años después, que ‘es una contorsión de las perspectivas históricas alinear a los maestros sofistas junto a las teorías del cosmos del estilo de Anaximandro, Parménides o Heraclito. Puede que tuviera razón.
Así pues, la persuasión de los sofistas no se pone simplemente al servicio de la verdad, sino que es un instrumento siempre a punto para cualquier argumento que se precise. Platón añadiría que es, ‘no ya guía, sino captura de almas, simple arte de retorica y dialéctica [erística], retruécanos de palabras y fantasmagoría’. No es ya el interés objetivo de la verdad el que impele el verbo, sino el propio y subjetivo. Así llegó la palabra sofística a merecer el sentido peyorativo que hoy se le da.   



Si no fuera porque albergo seria dudas de que muchos de nuestros políticos se entretengan en el noble arte de leer a los clásicos, pensaría que la sofística de los antiguos griegos se ha instalado entre ellos.

5 comentarios:

  1. Haces bien en dudarlo Mariano, no creo que sea esa la razón, quizás más bien que no hay nada nuevo, todo está ya inventado y estamos rizando el rizo. Interesante entrada.

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  2. Gracias, Yashira, un placer que pases por aquí de vez en cuando. Abrazos.

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  3. La lucides de los clásicos atrae ¡y mucho!, pero la tuya me encanta, incluso cuando dudas... razonablemente ¡Qué sabio tu comentario!
    Felicidades, querido amigo.
    Sortea bien estos calores.
    Beso

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  4. Gracias, Doloricas, procuraré seguir tu consejo. Aquí, en mi asilo escapamos por una orilla. un abrazo.

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    Respuestas
    1. Pues en el mío, regu. Tengo las montañas tan cerca, que impicen se cuele la brisa da nuestra mar salada!
      Gracias ti por contestar. Hasta pronto

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