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lunes, 2 de diciembre de 2013

EL VILLANO EN SU RINCÓN

Parezco un hombre opuesto
                                     al cortesano, triste        
                                     por honras y ambiciones,                          
                                    que de tantas pasiones
                                   el corazón y el pensamiento viste,
                                   porque yo sin cuidado
                                  de honor con mi iguales vivo honrado.
                                  (Lope de Vega, EL Villano en su rincón)
Llegó Fernández el lunes a la tertulia con una sonrisa que se le salía de la cara.
Sursum corda, señores. Los quintos corren de mi cuenta.
Lo de sursum corda impresionó a todos los asistentes menos a Juan de la Cirila, que es de mucha misa y ya lo tenía oído.
— ¿A qué se debe rasgo de generosidad tan inusual como extemporáneo? –saltó el Cacaseno que siempre procura estar a la altura de las circunstancias.
—A nada especial, queridos colegas, a la elemental alegría que me produce estar vivo y encontrarme en vuestra distinguida compañía.
(Cuando Fernández se pone fino y convida a cerveza, hay que temer alguna de sus disquisiciones pseudo-eruditas).
—Me encontraba ayer al medio día con mi Antonia a la reconfortante sombra del plantón de morera delante de mi casa que ya conocéis. En la rustica mesa de mármol amarillento, un condumio no por elemental menos consistente: huevos de pava con chorizo a los que había dado el punto justo mientras ella dejaba reposar una satená de patatas en ajo cabañil; media docenas de morcillas de la matanza de mi vecina Eulalia ligeramente doradas en la sartén y un puñado de habicas recién cogidas, para refrescar. Completaban el bodegón una ensalada murciana –tomate de lata, huevo duro, cebolla tierna y olivas de cuquillo- más la imprescindible frasca de vino de la Cañada del Trigo que daba amorosa compañía a los sencillos manjares. Cuando metí la sopa de pan casero a la yema amarilla y soleada como un as de oros, tuve que reprimir el ansia de mascarla a dos carrillos recordando como D. Quijote reprochaba esa fea costumbre a Sancho. Mientras saboreaba aquel primer bocado, dije para mi santiguada:
—“Hombre afortunado puedo considerarme. Ni el papa de Roma  con toda su pompa mitrada puede permitirse una comida como esta, bajo acogedora sombra y en excelente compañía. Como el villano en su rincón, no trocara yo la sencilla paz campesina de que disfruto –Beatus ille- por el boato principesco ni por caceras africanas de las que solo se puede sacar algún hueso roto o unas reales ladillas.”
Eso me dije, e hice en aquel momento firme propósito de compartir, al menos la imagen, con vosotros.
Callaron los contertulios mientras digerían lo del beatus ille que les sonaba mitad a canto gregoriano, mitad a músicas celestiales. Solo el Cacaseno se atrevió a decir:
—Brindo por eso, mientras se llevaba el quinto a la boca después de limpiarle el gollete a la botella con una servilleta de papel. El Cacaseno siempre ha sido un poco asquerosillo para las cosas de comer.
Luego añadió:
—Me has recordado, Fernández, una poesía que aprendí en la escuela:
 Allá muevan feroz guerra
Ciegos reyes
Por un palmo más de tierra
Que yo tengo aquí por mío
Los asistentes, boquiabiertos, guardaron un prudente silencio. Al Cacaseno le gusta emparejar la parva siempre que puede.


11 comentarios:

  1. De escritor a escritor: ¡Quién escribiera así!
    En serio, me encantan estos encuentros con Fernández, Juan de la Cirila, Cacaseno...
    Los bordas, maestro.

    Un abrazo.

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    1. Pues vente una mañana de estas a desayunar con nosotros al Hogar del Pensionista, es ameno si no divertido. Un abrazo.

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  2. Aluego, aluego, Marianico, ná tié que ver con una manduca asin de bién prepará. La pava tié unos guevos que paecen dos y la ensalá de nuestra guerta es muncho guena y tié su secretico y tó: como los tomates de pera son mu durces, las olivicas de cuquillo tién que llevar muncha sal y aluego la cebolla tierna, bien picante, d'esas que te sacan unos lagrimones asín de gordos. Gueno, que creiba yo que teniba amiguicos con un buche güeno pero paece que a tó hay quien gane... Eso de los sermones sí me tié una miaja procupao... er caso que sentirlos los he sentio pero mira, no sé ande...

    A mandar, señor Jués.

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    1. Que bueno, Antonio, me lo acabo de encontrar ahora y me estaba tronchando.

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    2. Envidiable reunión esa que tenéis. Y maravillosamente descrita. Me ha encantado.

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  3. Me parece que voy a ir leyendo todo lo tuyo !Qué bonito lo que voy viendo!

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    1. Pues yacontesté, me alegro que te guste, aqui me tienes para lo que gustes mandar.

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    2. Un gusto leerte, Mariano Sanz. ¡Cuantos relatos bonicos y simpáticos me estaba perdiendo! Prometo visitarte más, desde ahora en adelante. ¡Felicidades, Maestro!
      ¡Ah! Los archivos de voz me han encantado. ¿Me das permiso para descargar alguno? Abrazo, agradecido de esta aprendiz murcianica.

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    3. Gracias por tus palabras, me alegro de que te gusten mis comentarios. Puedes disponer a voluntad de todo lo que hay en el blog. Como digo al principio: 'Sirvase Ud. mismo' Un abrazo.

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  4. Eres impresionante, Mariano. Estás tocado por la gracia (no voy a decir de Dios, ni del Diablo), por la gracia y el estilo que toenes, qué coño. Algún día, si hay lugar, me invitaré a esa tertulia tan amena y gastronómica en ese rinconcico de tu guerta.

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