En mi pueblo se vive la semana santa, como en muchos de la región, con una mezcla de fervor religioso, tradición, pinceladas folklóricas, y muchas ganas de fiesta; cada uno se los administra en la proporción que considera más oportuna. Quizás ahí radique el éxito de nuestras famosas procesiones: unas están llenas de recogimiento, oración y silencio; otras de arte imaginero; las de más allá de juguesca bullanguera y colorista; muchas de caramelos, monas con huevo y habas; y todas de una tradición de años (a veces siglos) que parece haberlas asentado per in saecula saeculorum. Cada uno de los que van a presenciar los desfiles juega, con toda la libertad de que hoy gozamos, al palo que más se adapta a sus creencias y gustos.
Es condición de todas sacar en ”desfile procesional” a las representaciones de santos y divinidades que en cada parroquia existen, las unas más afamadas y meritorias, de autores consagrados, las otras más discretas de artesanos poco o nada conocidos, algunas francamente horrorosas y sangrientas.
Las procesiones de mi pueblo son poco más o menos como las de otros lugares, en ellas figuran algunas tallas conocidas, esperadas con expectación, caso de “la cama” (un cristo yacente de hermosa factura dentro de una urna profusamente adornada con “alarises”), y otras que cumplen su cometido con mayor discreción, aunque suscitando el mismo empeño y devoción de sus fieles. Sobresaliendo entre estas últimas, se encuentra una de San Juan que tiene cierta peculiaridad: sabido es que en los tiempos bíblicos, el porcentaje de diestros era notablemente superior al de zurdos y había muy pocas personas que supieran escribir con la mano izquierda. Cuando se quería representar algún santo en actitud de trabajo o prédica (que solía ser el suyo), se hacía siempre con la mano derecha, incluido el caso de San Juan, al que se suele presentar con un dedo señalando las alturas (de ahí el conocido dicho de “hasta que San Juan baje el dedo” cuando se quiere dilatar alguna cosa ad calendas graecas). Pues bien, el San Juan de mi pueblo, una talla más que discreta (restaurada con poco acierto para más INRI), a diferencia de toda la imaginería conocida, mantiene erguido y señalando al cielo el brazo izquierdo (quizás recomendándolo como lugar de accésit y objetivo final del devoto, o señalando a María el camino a recorrer, aseguran otros), lo que podrá apreciar con claridad el que llegare, paciente, hasta el final de este escrito.
¿Y a qué se debe este hecho peculiar? Se preguntará más de uno de mis sufridos lectores. Ahí ya tengo poca cosa que añadir, pues no he encontrado otra cosa en mis archivos que rumores, habladurías y consejas sobre tan enigmático caso.
Que si se fabricó en época republicana por un artífice de esa cuerda; que si el tallista erró el brazo derecho y prefirió subirle el otro; que si el hombre estaba fuera de sus cabales y quiso hacer burla de la imaginería anterior… Ya digo, rumores y consejas, pero ahí está el San Juan de mi pueblo, con su brazo izquierdo señalando las virtuosas alturas.
Helo:
Se me habia olvidado. La fotografía de "La cama" es de Ismael Mateo. A cada santo, su peana.
Mira, Mariano, propongo que el san Juan de tu pueblo vaya a los archivos secretos del Vaticano a aclarar el misterio. ¡Ah y que nos lo cuente! Un abrazo.
ResponderEliminarHe preguntado en la iglesia del pueblo, y el parroco me ha dicho que eso de los brazos es lo de menos, que lo importante es la santidad del santo (sic). A lo mejor es verdad. Un abrazo.
Eliminar¡Si es que en el pueblo, Mariano, hasta estos detalles son únicos!
ResponderEliminarEl que va empezando a ser el antiguo limonar de Europa, debe publicitarse con estas peculiares diferencias ante los pueblos e incluso la ciudad, de los alrededores.
Y. además, debe hacerlo rápidamente porque si le diese la "mala idea" a San Juan de cerrar el dedo...¡Menudo "disjusto"!
Un fuerte abrazo, Martiano.
Al paso que vamos, Antonio, acabaremos siendo el secarral de Europa, y San Juan, bajando el dedo.
EliminarMe cae bien el San Juan de tu pueblo, creo que se salió del rebaño...
ResponderEliminarMe ha gustado la crónica que has hecho de tu semana santa. Imaginería con evidente valor artístico aunque, como en casi todas por su objetivo catequista, sangrienta.
Un fuerte abrazo, Mariano.
Mi pueblo, Marisa, como casi todos , es peculiar. Lastima que algunas cosas de los tiempos modernos, acaben laminando tradiciones que forman parte de nuestro espiritu civico. Pero ahi andamos, apuntalando mientras el cuerpo aguante.
EliminarUn abrazo, Marisa.
Me imagino a ese san juanito siendo procesionado al son del "Mosa Mosa Asi Voce Me Mata" bailándolo con ritmo brasilero como en Alhama o Totana. País.
ResponderEliminarPos me das iuna idea, aunque no se yo si el parroco...
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