Uno tuvo infancia, como casi todo el mundo, y pasó por los mismos cauces que los niños de su edad y condición pasaban en aquella Murcia ignorante y plácida de mitad del siglo pasado. Uno fue, como algunos de sus amigos y compañeros de colegio, mayordomo de la Cofradía de Jesús y desfiló, durante muchos años, con sus zapatillas blancas de cabritilla hechas a medida, chorreras de puntillas y báculo en ristre, la mañana del Viernes Santo, ejerciendo la infantil ficción de mantener el orden de la procesión. Luego las cosas cambiaron, uno se hizo adulto y arrancó a pensar por su cuenta, adoptó otros pagos, otras costumbres y otras creencias, pero como todas las cosas de la infancia, quedaron impresos en el corazón para siempre el canto de los Auroros ante la iglesia de Jesús, los amaneceres del Viernes Santo, el bullir de las túnicas moradas y las medias de repizco, los pies descalzos de anónimos juanetes, la salida de la Dolorosa con los primeros rayos de sol y los churros con chocolate de la Aduana.
Por encima del fenómeno religioso, quedó el amor a las cosas de la tierra, el olor del azahar en primavera, las migas en los días lluviosos del invierno, el calor inclemente del verano y el acento sincopado, de vocales largas e indefinidas del habla murciana. ¡Cosas de la naturaleza humana!
Y ahora resulta que el Obispado de Cartagena con D. José Manuel Lorca Planes a la cabeza, y la Cofradía de Jesús, con D. Rafael Cebrián a la suya, andan a la greña por la propiedad de las bellísimas estatuas del taller de Salzillo. Según manifiesta el señor Soubrier, don Federico, expulsado de la cofradía [a decir de La Opinión de Murcia de 2011.10.26], hace años, esos bienes fueron donados a la Cofradía por familias pudientes de la localidad entre las que se contaba la suya, por lo que, en caso de litigio, podrían ser reclamados por los descendientes de aquellos si los hubiere. Y si no, la sociedad murciana en su conjunto.
Cuesta trabajo imaginar a una organización generosa y desprendida como la Iglesia Católica metiendo baza en asunto tan material. No se entiende esa avidez por los bienes terrenos en quienes predican con tanto ahínco el desprendimiento de lo perecedero. Si quien mantiene el Museo de Salzillo es la Comunidad Autónoma (al fin y al cabo los murcianos), por más que no muestre demasiada diligencia en los pagos según manifestaciones del tesorero de la Cofradía Sr. Moya-Angeler, sorprende que el Obispado de Cartagena (al fin y al cabo la Iglesia Católica) quiera lucrarse de un bien cuyo mantenimiento y sustento cede tan generosamente a la comunidad civil.
Uno que ya no está en el ajo, pero que continúa manteniéndose murciano probablemente hasta sus postrimerías, siente su poquito de vergüenza cuando ve estas “movidas” y piensa para su íntimo caletre que todos esos bienes culturales, sean de índole religiosa o de cualquiera otra, deben pertenecer al Estado, que en definitiva es el pueblo. Como las catedrales y otros asuntos por el estilo.
Dicho todo esto sin ánimo de ofender a nadie y menos a cualquier iglesia ni dios alguno.
¿Has olvidado, Mariano, que Hobbes decía: “en primer lugar coloco como inclinación general del género humano un deseo perpetuo y desasosegado de poder tras poder que solamente cesa con la muerte”? Pues eso. Un abrazote.
ResponderEliminarPues a decir verdad, no tenia ni idea, pero ahora que lo dice Hobbes..., lo ha clavado. He estado unos dias out side por culpa de los mengues informaticos, pero Henos de Pravia.
EliminarY hay quienes dijeron que la iglesia salvaría a la humanidad. Otros, que sería el arte el que salvaría al mundo. Yo tengo un lío en la cabeza. ¿Serán acaso los marchantes? ¿Los pobres bienaventurados? Para mí que todo está supereconomizado, hasta el punto de que la crisis es un pretexto para el agosto. Otro tema a debate sería delimitar los lindes entre religión, fe y cultura.
ResponderEliminarPos casi na lo del ojo, Juan. Yo creo que el mundo va a lo suyo por lo suyo y de salvaciones, nada. Pero es solo una opinion, aunque la mia. Un abrazo.
EliminarComo a ti, Mariano, la mañana del Viernes Santo en Murcia ha sido durante toda mi vida, un acontecimiento que siento como murciano. ¿Lo digo en presente? Sí, Mariano, lo expreso “en presente” porque cada año continúo recogiendo los caramelos de los “penitentes”, descritos en tu texto con una precisión digna sólo de ti, y retratando una y otra vez a los Salzillos.
ResponderEliminarEste sentir murciano no lo han entendido jamás los prebostes que han tratado de imponer, anular, ordenar y cambiar, como siempre, las tradiciones del pueblo por aquellas que han sido objeto de sus insidias durante el año, como siempre.
Primero fue con la genial idea de prohibir (palabra sacra donde las haya), la tradición, única en España, de repartir caramelos, monas con huevo, habas… por esos nazarenos porteadores de los pesados tronos, que los dejan cimbreándose en un equilibrio inestable, para acercarse a los niños que recogen su preciado botín con el azúcar de las monas en los labios.
Ahora es la disquisición de quién es dueño de qué mientras el pueblo, el estado, y la Cofradía, se encargan de llenar las arcas, ya repletas de diezmos de la Hacienda Publica, también del pueblo. La gran vergüenza de los señores aspirantes al capelillo rojo. Ni en Semana Santa, invento suyo, son decentes.
Asin es, Antonio. Yo me veo ahora reducido (por mi decadente estado fisico) a las procesiones de mi pueblo con su famosa "cama" a la cabeza. Un abrazo
EliminarMariano ¿qué decirte que tú con tu sabia palabra no hayas dicho en esta lúcida y dolorosa entrada ? Produce sonrojo, cuando menos, ver ese mercadeo entre próceres con la celebración y recuerdo de La Pasión. Da vergüenza. Esa profanación del espíritu de ““la Semana Santa, de ese Auto Sacramental, que como dijo Jose Mariano González-Vidal en su “Papeles Murcianos, Op.7”Op, era celebrada por la vieja raza de cristianos murcianos durante años con honda fe en la parusía, mediante esta festividad litúrgica, donde se manifestaba que el murciano no habia perdido la fe en el origen misterioso ni en el destino cósmico del hombre, a través de la gloriosa imaginería de Salzillo en su San Juan , la Verónica, o la impresionante Dolorosa”” ; ese mercadeo, digo, querido Mariano, esa falta de decencia con "lo suyo", como bien dice Antonio Campillo, produciría la misma cólera con la que fueron expulsados del Templo mediante latigazos los mercaderes aquellos, y que hoy la sufrirían igualmente, estos envilecedores de lo que en la Semana Santa Murciana se celebra y representa.
ResponderEliminarLeches, entre tu y Antonio, cuando se calentais...Un abrazo.
ResponderEliminarMariano ya sabes: todo el mundo va a lo suyo menos yo que voy a lo mío.
ResponderEliminarQue se queden con los santos, yo me quedo con tus recuerdos de infancia que tan requetebién cuentas.
Un abrazo.