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miércoles, 4 de mayo de 2011

VELOS, TOCAS Y BURKAS


El uso de los velos puede rastrearse hasta bastantes siglos antes de Cristo en Mesopotamia, donde se exigía a todas las mujeres, salvo a las prostitutas, cubrir sus cabezas en público. Los judíos recogieron la costumbre del velo para las mujeres y la kipá o casquete para los hombres. Las vírgenes católicas, especialmente las de época bizantina, se representan con la cabeza cubierta y hasta hace pocos años era obligatorio en nuestras latitudes, que las mujeres entraran en el templo con la cabeza cubierta.
Cuando llegó el islam, entre los muchos consejos que dio el Profeta, figuraba el que las mujeres acudieran púdicamente vestidas a la oración, igual que aconsejó a los hombres no acudir borrachos a la mezquita. Luego, cada uno interpreta estas normas a su manera, extremando su cumplimiento para aplacar a la divinidad, siempre exigente.
Quizás las diferencias más notables entre las prescripciones, que tienen orígenes bastante comunes en todas las religiones “del libro” (judíos, cristianos y musulmanes), es que en el caso de los católicos afectan de forma directa a las mujeres y hombres recluidos en conventos y abadías, mientras que en el caso musulmán son adoptadas por una gran mayoría de la población, lo que las hace más perceptibles. Nadie se extrañaba de ver, hasta hace bien poco, a las monjas de hospitales con aquellas aladas tocas inverosímiles, ni a las que hoy circulan también con sus hábitos y la cabeza cubierta por nuestras ciudades.
La mujer se cubre en el islam según la interpretación personal de un código religioso, el hiyab que recoge costumbres de tiempo pre-islámico en el que el uso del velo distinguía a las mujeres esclavas de las libres, amén de otros usos profilácticos como preservarse del sol o del viento arenoso. Los hombres, entonces y aun ahora en muchos lugares del desierto, se cubren la cabeza y la cara por razones muy parecidas.
Otra cosa es lo riguroso y extremista de la aplicación de estos usos y tradiciones. En algunos países como Afganistán, las mujeres pastunes se cubren con una especie de saco llamado burka que solo deja una pequeña mirilla para que puedan tener una idea, siquiera somera, de por dónde caminan. Fue impuesto por los talibanes cuando tomaron el poder en 1996. Es muy dudoso que lo lleven complacidas.
El Chador es una prenda femenina típica de Irán. Consiste en una pieza de tela semicircular abierta por delante que se coloca en la cabeza y cubre todo el cuerpo salvo el rostro. Normalmente es de color negro o marrón oscuro.
El Niqab es otra interpretación del hiyab. Consiste en un velo que cubre el rostro dejando solamente una estrecha mirilla para los ojos. Es propio de los países del Golfo Pérsico, pero hay mujeres que lo adoptan (voluntaria o forzadamente) en cualquier país musulmán.
Lo que se conoce genéricamente por hiyab es un velo que cubre solamente el cabello de la mujer y que  debe llevar siempre en público. Es el más frecuente y el que provoca mayor sorpresa y rechazo cuando las mujeres musulmanas emigran a otros países, pues se interpreta como una limitación de su capacidad de decisión, lo que no siempre es cierto.
En la mayoría de los casos, el uso de estas prendas es escogido con total libertad por hombres y mujeres de las variadas religiones que los adoptan. Por supuesto, cualquier imposición en este o en cualquier otro sentido, es rechazable y no siempre las normas afectan exclusivamente a las mujeres, recordemos el caso de los varones Sikhs que jamás se cortan el pelo y en ninguna ocasión se desprenden del turbante en público.
Resulta lógico que nos parezcan normales las manifestaciones religiosas externas a las que estamos habituados desde hace muchos años (sotanas y hábitos religiosos, imaginería variada, retratos de papas actuales o pasados, santos, vírgenes, cruces y cristos monumentales que impregnan nuestra geografía…), y mucho menos aceptables otros signos de diferentes religiones que, curiosamente, tienen tanto en común con aquellas que estamos acostumbrados a ver invadiendo nuestras costumbres desde hace siglos.
Paradojas que, a mi entender, requieren un mínimo de conocimiento exento de prejuicios y cierto espacio de sosegada reflexión.


12 comentarios:

  1. Desde la reflexión y desde el corazón, te digo, amigo Mariano, que no me gustan los hábitos ni los velos ni, en general, los ropajes que responden a costumbres religiosas que coartan.
    Respeto las creencias de quienes los usan, pero te diría eso de que "el hábito no hace al monje". Además, creo que una sociedad avanzada es la que menos hábitos usa, la que más libertad deja en el vestir, sobre todo en el femenino, donde siempre se ha intentado ocultar a la mujer en determinadas culturas.

    Interesante entrada, como todas las tuyas, que es un placer leerte.
    Un fuerte abrazo.

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  2. Mariano, desde tu prudencia dices algo irrebatible: conocer sin prejuicios es fundamental. Mojigaterías, costumbres copiadas y, a veces, impuestas, han crecido y desaparecido como lo hemos hecho nosotros desde nuestra tierna infancia.

    Las hipócritas y exigentes leyes que se dictan en pro o en contra de formas de expresar su condición social, sus creencias o sus costumbres relacionadas con el medio, nunca deben imponerse a nadie y bajo ninguna circunstancia.

    Creo que es un error tratar de eliminar el hiyad, el más “normal” de la condición femenina islámica, sin eliminar igualmente sotanas y cubrecabezas que determinan la condición religiosa de quien se cubre con ellas.

    ¿Has visto los pantalones rotos que son moda carísima? ¿Y qué? ¿Pasa algo? Pues eso, que a pesar de que no me gusta en absoluto la imposición de vestimentas y mucho menos el horroroso burka, no me preocupa ni me importa haber tenido a señores y señoras, mayores que yo a pesar de ser el profesor, con vestidos, hábitos y tocados peculiares.

    Me ha gustado mucho lo que has escrito, Mariano. Un abrazo.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Isabel: el mundo de las creencias es peligroso porque su exito se basa solo en el numero de adeptos. "Cuantos mas seremos mas reiremos" dicen en Cataluña y "Somos muchos, todos decimos lo mismo, luego esa es la verdad" los monos del Libro de la Selva De R. Kipling.
    Antonio: Lo que me parece mas nefasto es la educacion en la creencia (sea cual sea)sin analisis, estudio ni critica. Naturalmente su base y refuerzo se basan en rituales y formas externas, de ahi la importancia concedidas a estas ultimas. Un papa (o un rabino o un pope o un lo que sea) en bañador inspiraria escaso respeto.Entonces, todos seriamos iguales.
    Gracias por asomar y un abrazo.

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  5. Particularmente no me molesta el pañuelo o hiyab. Siempre desde su libertad que cada uno se ponga lo que quiera.

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  6. Pues, si Nieves, yo llevo boina en invierno y nadie se ha metido nunca conmigo. Claro que no la llevo por imposicion divina.

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  7. Hola Mariano:

    En primer lugar, agradecer su paso por mi blog que, me ha permitido llegar al suyo y descubrir textos más que interesantes, desde esa presentación del "Asilo" como prólogo a su blog, como este texto último sobre "Velos, tocas y burkas".
    El recorrido histórico-religioso-social que hace sobre estos hábitos del vestir que afectan fundamentalmente a las mujeres, me ha parecido, si me lo permite decir, realizado con gran conocimiento del tema, y con gran acierto al afirmar que prejuicios y sosegada reflexión son imprescindibles para lanzar una mirada objetiva sobre el tema. Ahora bien, la comparación del kipá masculino o la misma sotana de sacerdotes cristianos, con el burka, por ejemplo femenino, no tiene nada que ver. No. Nada de nada. Desgraciadamente nada que ver. Todos sabemos el significado que tienen ambas prendas masculinas y femeninas, significado que mutila derechos y libertades en el extremo femenino y no en el masculino.

    Realmente, es muy interesante esta reflexión sobre estas prendas pero desde mi humilde opinión no me molesta ni me deja de molestar una sotana, un velo, un burka o una toca. Acepto las formas de vestir que a cada cual se le antojen siempre y cuando sean elegidas por uno mismo. Lo que me preocupa, indigna y entristece es la "piel" que se esconde detrás de estos ropajes, la ideología subyacente agazapada detrás de sedas o burdas telas, católicas o islámicas, o del color que se prefiera. Me indigna los ideales castrantes de libertades, muy especialmente de las mujeres, desde ablaciones, hasta la encarnación del cuerpo femenino como símbolo del pecadoy otras necedades más; me indigna la humillación y vejación "natural" que se le impone a la mujer como algo natural que debe aceptar y acostumbrarse desde el momento en el que nace. Me entristece caras quemadas por la simple sospecha de un adulterio o la lapidación por la consumación del mismo. Mi impotencia llega hasta cotas altas cuando a la mujer se le castra el derecho a sentirse orgullosa de su propio cuerpo, de su propia esencia, de su propio ser, de su derecho gozar y aceptar su condición femenina, sepultándola en "formas de vestir" que, todos, tan tolerantes y modernos, podemos aceptar y tolerar, pero que encierran bajo sus costuras puntadas de agujas muy lacerantes e hirientes.

    Dísculpeme usted la extensión de mi comentario. Agradezco un texto tan interesante como el suyo que da pie a reflexiones que quizás no se puedan olvidar.
    ha sido un placer leerle.

    Saludos.

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  8. Estimada Marisa: Agradezco su visita a mi blog y el interesante comentario. Es un tema complejo y delicado, como todo lo que se refiere a las creencias y en el que caben, desde luego, todas las opiniones y matices. Creo que el punto de inflexion está donde la observancia de rituales o formas exteriores (en este caso vestimentas o signos externos) son impuestas y vejatorias. Por supuesto que, en general, la mujer lleva la peor parte, pero el futuro es suyo (y de todos) y a nuestro alcance está diseñarlo de forma que eliminamos formas arcaicas e injustas.
    Muchas gracias de nuevo. Un abrazo.

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  9. Interesantes reflexiones. Mariano ha sido un placer conocer tu blog, te leeré de aquí en adelante

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  10. Gracias, Julia, aqui estamos para lo que gustes mandar. me haré yo tambien seguior de tu blog. Un abrazo

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  11. Mariano han sido muy interesantes y reveladores los detalles y reflexiones que nos has ofrecido acerca de estas prendas que últimamente tanta polvareda han levantado en los países de nuestro entorno cultural.
    Yo por mi parte me hago participe de las opiniones de Marisa, las cuales comparto, dado el calamitoso e ignomioso trato que la mujer recibe en aquellos países en los cuales es obligatorio el uso de dichas prendas. Las cuales no son en si mismas rechazables, sino aquello que representan y llevan implícito, o sea se: violencia de género, discrimanción, injusticia y formas de enfocar la vida retógradas y arcaicas.

    No obstante lo dicho, es de agradecer su reflexión acerca del tema.
    Saludos

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  12. Gracias, fisquero, un placer que te pases por aquí.

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