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miércoles, 19 de enero de 2011

MI PARIENTE JAPONESA

A la estela de los comentarios omnipresentes en estos días sobre el ataque perpetrado a un Consejero del Gobierno autonómico murciano, su repulsa clarísima por todas las personas biennacidas y la inmediata utilización política para seguir tirándose los trastos a la cabeza unos y otros, les contaba esta historieta a mis vetustos contertulios del Club:

Tengo una pariente japonesa. Es persona encantadora, delicada y dulce como su origen pide y experta en Ikebana (que como todos sabéis es el arte de colocar las flores). Al poco tiempo de encontrarse entre nosotros, le pregunté, de forma que reconozco absolutamente irrespetuosa por mi parte, cual era la religión que practicaba. Me dio una respuesta llena de cortesía, pero tan confusa que no entendí casi nada. Insistí, abundando en mi ausencia de modales, y acabé sacando la conclusión de que ella rezaba a cualquier dios de los muchos que pueblan su país y que entraba, si le salía al paso, en cualquier santuario para depositar la ofrenda que fuera propia del lugar: quemar incienso, colocar flores, encender velas o dirigir plegaria, fuera el templo, budista, sintoísta, seguidor de Confucio, taoísta, etc.
Todos los dioses son el mismo –decía.
Quizás por eso, nada le entorpece seguir las ceremonias católicas con todo respeto cuando la ocasión lo requiere.
Y os lo cuento porque he conocido muy pocos ejemplos de flexibilidad como este. Además de envidiar esa filosofía, que admiro aunque no comparta –mi creencia en los dioses, más que difusa es evanescente- me parece la quintaesencia de la tolerancia. Con un pensamiento de ese tipo es casi imposible reñir por cuestión de creencias. ¡Cuantas discusiones, peleas, incluso guerras se evitarían si cada grupo dejara de arrogarse la posesión de la verdad absoluta, considerando enemigo al que no la comparte!
Eso podría acercarnos a la buena, pacifica, convivencia de que tan necesitados andamos en los últimos tiempos.

Mis colegas daban cabezazos de asentimiento con toda seriedad, pero no sé si acabó de convencerles lo de mi pariente oriental. Noté que me miraban de reojo. Tener una cuñada japonesa, no es pelufa de caña.

2 comentarios:

  1. Hola tio! Soy Luis, tu sobrino. Doy fe de lo que dices sobre "tu pariente japonesa" porque su postura ideologica respecto a otras religiones es tal y como la describes, de flexibilidad y de tolerancia en relación a distintos criterios religiosos. No cabe duda de que las ideas que sostenemos son variadas y distintas y algunos aprovechan ese conflicto para beneficiarse de alguna forma. Este tema es muy sugerente y podria extenderme mucho por su sentido practico en la vida, por eso seré breve. Aunque mi opinión carezca de peso, la elaborado con seso, que es lo que inspira este articulo.
    Independientemente de la creencia de cada uno y de los conflictos espirituales y sociales que pueda acarrear, creo que lo que más interesa a la humanidad es convertir todo lo que ha originado este planeta (rios, montañas, animales, etc.) en algo divino. Sobre todo, porque si tratamos al planeta como las personas tratan a sus dioses, sus dioses podrán seguir existiendo en sus vidas. Sin embargo, si tratamos a la naturaleza sin el mismo respeto que los dioses de las creencias de las personas y todo se va al traste, no tendremos posibilidad, como seres humanos, de poder creer en nada porque nada es lo que existirá.
    Saludos y un abrazo.

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  2. Culpar de nuestros problemas a los Dioses de los demás, al color de su piel, a su lugar de nacimiento, etc. es hoy una práctica tan habitual que se agradece especialmente cuando una voz como la tuya clama en el desierto resaltando los valores de respeto y tolerancia. Gracias Mariano.
    José León

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