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martes, 7 de mayo de 2013

MOROS Y CRISTIANOS (IV). El Cid en Valencia.


En 1088 Yusuf ibn-Tasufin cruzó por segunda vez el estrecho dispuesto a dar la batalla a los reinos cristianos y a las taifas corrompidas por la molicie. Llegó hasta la fortaleza de Aledo, en Murcia, pero allí se le acabó el fuelle y fue derrotado por las tropas cristianas. Alfonso había solicitado el auxilio del Campeador para la batalla de Aledo, pero este –sin que se sepan bien las razones, que no se las comunicó a nadie conocido-, emprendió el camino de Murcia, pero no llegó a tiempo para apoyarlo. Alfonso montó en cólera y lo desterró por segunda vez, esta con mayor rigor que la primera, pues le confiscó todos sus bienes. A partir de ese momento, el Cid se consideró legitimado par emprender sus aventuras y conquistas no en nombre del rey, si no en el suyo propio.
Decidido a guerrear en las ricas tierras de Valencia, se estableció en Burriana, amenazando las posesiones del rey de la tarifa de Lérida, al-Mundir. Este se alió con Ramón Berenguer II de Barcelona que vino en su auxilio, atacando ambos al Cid en el verano de 1090. En Tevar los derrotó el Cid, haciendo prisionero de nuevo a Ramón Berenguer que, escarmentado, decidió abandonar para siempre sus intereses en el Levante peninsular.
La amenaza almorávide se cernía sobre moros y cristianos por igual. Yusuf ibn-Tasufin ansiaba construir otro imperio a este lado del estrecho para purificarlo con su renovada fe. Rodrigo, que ya había saqueado las tierras riojanas y recibía parias de muchas taifas, ante la amenaza almorávide, decidió conquistar la ciudad de Valencia para establecer un señorío hereditario no sometido a ningún rey, ni cristiano ni moro.  Después de un duro cerco, tomó posesión de la ciudad en junio de 1094, titulándose “Príncipe Rodrigo el campeador”.
A los almorávides les sentó muy mal la perdida de Valencia. Un sobrino de Ibn Tasufin, Abu Abdalá ibn Tasufín, quiso recuperarla, pero fue derrotado. Al año siguiente lo intentó de nuevo, pero fue de nuevo vencido por el Cid, que se había aliado para la ocasión con el rey de Aragón, Pedro I.
Ese mismo año, el Cid envió a su único hijo, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VII contra los almorávides, pero fueron derrotados en la batalla de Consuegra y el muchacho perdió la vida.
El Cid, después de conquistar la importante y amurallada ciudad de Sagunto, reinó en todo lo que habia sido la taifa de Balansiya como Princeps y soberano autónomo, hasta el año 1099 en que murió. Su esposa, Jimena consiguió mantener la ciudad a salvo de los ataques musulmanes hasta el año 1102 en que se vio obligada a abandonarla.
Los restos del Cid y de su esposa, después de dar varios tumbos desde S. Pedro de Cardeña, primer enterramiento del Cid, pasando por un mausoleo a orillas del río Arlanzón y por la Capilla de la casa Consistorial de Burgos, reposan, desde 1921, en el crucero de la Catedral de Burgos.


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