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martes, 8 de diciembre de 2020

¿QUIERE UD. HACERME UNA FOTO?

 

Mi amigo Felipe gustaba de pasear las mañanas de domingo por el parque del retiro. Desayunaba en un chiringuito junto a la puerta de entrada donde ya lo conocían. El  camarero, con esa desenvoltura un poco chulesca que tienen los de Madrid, al verlo traspasar la puerta de cristales gritaba, hubiera o no gente: "¿Caballero, su con leche y las porritas de los domingos?" A Felipe no le hacía gracia que le llamaran caballero, le parecía una de tantas modas estúpidas surgida para sustituir la anticuada expresión, señor, que había pasado al limbo de las palabras retiradas de la circulación por clasistas. Sin embargo le hacía gracia la camaradería desenvuelta y profesional de aquel hombre con el que cruzaba escasas palabras una vez a la semana. Reconfortado con el desayuno decidió permitirse un cigarrillo en uno de los bancos, a la sombra refrescante del tilo situado junto al kiosco. Enfrente, una pareja de menudos japoneses mantenía una animada conversación. Parecían discutir sobre la forma de hacerse una foto. Él le indicaba que posara y ella reclamaba la máquina para hacerle la foto a él.

Felipe pensó, mira qué ocasión para hacerles un favor a los japos, me acerco y les digo con toda corrección, ¿quieren que les tome yo la foto a los dos? Seguro que me lo agradecen, ya se sabe los correctos que son los hijos del Imperio del Sol Naciente. Pero ¿y si se le ocurre que quiero coger la máquina y echar a correr? No sería la primera vez que ha pasado eso. A lo mejor el japonés se cabrea y me manda a hacer puñetas, a  lo mejor el tío va y me suelta: agladesido señol, pero metase en sus asuntos y no molestal paleja de extranjelos que vienen a pasal vacasiones tlanquilamente España. Estos tíos son muy finos pero no tienen nada de tontos y cuando se carabean igual te hacen el harakiri, ¡pues no tiene peligro el japonés ese, ahora que lo miro bien! ¡y parece que no ha roto un plato en su vida!

Felipe se decide, deja su banco y se encamina al de los japoneses, se dirige directamente al hombre y le dice: ¿Sabe Ud. Lo que le digo? Que se meta la maquina donde le quepa, que yo solo quería ser amable. ¿Se ha pensado Ud. que todos los españoles somos unos chorizos? Pues está muy equivocado, aquí hay tantas personas honradas como en su país o más. Ahora no le haría una foto ni aunque me lo pidiera de rodillas.

Los dos menudos nipones se quedan con los ojillos a cuadros.

*

Sé que a mis avezados lectores no habrá escapado la relación y aún el  parecido que esta fabulilla tiene con el manido cuento del hombre que buscaba un gato para cambiar la rueda pinchada en una noche de tormenta. Quizás piensen incluso que la he copiado de aquella. Les daría la razón si no fuera porque la de los japoneses es una anécdota vivida de primera mano. Aún recuerdo la cara de asombro de los menudos personajes cuando terminé mi incomprensible perorata.

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